The Big Bell Test, un experimento científico publicado esta semana en la revista Nature, utilizó un videojuego que jugaron 100.000 personas para validar o no las leyes de la mecánica cuántica, experiencia de la que participaron investigadores argentinos, y que concluyó que Albert Einstein, en este caso, no tenía razón.
La inusual competencia gamer se hizo el 30 de noviembre de 2016 y los resultados se conocieron ayer gracias a la publicación en la revista científica.
La base fue la mecánica cuántica que es la ciencia que estudia las características y el comportamiento de las partículas atómicas y subatómicas, y que junto con la Teoría de la relatividad componen la física moderna.
Participaron de la experiencia online 12 laboratorios de todos los continentes, y el representante de Argentina fue el Laboratorio de Óptica Cuántica del Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa, junto a investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.
El laboratorio argentino está a cargo de Miguel Larotonda, doctor en Ciencias Físicas, investigador independiente del Conicet.
El profesional dialogó con Télam para explicar en qué consistió la experiencia participativa digital, para lo cual fue necesario un elemental contexto.
«Las primeras discusiones teóricas sobre las implicancias de la mecánica cuántica se remontan a la década del 1930, entre Albert Einstein y Niels Bohr. En ese momento pensar en experimentar con sistemas cuánticos era impensable. Los primeros experimentos se empezaron a discutir en la década del ’60, y a realizar en los ’80», relató el físico.
Durante todo el siglo pasado se planteó la discusión sobre la visión de la mecánica cuántica que plantea que las partículas «cambian» al ser observadas -están en un estado y en el otro al mismo tiempo-, y no que están determinadas en cuanto a sus propiedades y, por tanto, la medición no podría cambiarlas.
Para Einstein habría variables no medidas que producen este efecto. Para Bohr, en cambio, las propiedades observables no tenían sentido hasta que no se las medía.
El experimento típico para saldar esta discusión es el test de Bell: «Consiste es una serie de ensayos randomizados (asignar al azar a participantes a un ensayo a dos o más grupos de tratamiento o de control) que comparan las observaciones experimentales contra la interpretacion filosófica de realismo local del mundo».
Pero este tipo de prueba «presenta una serie de limitaciones técnicas -y no tan técnicas- que dejan abierta alguna puerta para pensar que los resultados podrían estar falseados por deficiencias de método. A estas ‘trampas’ que nos podría estar jugando la realidad se las llama ‘loopholes'», detalló Larotonda.
Pero, a medida que la tecnología avanzó «la mayoría de estos ‘loopholes’ se fueron cerrando» lo que generó que «las condiciones experimentales se acercaran cada vez más a las ideales».
En esta etapa de avances, investigadores, coordinados y liderados por el Instituto de Ciencias Fotónicas (ICFO) de Barcelona, hicieron varios experimentos simultáneos el 30 de noviembre de 2016.
«Hicimos tests de Bell o experimentos equivalentes, pero usando como impredictibilidad la generación de unos y ceros por parte de más de 100.000 personas, en tiempo real, distribuidas por todo el mundo», relató Larotonda.
«La generación de estos bits (dígitos binarios) se hacía mediante un videojuego online, y a los participantes se los alentaba a que sus secuencias fueran lo más ‘impredecibles’ posibles». añadió, el jefe del laboratorio argentino.
En las mediciones sobre pares de partículas entrelazadas, como pueden ser fotones, se generan y se envían a distintas ubicaciones y se mide alguna propiedad de estas partículas como su color, su tiempo de llegada o su polarización.
Si los resultados de las mediciones tienden a coincidir, independientemente de qué propiedades se elija medir, explicaría que una partícula afecta a la otra partícula de manera instantánea, aunque estén separadas por kilómetros de distancia.
Esto contradice la cosmovisión de Einstein: el universo no sería independiente de nuestras observaciones, por lo que los resultados «tienden a confirmar una vez más que la teoría de la mecánica cuántica es acertada frente al realismo local planteado por Einstein», concluyó la investigación.