De todas las funciones del cerebro, es probable que su capacidad de producir conciencia sea la más desafiante para nosotros.
Para comprender mejor cómo nuestra materia gris logra esta desconcertante tarea, un equipo de investigadores del Centro para la Ciencia de la Conciencia de la Universidad de Michigan (EE. UU.) observaron más de cerca qué hace el cerebro cuando se está desvaneciendo.
Lo que te hace consciente del ruido en tu estómago, de la silla en la que te encuentras sentado… tiene que ver, lógicamente, con el cerebro pero, más allá de eso, todavía hay mucho más que desconocemos.
Una forma de investigar este tema es comparar el estado consciente con el inconsciente, como cuando estamos noqueados antes de una cirugía gracias a la anestesia.
Sin pensarlo demasiado, podríamos asumir que si lo comparáramos con un interruptor, estar inconsciente es como apagar ese interruptor de la conciencia momentáneamente al cerrar áreas clave de nuestro sistema nervioso. Aunque hay expertos que no piensan que esto sea exactamente así:
«Publiqué un artículo teórico cuando era residente en anestesiología, sugiriendo que la anestesia no funciona al desconectar el cerebro per se, sino más bien aislando procesos en ciertas áreas del cerebro», dice el anestesiólogo George Mashour
Como cualquier buen científico, no fue suficiente especular: quiso poner su hipótesis a prueba.
Junto a varios equipos de investigadores, llevó a cabo una variedad de experimentos para ver exactamente qué estaba sucediendo en el cerebro a medida que cambiaba de estado consciente a inconsciente.
La diferencia entre la conciencia y la inconsciencia es mucho más difícil de establecer de lo que parece
En el primer estudio, Mashour y sus colegas monitorearon el flujo sanguíneo en ciertos tejidos nerviosos utilizando resonancias magnéticas funcionales, comparando las mediciones en 23 pacientes que estaban sedados, sometidos a anestesia quirúrgica o en estado vegetativo.
Específicamente observaron el momento en las áreas del cerebro mientras coordinaban la información entrante. Lo que encontraron indicó que algunas áreas parecen hablar más consigo mismas a medida que el tiempo de las comunicaciones se extendía.
«Mostramos en las primeras etapas de la sedación, que la línea de tiempo del procesamiento de la información es mucho más prolongada y las áreas locales del cerebro se conectan más estrechamente entre sí», comenta Anthony Hudetz, líder del trabajo que publica la revista Journal of Neuroscience.
El segundo estudio asumió el desafío de medir cómo esa información realmente se integra en el cerebro.
Para describir cuantitativamente esa medida de integración, un área de investigación conocida como teoría de información integrada usa un valor designado por la letra griega phi. Se cree que en el cerebro, phi se corresponde con la conciencia de alguna manera.
Los expertos dividieron la tarea en pasos más manejables y prácticos basados en lecturas de electroencefalograma: «Demostramos que a medida que el cerebro se vuelve más modular y tiene más conversaciones locales, la medida de la integración de la información comienza a disminuir», explica el físico y anestesiólogo, UnCheol Lee.
Los resultados de esos dos estudios sugieren que phi -la medida de integración de la información- se reduce a medida que el tiempo de las comunicaciones en las regiones dispares del cerebro también disminuye.
En su informe final revisaron sus resultados frente a la literatura más reciente, resumiendo su comprensión de cómo funcionan nuestros cerebros durante el sueño, la anestesia general y los trastornos de la conciencia.
«Descubrimos que, durante la inconsciencia, la conectividad interrumpida en el cerebro y una mayor modularidad crean un entorno que es inhóspito para el tipo de transferencia de información eficiente que se requiere para la conciencia», dice Mashour.
Si bien aún deja muchas preguntas sin responder, el trabajo señala el camino hacia cómo surge la conciencia de un cerebro saludable; podría ayudarnos a distinguir mejor cuándo los pacientes que no responden aún son conscientes.