Una depresión del terreno junto a la Ruta 40 en el centro oeste de La Rioja, deja a la vista numerosas geoformas de rojo intenso y tonos blanquesinos que contrastan con la escasa vegetación verde pálida del desierto, y conforman un atractivo turístico cada vez más visitado en la región: El Vallecito Encantado.
A pocos kilómetros del límite con San Juan, la mítica ruta atraviesa la localidad de Guandacol y luego de cruzar sobre el río del mismo nombre, muchas veces sólo un curso de arena roja, sube una loma en la que un cartel avisa al viajero la proximidad del Vallecito.
No es uno de esos letreros oficiales de Vialidad, con letras blancas sobre una chapa verde, sino uno de madera pintado a mano, plantado por la gente de Turismo del departamento Coronel Felipe Varela, pero que sirve para que todos tengan la oportunidad de disfrutar de este atractivo.
Basta seguir la flecha indicadora un centenar de metros por una huella de piedras para encontrar la abrupta depresión, con sus rojos que reverberan como una herida sangrante en el desierto opaco de esa llanura bordeada por los Cerros Colorados al este y la punta de la Sierra de Maz, al oeste, donde la ruta corre de sudoeste a noreste.
En el acceso hay un mirador de madera con barandas, que regala una panorámica de esta formación de la era Paleozoica, «del período Carbonífero, hace unos 360 millones de años», precisó a Télam Nadia Barrera, secretaria de Turismo del Departamento Felipe Varela, quien participó del paseo.
Detrás de los colores cálidos del sitio hay planicies verdosas y, como en todo paisaje riojano, al fondo montañas, azuladas las más lejanas por efecto visual y con estratos amarillentos y grises las más próximas.
Un sendero angosto, en pronunciado declive y con barandas de sujeción desciende una decena de metros y lleva al fondo del Vallecito, cuyo nombre diminutivo obedece a su escaso tamaño comparado con otros grandes parques de piedra de la región, como el Talampaya o el Valla de la Luna.
Pero acá el tamaño no importa y en un alto de poco más de una hora, el viajero puede disfrutar de una caminata de baja dificultad entre las geoformas, de las cuales se destaca «La Copa del Mundo», que realmente semeja el trofeo del fútbol, pero de unos dos metros de altura, y que resulta obligatoria para la «selfie».
Entre los senderos aun en formación aparecen otras figuras que reciben nombres según su forma, como «El perfil de la momia», «El Barco», «El lagarto», «El Sombrero», «El Balón y «La copa rota», esta última en realidad otra «Copa del Mundo», pero quebrada en la mitad.
Barrera explicó que el Vallecito Encantado está al alcance del turismo desde hace varias décadas, pero en los últimos años se decidió desde el gobierno del Departamento tomar parte en la explotación y cuidado, por lo que se debe hacer el paseo con guía.
Al margen de la posibilidad de cualquier viajero de entrar al lugar, en Turismo aconsejan no hacerlo solo, ya que se perderá de valiosa información y además puede ser riesgoso tanto para la persona como para la conservación del sitio.
Por otra parte, el acompañamiento de un guía permite conocer no sólo los atractivos en cuanto a imágenes para la foto o recreación de la vista, sino informarse sobre su origen, conformación geológica, y poder acceder fácilmente a los circuitos para recorrerlo.
Las localidad más cercana para hacer base es Guandacol, a unos 15 kilómetros, con unas 200 plazas de alojamiento, aunque también se puede ir a Villa Unión, la cabecera departamental, a 45 kilómetros al norte, que dispone de unas 800 plazas y mayor infraestructura para el turismo.
Los guías se pueden contratar en forma individual, de una lista que poseen las oficinas de Turismo, o en alguna de las agencias que realizan excursiones, con un precio por la guiada de 50 pesos.