El actor Pedro Molina, uno de los más de 300 con Síndrome de Down que forman parte de la compañía de teatro inclusivo «Las ilusiones» asegura que el teatro «no es un juego, es un trabajo»
«Quiero sentirlo como un trabajo donde voy a cobrar mi parte», subraya a Télam el actor, de 32 años, al celebrarse hoy el Día Mundial del Síndrome de Down.
Con sedes en la capital federal y el Gran Buenos Aires, La Plata, Mar del Plata y Salta, «Las ilusiones» ofrece desde 2009, bajo la dirección de Juan Ignacio Acosta, una talleres artísticos para personas con discapacidad intelectual que se forman en teatro, comedia musical, coro y danza.
Los talleres luego dan paso a producciones profesionales en teatros y entes públicos y privados.
«Además de hacer producciones artísticas, lo que busca es generar trabajo», explica Acosta durante una entrevista con Télam.
Todos los actores que participan en las producciones de «Las Ilusiones» son remunerados por su trabajo.
«El arte muchas veces es visto como un hobby, un pasatiempo, y no se considera un trabajo» -apunta el director de la compañía- «cuando los artistas tienen alguna discapacidad, la lucha es doble».
Leandro López Padrós, de 25 años, se suma a la conversación para expresar sus sensaciones cuando esta sobre un escenario frente al público.
«Al principio tenía miedo, pero lo superé hasta que hice mi primera obra, Jettatore», dice el joven, que además trabaja en la empresa de catering «Los Perejiles», como parte de un programa de inclusión laboral para personas con Síndrome de Down.
«Vergüenza como para taparme la cara, jamás», se anima su compañero Pedro
Molina.
En ese sentido, «Nacho» Acosta destaca la necesidad de expresarse y comunicarse por parte de los chicos que llegan a la compañía, ya que «a veces en personas con discapacidad mental siempre se escucha en primer lugar la voz de los padres».
Muchos de ellos llegan atraídos por la televisión, como Molina, que al ver las series producidas por Adrián Suar se dijo a sí mismo «si esos son tan buenos, ¿por qué yo no? Alguna vez quiero llegar ahí».
«Yo libero mi personalidad, me salgo, es como que siento alas» -expresó Pedro- «cada aplauso nos brinda afecto, amor, y me hace sentir como un actor más».
A pesar del profesionalismo con el que todos encaran el trabajo artístico, la relación entre ellos trasciende lo profesional.
«Mi pasión es actuar y quiero sacar lo mejor de mí, y mostrarle a Juan lo que soy capaz de hacer por él y por mí (…) conocerlo a él me cambió la vida», afirma Molina.
«No, vos me la cambiaste a mí, Pedro», le contesta el director.