El papa Francisco expresó hoy su «solidaridad con el pueblo francés», durante una conversación telefónica con el presidente de ese país, Emmanuel Macron, tras el incendio que ayer golpeó a la catedral parisina de Notre Dame.
El pontífice se comunicó en la tarde de este martes con Macron y le expresó «su solidaridad con el pueblo francés» tras el incendio que afectó a la Iglesia símbolo de la capital francesa, informó a través de la red Twitter el portavoz papal Alessandro Gisotti.
Se trata del tercer mensaje de apoyo de Jorge Bergoglio a Francia desde que se conoció el incendio en Notre Dame.
Esta mañana, el mismo vocero había asegurado que «el Papa está cerca de Francia, reza por los católicos franceses y por la población parisina impactada por el terrible incendio que arrasó la catedral de Notre Dame».
Bergoglio, quien aún no visitó la capital francesa como pontífice, «asegura sus oraciones a todos aquellos que intentan hacer frente a esta dramática situación», agregó Gisotti.
Apenas pasado el mediodía, el pontífice envió además un mensaje al arzobispo de París, Michel Aupetit, en el que aseguró su «cercanía espiritual y oración» para el pueblo francés.
«Este desastre dañó seriamente un edificio histórico. Pero soy consciente de que también afectó un símbolo nacional querido para los corazones de los parisinos y franceses en la diversidad de sus convicciones», agregó Bergoglio.
«Porque Notre Dame -continuó- es la joya arquitectónica de una memoria colectiva, el lugar de reunión para muchos eventos importantes, el testimonio de fe y la oración de los católicos en la ciudad».
Y completó: «Espero que la catedral de Notre Dame pueda volver a ser, gracias al trabajo de la reconstrucción y la movilización de todos, ese hermoso entorno en el corazón de la ciudad, signo de la fe de quienes la construyeron, iglesia madre de su diócesis, patrimonio arquitectónico y espiritual de París».
Ayer, apenas conocido el incendio, el propio Gisotti había asegurado que la Santa Sede recibió «con shock y tristeza» la noticia que conmocionó al mundo católico por la destrucción parcial de uno de los emblemas de la Iglesia occidental.