«En el principio», la primera exhibición en nuestro país de la fotógrafa neoyorquina Diane Arbus (1923-1971), que se inaugura mañana a las 19 en el Malba, reúne más de cien imágenes provenientes del Metropolitan Museum of Art que encierran los comienzos de la carrera de la artista, en donde buscaba retratar lo divino en las cosas ordinarias.
Es realmente novedosa la museografía diseñada en la sala para albergar a este poderoso conjunto de imágenes en blanco y negro: paredes pintadas de un oscuro azul albergan decenas de columnas angostas y altas, como un bosque, de donde penden las fotografías vintage, en ambos lados de las paredes. Todo este escenario, bajo un sistema de luces tenues e íntimas, sumado a un dato divertido: a causa de un vidrio colocado en el cielorraso del museo, un claro de luz cenital va mutando la iluminación de la sala según el movimiento de las nubes y los caprichos del sol, como breves epífanías.
Y es en este sentido que se presenta el despliegue de estas cien obras. Ocurre que muchos fotógrafos utilizan la luz para iluminar su objeto retratado, pero Arbus solía hacer exactamente lo opuesto: con su lente miraba hacia la luz y, sin temor, mostraba cómo envolvía al retratado, lo que daba un aura casi místico a algunas de sus imágenes.
Artista curiosa por naturaleza, Arbus retrataba de un modo en que nadie lo había hecho antes: hay una forma de belleza atípica capturada en sus imágenes, teniendo en cuenta que venía de trabajar de manera muy exitosa como fotógrafa en el mundo de la moda. Arbus decidió entonces posar su mirada en seres extraños o fuera de lo común, durante varios años, hasta que acabó con su vida de manera dramática al tomar varias pastillas, meterse vestida en una bañera y cortarse las venas. Es reconocida la frase que alguna vez pronunció: «Creo realmente que hay cosas que nadie vería a menos que yo las fotografíe».
«Me cansé de diseñar muestras en las que empujo al espectador por la sala con una cuerda invisible. Por eso aquí hice lo mismo que hacía Arbus en sus fotografías: respetar al individuo. Emular el modo en que uno va por la calle. Tenés que tomar decisiones personales. Y en el diseño de esta muestra ocurre lo mismo. Te invita a descubrir literalmente lo que está detrás de la pared, que es otra persona», cuenta a Télam el estadounidense Jeff L. Rosenheim, curador en Jefe de Fotografía de The Metropolitan Museum of Art de Nueva York (The Met) y custodio del archivo de Arbus.
Por las calles de Nueva York, como una antropóloga urbana, Arbus llevaba su cámara de 35 milímetros para retratar a una mujer con estola de visón y zapatos con moño; a un hombre con sombrero, traje de baño, zoquetes y zapatos; al hombre tatuado Jack Dracula en un bar, a una stripper con el pecho desnudo sentada en su camarín de Atlantic City, a contorsionistas, gemelas, imitadores de estrellas y así.
«Es una selección muy pequeña del genial trabajo de esta artista. Estamos viendo siete años y ella trabajó sólo por quince. Murió muy joven, a los 48. Nadie sabía demasiado de estos trabajos de sus comienzos -exhibidos por primera vez el año pasado en los Estados Unidos- así que esta es una gran oportunidad de mirar a esta gran artista desde el principio, antes de que se convirtiera en la artista que quiso ser», señaló Rosenheim a Télam durante una recorrida por la exposición.
Luego de un exitoso paso por el mundo de la fotografía de moda, ella como directora de arte y su marido, Allan Arbus, como fotógrafo, Diane abandonó en 1956 la sociedad comercial y se dedicó por completo a desarrollar su obra personal.
Comenzó a fotografiar por su cuenta, en la calle, recién a los 33 años. Ya tenía dos hijos. Fotografiaba la ciudad de Nueva York como si fuera una tierra extranjera, como si fuera un sitio desconocido para ella, aunque fuera su lugar de origen. Cuando tomó esas primeras fotos en las calles de la ciudad lucían diferentes al trabajo de cualquier otro artista. Muestra en sus imágenes algo psicológicamente poderoso. «Es una artista muy reconocida pero solo conocemos la mitad de su trabajo. Esta exhibición explora esa primera mitad», se entusiasma Rosenheim.
Durante años, Rosenheim se dedicó a organizar, leer, buscar e interpretar el archivo de Arbus, donado en 2007 por sus hijos Doony y Amy al MET, un legado que incluye cientos de fotografías, negativos, impresiones originales, cartas, diarios, escritos.
«Ella se acercaba a las personas de diferentes maneras. Fotografiaba mujeres, niños, parejas, hombres en la playa, el Central Park, una barbería… Yo solía pensar que ella elegía a sus sujetos, como cualquier fotógrafo, pero ahora creo que ellos la eligieron a ella. A diferencia de otros fotógrafos, no escondía la cámara. Ella planteaba una suerte de relación performática con su trabajo. Era una cazadora de cosas extraordinarias», detalla el curador.
-El título de la exposición «En el principio», alude a una frase que ella anotó en uno de sus diarios. ¿Hace referencia también a un modo de de trabajar, de plantarse con su cámara?
– Jeff Rosenheim: Obviamente, hace alusión a algo más filosófico. A mí me interesan los inicios de todos los artistas, Rembrandt, Velázquez, Lucien Freud o quien sea. El «inicio» es ademas algo bíblico, la génesis, «en el inicio hubo luz». Pero también tiene que ver con sus secretos, ella renunció a mucho para hacer estas fotos, se alejó de un buen negocio y recién ahí, luego de años de tomar fotografías de moda, empezó a numerar sus rollos de película. Y numera su primer rollo, el «número 1», en 1956, después de todo lo hecho anteriormente. Ese es su inicio.
-Dijiste que Arbus estaba interesada en la naturaleza oculta de las personas ¿Cuál era su naturaleza oculta?
– J.F.: Era una persona extremadamente curiosa. Su objetivo central era lograr una experiencia inmediata y directa con el individuo de su retrato. A ella le hubiera gustado conocer a todos los individuos del mundo. Conocía a la gente en la calle y la invitaban a su casa, algo impensado en estos días. Pero ella no tenía miedo, se sentía protegida por la cámara. Lo que proponía era una manera de explorar el mundo.
El recorrido por la exposición culmina con el portfolio «Una caja de diez fotografías» –provenientes de la colección del SFMoMA– que Arbus produjo entre 1970 y 1971 e incluye sus legendarios retratos de formato cuadrado, como «Gemelas idénticas» y «Gigante judío en casa con sus padres en el Bronx».
«En el principio», organizada por The Metropolitan Museum of Art, en lo que representa la primera colaboración del museo neoyorquino con una institución argentina, se podrá visitar hasta el 9 de octubre, en el segundo piso del Malba (Avenida Figueroa Alcorta 3415).