Los 30 años de una investigación que vinculó las denuncias de familiares de personas secuestradas y desaparecidas, con testimonios de sobrevivientes y datos genéticos para determinar la identidad de 122 nietos recuperados lograron la identificación de Ignacio Montoya-Carlotto, cuyo grupo familiar era desconocido hasta que dio «inclusión» en el Banco Nacional de Datos Genéticos.
Ignacio es nieto de Estela de Carlotto, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, la organización de Derechos Humanos que logró que un equipo de genetistas liderados por Mary Claire King probara por primera vez el «índice de abuelidad» en el Laboratorio de Inmunogenética del Hospital Durand, primera sede del Banco.
«¿Qué pasó con el nieto de Estela? Sabían que la hija de Estela estaba embarazada y había tenido su hijo, pero no sabían quién era la pareja. Y la familia de él sabía por su hijo que su pareja estaba embarazada, pero no sabía que era la hija de Estela», relató a Télam la directora del Banco, Mariana Herrera Piñero.
Entonces, en el Banco estaba, de un lado, la familia Montoya, y del otro lado, la familia Carlotto, pero no estaban juntas, no era un grupo familiar Montoya-Carlotto.
Cuando aparece Ignacio, da «inclusión» con la rama paterna Montoya por un lado, y con la rama materna Carlotto por el otro, y ahí juntaron la información del grupo familiar.
Con la mira puesta en identificar 500 personas nacidas en cautiverio, «el Banco es una institución oficial que trabaja muy unida con otras instituciones, como la Comisión Nacional por la Identidad (Conadis), que se creó en 1992, empezó a mandar muestras en 1998 y actualmente envía un promedio de cinco nuevas al año» para completar los linajes familiares de personas desaparecidas entre 1975 y 1983, dijo Herrera.
La Conadis tiene un área específica de búsqueda de grupos familiares para completar el Banco con grupos nuevos y con familiares de grupos viejos que no pusieron su muestra. ¿Por qué? «Porque permanentemente hay denuncias, por ejemplo, una chica que estuvo en cautiverio con una embarazada de sobrenombre Tita o Lobita, pero no se sabía ni el nombre ni el apellido», relata Herrera respecto al último hallazgo, el del hijo de Enrique Bustamante y de Iris Nélida García Soler, desaparecidos el 31 de enero de 1977.
Entonces, «puede haber pasado que ese testimonio coexistió con varios testigos que fueron a la Conadis y dijeron ‘yo estuve con una chica que se llamaba Lobita y que parió en cautiverio’, o ‘yo estuve con una chica que se llamaba Tita y parió en cautiverio'».
A esa denuncia que parecía de dos personas distintas, la Conadis las investigó y llegó a la conclusión de que era la misma embarazada, y que la llamaban la Lobita porque su pareja era el Lobo.
Después de identificar a la embarazada con el grupo familiar, siguió la investigación buscando a la pareja: «Ella estaba en el Banco y hasta el 2009 no existía la rama paterna, porque él no estaba declarado en el listado de los desaparecidos, pero la Conadis ya había llegado a la conclusión de que esta chica era de la familia (materna) García», describe Herrera.
Así que «la Conadis llega a la conclusión de que esta chica era pareja de quien llamaban el Lobo, que era Bustamante, y ahí nos mandan a avisar a nosotros que la familia es Bustamante-García, y que un señor de la rama paterna va a ayudar con una muestra para la identificación. Ahí se completa el grupo familiar».
«La Conadis manda cuatro grupos familiares nuevos por año al Banco porque sus investigaciones siguen, y el seguir encontrándose con datos mantiene viva la causa, lo que demuestra que hasta que aparezca el último nieto, el último cuerpo de desaparecidos, lo que pasó entre el 75 y el 83 es presente, no es historia», concluyó.