«Miles de ojos», novela bíblica y futurista de Maximiliano Barrientos donde una entidad monstruosa desintegra y crea mundos en los que conviven seres humanos con mutantes hechos de carne, autopartes y materia vegetal, investiga «qué pasa cuando los límites que proporcionan la identidad empiezan a cuestionarse», explica el autor de esta ficción posthumanista donde máquinas, plantas y humanos forman parte de una misma conciencia y un mismo cuerpo.
Publicada por Caja Negra, la novela abre la colección Efectos Colaterales, creada con el deseo de comprender el sentido de una época a partir de ficciones que trabajen técnicas más asociadas al encantamiento que a la exposición argumentativa: «Miles de ojos» se nutre de una secta de adoradores de automóviles que buscan liberar al dios de la velocidad; de voces que no distinguen paisajes externos y mentales; de un escenario postapocalíptico donde los profetas son una fusión de ruedas, corazón y savia; de fanáticos del black metal, y del paisaje cruceño de los 90.
«Dentro de un relato delirante de ficción trato de proponer qué pasa cuando los límites que proporcionan la identidad de las cosas empiezan a cuestionarse. Pensé la novela en un plano inmanente, como un ateo materialista que sin embargo intenta cuestionar la noción de límite en torno al cuerpo y la naturaleza», explica a Télam Barrientos (Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 1979) sobre este libro, que también puede leerse como un viaje en contra del ego, un pasaje hacia afuera de la conciencia individual, hacia lo impersonal común.
«Me interesó explorar cómo se vincula la voz con el sujeto y con el cuerpo -dice Barrientos-. La voz vendría a estar en un lugar intermedio que sería la construcción social ideológica que nos da la identidad. Ese sería el rasgo posthumanista de la novela, ver al sujeto opuesto al cuerpo para restituirle al cuerpo un lugar que no sea puramente instrumental o cosificable. Las partes más delirantes apuestan a mostrar cómo esta construcción cartesiana empieza a disolverse un poco en esta otra naturaleza corpórea».
Barrientos, uno de los escritores más destacados de su generación en Latinoamérica, es autor de los libros de cuentos «Diario» (2009), «Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer» (2011) y «Una casa en llamas (2015)» y de las novelas «Hoteles» (2011), «La desaparición del paisaje» (2015) y «En el cuerpo una voz» (2018)».
La dimensión épica de la violencia, la relación traumática con el pasado, la deconstrucción y expansión de nociones de cuerpo, dolor y existencia, los paisajes yermos y degastados, de países pobres, el movimiento continuo y la velocidad, son parte de lo que vuelve en sus textos más allá de géneros y argumentos.
-Télam: ¿Cómo surgió «Miles de ojos»?
-Maximiliano Barrientos: Trabajo con imágenes a partir de las que intento elaborar una narrativa. A cada una de las cuatro partes de la novela la detonó una imagen diferente y luego fue ordenar el rompecabezas, darle forma de novela narrativa. Hay una imagen, la de la fusión del árbol y el auto, que me fascinó como referente de la naturaleza y de una modernidad obsesionada con la velocidad y la máquina. ¿Qué implicaría fusionar esos dos elementos que se ven como opuestos? Esa pregunta que despierta más preguntas que respuestas es lo que detonó la segunda parte por ejemplo, mientras que en el capítulo postapocalíptico trabajé la idea del rito del pasaje a partir de una imagen que surge de la memoria de antropólogo de Levi Strauss, donde habla de una tribu brasileña que le rapa las cejas a los niños, los manda a la selva y si vuelven son adultos. Esa imagen, que además se conecta con el lugar de las subculturas y de la religiosidad en la modernidad, quise adaptarla a un contexto post civilización.
-T: En la novela hay un retrato de la década del 90 donde la violencia real sirve para disparar la ficción: el dolor físico que unos desconocidos le provocan a un personaje cuando lo golpean sin motivo aparente, le transforma el cuerpo en radar de frecuencias desconocidas.
