La Angelita o la «Pequeña Siria», como también se la conoce, es un pueblo del partido bonaerense de General Arenales anclado en plena pampa húmeda que cuenta con la mayor concentración de descendientes de árabes en el país, y que recibirá una inversión de dos millones de pesos del programa Pueblos Auténticos para desarrollar un polo gastronómico y un corredor cultural.
Por ser el único paraje del país en donde el 70% de sus 400 habitantes son de origen árabe musulmán, La Angelita fue recientemente seleccionada por el Ministerio de Turismo de la Nación para formar parte del programa y así promover su desarrollo, poner en valor la identidad local y revalorizar su patrimonio cultural.
«El programa reconoce a la localidad porque es una de las únicas en las cuales conviven las dos religiones, católica y musulmana. En el país hay barrios de musulmanes, pero no pueblos enteros», dijo a Télam la intendente local, Erica Revilla.
La funcionaria explicó que «la idea es hacer un polo gastronómico y turístico» y detalló que el ferrocarril ya no pasa, «entonces se cedieron los terrenos al municipio para comenzar a trabajar esto».
«Ya se realizaron las tareas de limpieza de la vía, donde hay unas casitas de estilo inglés en las que planeamos hacer un corredor cultural con restaurantes y un paseo», precisó.
Sin hospedajes -los pocos que hay se encuentran en localidades cercanas- desde el gobierno nacional propusieron que la gente del lugar albergue a los turistas en sus propias casas, lo que fue considerado por Revilla como «una buena alternativa, porque ellos son muy solidarios, cálidos y serviciales».
Ubicado a 360 kilómetros de la Capital Federal, sobre la ruta 45, en el norte bonaerense, en sus construcciones bajas de ladrillo, emplazadas sobre anchas calles de tierra, reina la tranquilidad como en cualquier otro pueblo pequeño bonaerense, con la economía centrada en la producción agrícola ganadera.
Pero la particularidad de La Angelita es que los lugareños mantienen intactas sus tradiciones árabes, aunque la inmensa mayoría nació en Argentina, y conservan las costumbres de los primeros inmigrantes que llegaron al lugar hace más de un siglo tanto en el idioma como en la religión.
El homenaje a los antepasados también se rinde en la enseñanza de la historia y la cultura siria que lleva a cabo la profesora Marta Pepe en la Sociedad Árabe Islámica.
Ella da clases a alumnos de entre 9 y 12 años descendientes de sirios y árabes musulmanes, «para transmitir la tradición de generación en generación».
«Muchos hablamos los dos idiomas entre nosotros desde siempre, pero es natural que con el tiempo eso se vaya diluyendo, y por eso los profesores, abuelos y tíos mayores inculcamos a los más chicos la cultura que nos dejarnos nuestros padres», relató a Télam.
Las raíces árabes también cobran vida en las cinco oraciones diarias del Corán que gran parte de sus habitantes reza, así como en la preparación de alimentos según las antiguas recetas traídas por los abuelos, en los bailes árabes y en las fiestas.
El sheij o líder religioso de la comunidad, Alejandro Muhammad Abbul Kerim, es quien celebra las ceremonias de casamiento, los ritos mortuorios, la circuncisión a los varones y recita el Corán con entonaciones porque cree que «en el mundo globalizado se van perdiendo las identidades, pero nosotros queremos recuperarlas».
«Tenemos un salón de oración con un mihrab (una pequeña habitación, que en las mezquitas indica el lugar hacia dónde hay que mirar cuando se reza) orientado hacia La Meca. El salón para rezar es muy modesto pero muy lindo», relató el religioso.
Al respecto, Pepe narró que «en la Sociedad Árabe también nos congregamos para celebrar las dos principales festividades religiosas del Islam: el Mes de Ramadán, con cada cambio de luna, donde hacemos 30 días de ayuno desde que sale hasta que se pone el sol, y por la noche una comida; y la Fiesta de Sacrificio, que es 70 días después de la otra».
«Durante el Mes de Ramadán ponemos parlantes en la institución y cuando tenemos el llamado a la oración, todos dejamos lo que estamos haciendo y vamos a rezar», describió.
A esos festejos asisten musulmanes de toda la zona -Rojas, Arenales, Junín y Ascensión- y según la mujer «solemos terminar todos emocionados hasta las lágrimas».
En las casas de los moradores del paraje también pueden advertirse distintas huellas de la tradición musulmana que sus antepasados trajeron consigo: la bandera siria y las telas características de colores colgadas en las paredes, inscripciones del Corán, y en cada mesa platos de Malfuf (niños envueltos), Hemsi (puré de garbanzos), Esfihas (empanadas árabes), Kebbi (torta de trigo) y Shanklish (queso) preparados en cocinas a leña.
Las costumbres también se mantienen vivas a partir de los alimentos que no comen por considerarlos impuros como el cerdo, los reptiles, los insectos y los peces sin escamas.
«Nosotros somos segunda, tercera y hasta cuarta generación de musulmanes que tratamos de seguir con las costumbres, la tradición y la religión», contó el sheij a esta agencia.
Los lazos con las tierras de los antepasados también se preservan a través de la música y el baile de La Angelita, que posee su propio grupo de danzas folklóricas árabes, llamado «Paz y Esperanza» e integrado por chicos de origen árabe, italiano y español, quizá como reflejo de la armonía en la convivencia entre católicos y musulmanes, donde las costumbres argentinas se amalgaman con las sirias a cada paso.
«Musulmanes y cristianos nos criamos juntos: fuimos juntos a la escuela y hoy trabajamos juntos», apuntó en ese sentido el religioso y la profesora de árabe añadió que «a nuestra cultura le agregamos lo nacional con todo respeto porque acá las dos tradiciones se fusionan y las dos culturas se relacionan en armonía».
«Nosotros tomamos mate. Los domingos comemos asado o pasta y baklava (pastel elaborado con una pasta de nueces trituradas, distribuida en la masa filo y bañado en almíbar) de postre», resumió la mujer.