La Sociedad Max Planck de Alemania tratará de develar, por primera vez, las identidades de unas 3.000 víctimas del programa nazi Aktion T4, cuyos cerebros laminados siguen en los archivos de neuropatología de este organismo de investigación científica, uno de los más prestigiosos del país europeo.
Entre 1939 y 1945, unos 300.000 niños y adultos con discapacidad o enfermedades mentales fueron asesinados en el marco del programa Aktion T4 porque, según los criterios médicos vigentes en la Alemania nazi, presentaban patologías o discapacidades que hacían sus vidas indignas de ser vividas.
A un número desconocido se les extrajo el cerebro para estudiarlos y, casi 80 años después, la Sociedad Max Planck conserva fragmentos de los cerebros de unas 3.000 de esas víctimas e intenta identificarlas, informó hoy el diario El País de España.
«Un equipo de cuatro investigadores ajenos a la institución comenzará en junio a cotejar las miles de muestras existentes con los archivos de los psiquiátricos donde los pacientes recibían inyecciones letales o eran gaseados usando las mismas técnicas que después se aplicarían en los campos de exterminio», anunció la Sociedad.
Gerrit Hohendorf, uno de los responsables de la investigación, afirmó: «Tenemos que analizar todos los archivos de neuropatología de la Sociedad Max Planck de Berlín y el Instituto de Psicología Max Planck de Munich», en un trabajo durará tres años y será financiado con 1,5 millones de euros.
«Iremos nombre por nombre para recuperar la cifra exacta de personas cuyos cerebros fueron usados para investigación neuropatológica; estimamos que habrá entre 2.000 y 3.000 víctimas», agregó.
El objetivo es crear una base de datos pública que contribuya a reconstruir este episodio, que fue incluido por primera vez este año en el homenaje que el parlamento alemán rinde cada 27 de enero, fecha de Liberación de Auschwitz, a las víctimas del Holocausto.
«La mayoría eran niños», afirmó Patricia Heberer-Rice, historiadora del Museo del Holocausto de Estados Unidos e integrante del equipo de investigación, quien estudia los archivos del hospital psiquiátrico de Kaufbeuren, al sur de Alemania, donde médicos y enfermeras asesinaron a 1.500 pacientes.
Una de las 118 víctimas ya identificadas por Heberer-Rice es Ernestine D, nacida en 1929 en Bavaria: «Era hija ilegítima y parece que la separaron de su madre en algún momento. Sufría discapacidad intelectual, era medio ciega y sorda y padecía ataques epilépticos. Murió el 21 de marzo de 1943 en Kaufbeuren por una sobredosis letal de medicamentos. Tenía 13 años», relató la investigadora.
Los cerebros de Ernestine y otros niños se enviaban a la Sociedad Kaiser Guillermo, de la que la Sociedad Max Planck es heredera.
Julius Hallervorden, jefe de Neuropatología de la Sociedad Kaiser durante el régimen nazi, llegó a reunir 697 cerebros; en una entrevista con el neuropsiquiatra estadounidense Leo Alexander, médico experto durante los juicios de Nuremberg, Hallervorden contó cómo conseguía su material de estudio de los centros de lo que los nazis denominaron eutanasia.
«Les di fijadores, jarras y cajas e instrucciones para extraer y fijar los cerebros y ellos me los enviaban puntualmente como si fueran muebles. Había un material maravilloso entre esos cerebros, bellísimos defectuosos mentales, malformaciones y enfermedades infantiles. Yo acepté los cerebros, por supuesto. De dónde vinieran y cómo llegaban hasta mí no era asunto mío», recordó.
Hallervorden sobrevivió a la guerra y continuó su carrera científica sin sufrir pena alguna. Hoy su apellido sigue dando nombre a una enfermedad neurológica que describió junto a Hugo Spatz.
«Esas muestras se siguieron utilizando para hacer estudios científicos hasta los años ’80», afirmó Paul Weindling, historiador de la Medicina de la Universidad Oxford Brookes, Reino Unido.
En 1990 la Sociedad retiró todas las muestras humanas recogidas durante la Alemania nazi y las enterró como parte de una ceremonia de homenaje a las víctimas, pero sin identificarlas ni aclarar cuántas muestras había.
Una investigación posterior demostró que aún quedaban más láminas en el Instituto de Psiquiatría Max Planck que podían ser de víctimas; la sociedad hizo una nueva auditoría de sus archivos en 2016 en la que se listaron 24.500 muestras tomadas entre 1920 y 1980. Es parte del material que el equipo analizará ahora.