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La asociación civil sin fines de lucro «Casa de Letras» lleva adelante desde hace 11 años un programa de narración oral que ya recorrió más de 50 escuelas públicas del conurbano bonaerense con el objetivo de estimular en los niños el amor por la lectura y fomentar la imaginación, contó hoy una de las responsables del proyecto.
El taller propone desde 2006 la creación de un espacio recreativo y afectivo y está a cargo de un grupo de narradores voluntarios que trabajan con el apoyo de las autoridades escolares y docentes.
Blanca Herrera, una de las responsables del programa, explicó que «en Casa de Letras-Escuela de Escritura y Oralidad somos formadores de narradores y escritores, y llevamos a los estudiantes avanzados y egresados a hacer prácticas a escuelas públicas».
«No es una actividad pedagógica sino recreativa. Muchos de los chicos que escuchan los cuentos no tienen en la casa la figura de un papá o de una abuela que les cuente cuentos, entonces se genera un vínculo afectivo», dijo Herrera.
Actualmente, relatan cuentos en seis escuelas en Villa Rosa, en el partido de Pilar (las Nº 13, 14, 34, 43, 26) y en la Casa del Niño José Crochi, un albergue donde viven 20 chicos de entre 6 y 11 años.
Tres cuentacuentos y una coordinadora concurren a cada actividad quincenalmente y permanecen en el aula 25 minutos.
El repertorio de relatos de la tradición oral y la literatura infantil proviene de una cuidadosa selección, que incorpora los títulos disponibles en las bibliotecas de los propios colegios: historias fantásticas, realistas, de humor y de terror acercan en cada encuentro la posibilidad de explorar mundos lejanos y ajenos.
«Intentamos abrir una puerta al camino de la imaginación, creemos que la mente humana es narrativa y que a través de la narración uno puede contarse diferente la propia vida», aseveró Blanca, quién contó que con los talleres «recogen inquietudes de chicos, docentes y bibliotecarios para ir contando en base a temáticas que se plantean en los contactos».
«Los cuentos desde la tradición oral o la literatura abren la puerta de la imaginación para pensar otros mundos y otras posibilidades», evaluó Herrera.
Destacó especialmente que, aunque la tarea no tiene un fin pedagógico, «las narraciones generan más concurrencia a bibliotecas, mejoran la forma de expresión y el vocabulario de los chicos y bajan la repitencia».
«El narrador mira a los chicos, se dirige a los niños con su cuerpo, recoge de ellos la gestualidad, algún sonido o expresión que hacen y lo integra en el cuento. El contacto es lo más vital», describió Blanca, para quién «la narración da posibilidades histriónicas, de movimientos del cuerpo, tonos de voz o gestos que no te da tener el libro en la mano».
«La narración oral en la era de la comunicación virtual, sobre todo entre los más chicos, hace que se revalorice la palabra y se recupere el arte de la conversación», analizó y remarcó que «no hay medio virtual que reemplace la voz, la mirada, los gestos de alguien que nos está contando una historia en un aquí y ahora irrepetible».