Un experto del Conicet La Plata logró determinar la geometría y el funcionamiento del SR 24, un sistema de tres soles que orbitan en sentido opuesto, lo que implica toda una novedad dado que se suponía que en el proceso de la formación de las estrellas todas las cosas deben girar en idéntico sentido, informó ese organismo.
El investigador Manuel Fernández López, del Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR, Conicet-Cicpba), acaba de publicar en la revista The Astrophysical Journal su último trabajo, acerca del sistema SR 24, ubicado a 400 años luz de la Tierra, en el que dos soles orbitan en un sentido y otro en sentido contrario.
«Es la primera vez que se ve un sistema de este tipo, protoestelar -cuando las estrellas son muy jóvenes y están formando planetas a su alrededor- en el que hallamos evidencia para afirmar que los dos soles de arriba giran en un sentido y el de abajo en sentido opuesto», dijo Fernández López a Télam.
El científico señaló que «las estrellas están rodeadas de gas y polvo, y ahí se forman los planetas», en un proceso que comparó con «los discos de Saturno, pero a gran escala».
El SR 24 es un grupo de tres estrellas que están ligadas gravitacionalmente, es decir que giran unas alrededor de las otras.
«Dos de ellas están bien juntas, al norte del sistema, y la otra más alejada, hacia el sur. Hace tres años presenté un póster en una reunión de la Asociación Argentina de Astronomía (AAA) en el que lo describía como compuesto por ‘dos discos rotando en sentido opuesto’, a partir de una imagen infrarroja elaborada tiempo atrás», explicó.
En el proceso de formación estelar, indicó, existe un núcleo central que va atrayendo gas molecular y polvo de su entorno, lo que forma un disco giratorio que circunda y fluye hacia la superficie de ese núcleo que, al colapsar, da origen a las estrellas.
«El SR 24 es un sistema muy evolucionado, porque los discos se encuentran aplanados y gran parte de la masa que tenían ha sido llevada hacia las estrellas. Si bien son soles jovencitos, ya han formado planetas a su alrededor», dijo.
Al comparar distintas imágenes tomadas con instrumentos ópticos tradicionales y el telescopio espacial Hubble, el experto pudo comprobar que «a diferencia del modelo estándar que explica la formación, el cual sugiere que todas las cosas deben girar en idéntico sentido porque proceden de la misma nube de gas y polvo original, en el SR 24 el disco de las estrellas del norte y el de la del sur giran en direcciones opuestas».
Fernández López trabaja sobre dos hipótesis: que ambos discos no estén emparentados y cuando se aproximan quedan capturados gravitatoriamente, o que a uno le haya caído gas y polvo encima de una nube que estaba orbitando en ese sistema y haya perturbado uno solo de los dos discos, generado que el giro se produzca en sentido contrario.
«Esta segunda hipótesis, la más firme, es que en su origen se haya tratado de un sistema ordenado, bien comportado, sobre el cual haya caído una nube de polvo y gas de mucho peso y a gran velocidad que afectó el movimiento de uno solo de los discos, y eso enloqueció al otro», especuló.
Además, describió que el origen de este sistema solar es diferente, ya que «las estrellas no suelen nacer aisladas sino de tres en tres o de dos en dos».
«Hasta ahora, se pensaba que estas estrellas múltiples se formaban a partir de la misma nube y que todos los discos giraban en el mismo sentido, pero este sistema vino a decirnos que las cosas en la naturaleza a veces tiene un comportamiento violento y que una nube de polvo la perturbó de tal manera que hizo que el disco gire en sentido opuesto», apuntó.
«En el caso de los discos del SR 24, para tomar dimensión, el del norte tiene 8.500 veces la masa de la Tierra, y el del sur es 13 veces nuestro planeta. Las dos estrellas de arriba juntas tienen una masa similar al Sol, y la de abajo es 1,5 veces el Sol. Hablamos de inmensas bolas de gas incandescente danzando en el espacio», aseguró.
Con los mismos datos que usó para determinar la dirección del giro de los discos, Fernández López descubrió que todavía «hay disco» en torno a las estrellas del norte, pese a que la comunidad astronómica creía que ya se había consumido y colapsado hacia el núcleo estelar.
«Logramos medir su radio, que es de 11 horas luz. Tres veces más que la distancia entre el Sol y Neptuno, el último de los ocho planetas de nuestro sistema solar».
Y remarcó: «Hablamos de un sistema solar parecido al nuestro del que pudimos medir distancia, tamaño, orientación del disco e incluso determinar cuál es el borde más cercano a nosotros. Esto último significa un hito científico, porque nos da la geometría completa del SR 24».
Según Fernández López, «no es tan raro que haya sistemas ligados gravitacionalmente, con cuerpos que se mueven en distintos sentidos. De hecho en nuestro Sistema Solar hay muchos discos y planetas que giran en dirección opuesta al Sol, que tienen movimientos retrógrados».
Es el caso de Venus, Urano y Plutón – que perdió su categoría de planeta-; de 48 de las 63 lunas de Júpiter; 27 de las 57 lunas de Saturno, 8 de las 27 lunas de Urano y 4 de las 13 lunas de Neptuno, entre ellas la reconocida Tritón.