Tres nuevos testigos se sumaron a las denuncias que durante años hizo Julieta Añazco, referente de víctimas de abuso eclesiástico, para pedir que se reabran las investigaciones de denuncias contra el sacerdote Héctor Ricardo Giménez, quien enfrentó tres causas sin condena y una sanción de la Iglesia por casos de abuso sexual de niños.
Dos mujeres y un hombre contaron a Télam haber sufrido, hace cuatro décadas, abusos por parte de Giménez, de 84 años y alojado en el Hogar de Ancianos Marín de La Plata.
El caso de Giménez es emblemático ya que una de sus denunciantes es Julieta Añazco, una referente de víctimas que durante años reclamó al arzobispado de La Plata que entregue a la justicia los resultados de una investigación canónica contra el sacerdote.
Como Añazco, Valeria Regner, iba a los campamentos de verano que el sacerdote organizaba en un campo de la localidad platense de Magdalena, vecina a la capital bonaerense.
«Fui al campamento. Giménez nos llevaba por 10 días a un campo y nos tenía aislados porque era el único adulto a cargo. Allí fui víctima de sus tocamientos», aseguró Valeria, quien logró contar el abuso sexual a sus 7 años, al regresar aquel lugar.
Su papá no tuvo dudas de su testimonio y aportó datos a la Iglesia que «no hizo nada», apuntó,
Junto con otras víctimas, Valeria y Julieta piden que la justicia penal de La Plata y de la ciudad de Buenos Aires reabran las causas que se les siguieron
al sacerdote.
Regner había denunciado al sacerdote en 2013, pero nunca se había animado a hacerlo público: «Soy víctima de ese depredador y no puede ser que las causas prescriban por el tiempo que pasó entre los hechos y la denuncia» y evaluó que «el Estado debe respetar los tiempos de las víctimas».
«Lo más significativo que logramos hasta ahora es que forme parte de la historia como lo que es, un delincuente sexual. Pero no es suficiente. Queremos evitar que esto le siga pasando a otras personas. Por eso pedimos que se desarchiven las causas», remarcó Regner.
Otra de las víctimas, Ricardo Benedetti contó a Télam que en 1974, a sus 8 años, fue abusado en el confesionario días antes de tomar la comunión en la parroquia de Santa Clara, del barrio porteño de Flores.
«El cura me preguntó qué malas palabras decía yo. Contesté ‘boludo’. Me dijo que eso era una enfermedad de ‘ahí abajo’ y me manoseó los genitales. Me quedé petrificado, no logré ni hablar», precisó.
Benedetti recordó que los abusos se prolongaron en el tiempo y en el confesionario.
«Este monstruo me metía la mano en el calzoncillo y me tocaba. Nunca pude hablar. Viví mi infancia encerrado en los libros y la televisión hasta que el año pasado recuperé la memoria cuando leí una nota de Télam sobre los abusos en la Iglesia», rememoró.
«Fue como un tsunami de recuerdos. Ahí decidí hacer la denuncia penal, algo que fue tremendamente doloroso hasta desde lo corporal», agregó.
Pese a que Benedetti hizo la denuncia penal en la justicia porteña y luego la ratificó en la Fiscalía terminó siendo declarada prescrita.
«Pedimos que los delitos de abuso sexual no prescriban. Queremos que se haga justicia», insistió.
Mariana, otra de las víctimas del cura, expuso ante Télam que fue recién a los 20 años cuando se dio cuenta que había sido abusada a los 10. «Fue en 1983, en el campamento él nos bañaba, él decidía quién podía ir a su carpa para comer caramelos y yo entré», recordó y añadió que el cura «nos bajaba la bombacha y nos tocaba los genitales con un algodón».
«Recién a los 35 años les pude contar a mis padres los abusos de Giménez cuando me enteré de las demás denuncias. Tengo tres nenas chicas, y aún no se los puedo explicar porque no quiero arruinarles la cabeza», expresó.
«Pero me da bronca que no se investigue. No me voy a morir sin decirle unas cuantas cosas en la cara», puntualizó Mariana.