La posibilidad de ingerir dispositivos que monitoreen diversos parámetros del organismo humano, es una de las nuevas aplicaciones «comestibles» de la Internet de las Cosas, que hoy fue presentada por el tecnólogo catalán Andreu Veà y que él considera como exponentes de una «era de transformación exponencial en la que el mundo ha cambiado» sin que «la mayoría de la gente se de cuenta».
Durante la presentación en la exposición Smart City que se desarrolló en el Centro de Exposiciones y Convenciones de la Ciudad de Buenos Aires, Veà se refirió al salto «disruptivo» que se ha vivido con la incorporación de nuevas tecnologías durante los últimos años del siglo XX, en el que el proceso innovador se ha vuelto «exponencial», duplicando la capacidad de los dispositivos año tras año.
«Los algoritmos no han mejorado desde la década de 1960. Lo que si ha mejorado es la potencia de cálculo y, sobre todo, las series de datos del big data que pueden alimentar esos algoritmos», señaló el presidente del capítulo español de la Internet Society.
Ese rasgo característico de la era actual hace que «un IPhone 6 tenga la capacidad de procesamiento de datos que tenía la supercomputadora más potente de hace 20 años y que el actual superordenador de hoy estará el el bolsillo de todos en 15 años».
Veà dedicó una importante parte de su charla al impacto de estas tecnologías aplicadas a la medicina: desde la impresión 3D para huesos o los tejidos artificiales para la regeneración de órganos hasta el abaratamiento de técnicas como el genoma humano que, en menos de 20 años, han pasado de valer 100 millones de dólares a tan sólo 90, permitiendo anticiparse a la existencia de algunas enfermedades como Parkinson o Alzheimer.
«Estén atentos, el mundo ha cambiado, es que mucho no nos hemos enterado. Muchos hablan de las tecnologías vestibles y ya están las ingeribles: pastillas que me dicen cuando fue la última vez que la tomé, o píldoras que ahorran el costo de una colonoscopía y que le otorgan al médico 140 mil imágenes en color».
De esa forma se refirió al avance de la Internet de las cosas, es decir, dispostivos que han comenzado a producirse hace muchos años pero que, desde un tiempo a esta parte, tienen la posibilidad de conectarse a la red para intercambiar información.
«Una pila tradicional se conforma de dos polos y un ácido. Si ponemos en una píldora dos polos, el ácido está en nuestro estómago. Una vez allí, la píldora puede conectarse y darnos datos como la temperatura de nuestro cuerpo», explicó.
Sobre la tecnología en general, si bien el especialista catalán ha dicho que «hacer predicciones sobre lo que va a pasar más allá de los 10 minutos futuros es apostar a quedar como un tonto», afirmó que en un futuro muy cercano los coches serán «autónomos, conectados, híbridos y compartidos».
«Las baterías han bajado un 77 por ciento en 10 años. Así, la paridad de costo con el motor de combustión interna será alcanzada en 2022, 5 o 10 años antes de lo que estimábamos», dijo Veà.
Además estimó que, con el uso actual que se les da a los automóviles, el futuro será de autos compartidos y autónomos, algo que ya es posible por la capacidad de procesamiento de datos de esos dispositivos: «el coche recoge 750 megabytes por segundo, algo similar a un CD por segundo».
Veà concluyó diciendo que la más potente de las supercomputadoras actuales se encuentra a 0.2% de la capacidad del cerebro humano, pero recordó que en una era exponencial serán pocos los años los que pasarán hasta que los ordenadores alcancen la capacidad humana.