La maculopatía se caracteriza por una pérdida de la visión central con borramiento de los detalles, aunque sin consecuencias en la visión periférica.
La zona afectada es la mácula, una pequeña porción de 5 a 6 milímetros en la zona central de la retina, permite ver los detalles con claridad y realizar actividades como leer o conducir un rodado.
Sus primeros síntomas son visión borrosa de números y letras, y la deformación de las líneas rectas.
Básicamente, existen dos tipos de maculopatía: húmeda y seca, que se diagnostican mediante estudios oftalmológicos.
La maculopatía es responsable del 80 al 90 por ciento de la pérdida de visión. Es consecuencia del crecimiento de una membrana neovascular, es decir, vasos que se desarrollan por debajo de la mácula.
A lo largo del tiempo, se han utilizado diversos procedimientos para su tratamiento. Actualmente, la terapia antiangiogénica, que impide la formación de nuevos vasos sanguíneos, es la indicada para los casos de maculopatía húmeda.
En etapas tempranas, previo a los síntomas, la maculopatía puede ser detectada por el oftalmólogo, mientras que en períodos tardíos se manifiesta por pérdida progresiva de la visión.
La degeneración macular aumenta drásticamente con la edad: tiene una prevalencia de 0,1 por ciento entre los 43 y 54 años y de 7,1 por ciento en pacientes mayores de 75 años.
Los factores que incrementan el riesgo de padecerla son antecedentes familiares de retinopatía, tabaquismo, dietas pobres en antioxidantes, falta de vitaminas y de zinc.
Otros factores que pueden elevar la posibilidad son etnia blanca, iris claros, sexo femenino, enfermedades cardiovasculares y exposición solar importante.
Si un ojo fue afectado por maculopatía y en el otro existe alguna alteración en el área macular o si el paciente padece de hipertensión arterial, el riesgo de que también se desarrolle en el segundo es del 87 por ciento, mientras que, si estos factores no existen, la probabilidad cae al 7 por ciento.
Los pacientes que consumen vegetales de hojas en abundancia, antioxidantes y zinc tienen menor riesgo, pero éstos no son suficientes en la dieta y, por lo tanto, deben ser complementados con suplementos dietarios.