-M.B: Eso tuvo que ver con una serie de ritos y organismos vinculados al carnaval cruceño, donde están las comparsas, grupos de personas que se reúnen todo el año para organizar cómo pasar los tres días de la fiesta de carnaval. Al menos en los 90, cuando fui adolescente, eran una especie de pandillas violentas clase media y alta que la sociedad toleraba porque pertenecían a familias económicamente estables. En el libro quise contraponerlas a grupos de parias como los metaleros, una cuestión de clases.
-T: Cómo pensar lo religioso también es tema de este texto.
-M.B: Nosotros reflexionamos sobre la existencia de Dios en un sentido muy abstracto, para nosotros dios es un concepto, pero la forma en el Antiguo Testamento es muy literal, una especie de señor con barba que está ahí, y en la novela quise rescatar esa literalidad: pensar a esa entidad que llaman El sueño con forma de un pez monstruoso no es un concepto trascendental a través del cual la teología intenta relacionarse con Dios. No hay omnisciencia ni omnipresencia, hay un pez gigante que al aparecer genera un evento. Me interesaba ese sedimento de lo literal a la hora de pensar un evento radical. Ahora, qué cosa es ese pez, es algo que ya no sabemos
-T: Sin embargo hay una dedicación tenaz a explicar esos mundos extrañísimos que se narran.
-M.B: Porque hay que diferenciar entre lo que es el misterio y lo que es el secreto, confundirlos puede llevar a que la narración fracase. Un secreto es con lo que trabaja el policial: hay una persona asesinada, el detective investiga y descubre quién la asesinó, la tensión narrativa está construida en función a una información que no se da a conocer hasta el final. Pero el misterio es algo que no puede revelarse al final, la tensión que produce el misterio siempre está del lado de la fascinación, esa condición hermética es importantísima, la cosa es saber contarlo para que no quede en algo tan ambiguo o críptico. Son dos estrategias diferentes que implican procedimientos diferentes.
-T: La novela también puede leerse como un libro filosófico: entra en la posibilidad de dimensiones paralelas, de un loop infinito, en un momento da la sensación que habla sobre qué pasa al desencarnar, pero después va más allá de ‘adónde vamos’ y parece contar qué pasa al morir con la conciencia y el ego, si el yo permanece o se desintegra.
-M.B: Yo lo pienso del lado del posthumanismo de Heidegger en adelante, la idea de que el lugar de centralidad del ser humano en la historia ha ocasionado desastres como genocidios y debacles ecológicas. Pensar que todo tiene que estar en un lugar subalterno al ser humano es muy peligroso y la literatura y la filosofía posthumanista tratan de pensar al ser humano fuera de esa centralidad. Cuando se habla de estas fusiones de lo humano con la planta o la máquina en la novela, se empieza a cuestionar el lugar hegemónico del ser humano y en ese cuestionamiento hay un tema político muy importante.
-T: Al pensar por fuera del humanismo, lo monstruoso o diferente va ampliando sus límites.
-M.B: El lugar de centralidad de la humanidad hace que la naturaleza aparezca como algo a ser dominado y eso tiene consecuencias políticas muy fuertes. Bajo esa lógica la minoría aparece siempre como otro no humano. Esta noción posthumanista trata de deconstruir ese lugar de centralidad para pensar al ser humano no como centro, sino como parte de un sistema mucho más vasto.
-T: El monstruo pareciera ser la conciencia de proceso continuo e incesante, la posibilidad, como se lee en la novela, de dar con «un lenguaje que en vez de nombrar libera de significado a la cosa» justo «antes de pulverizarla», la posibilidad de experimentar «la respiración» como «idioma primario», previo a «cualquier biología».
-M.B: La noción de monstruo es la noción de que no hay una categoría para clasificar. Lo monstruoso es borrar las categorías. Un poco la novela trata de eso, estas mutaciones del cuerpo apuntan a ese diferir continuo que va rompiendo esas categorías del entendimiento. Un poco también habla del devenir de lo monstruoso.