La figura de Victoria Ocampo se resignifica al cumplirse mañana 40 años de su muerte por el rol disruptivo que tuvo en el ámbito cultural como escritora, editora, mecenas de autores argentinos y extranjeros, así como feminista e intelectual.
Nacida en el seno de una familia aristocrática en la ciudad bonaerense de Beccar el 27 de enero de 1890, logró durante su juventud una destacada participación en los movimientos feministas que surgieron en Argentina, así como en agrupaciones intelectuales y antifascistas que la llevaron a fundar en 1936 la Unión Argentina de Mujeres.
La acomodada posición económica que heredó de su familia le permitió viajar al exterior y establecer contacto con exponentes de la literatura y del ámbito intelectual y en 1931 fundó la revista Sur, la acción sin dudas más destacada de su legado.
Desde allí promovió la obra de Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Ernesto Sabato, Silvina Ocampo, Alejandra Pizarnik, Jose Bianco, Virginia Woolf, Carl Gustav Jung, Thomas Mann, Andre Malraux, T.E. Lawrence, Martin Heidegger, Jean Genet, E.M. Forster, Henri Michaux, Lanza del Vasto, Henry Miller,Vladimir Nabokov, Robert Musil, Yukio Mishima, Georges Bataille, T. Adorno, Walter Benjamin, hasta el cese parcial de su publicación en 1971.
Como escritora, en 1924 publicó su primera obra, «De Francesca a Beatrice», editada por la Revista de Occidente con la ayuda de José Ortega y Gasset.
«No se puede entender la cultura argentina de buena parte del siglo XX sin recuperar a Victoria Ocampo» sostiene la becaria doctoral del CONICET, Soledad González, quien reunió en 2018 las investigaciones que había realizado en torno a su figura como intelectual, como mujer y como miembro de la elite en el libro «Victoria Ocampo: escritura, poder y representaciones» (Prohistoria).
González investigó el amplio período que va desde los años 30 hasta los 70, donde también la recupera la dimensión que logró esta intelectual como la mujer que «usaba pantalones, fumaba en público, que sacó licencia de conducir, escribía en el diario La Nación, se casó y tuvo un amante».
«Me interesó bucear en su rol como intelectual, pero también en su relación con el peronismo y el avance de los procesos democratizadores, y en las cuestiones de género y clase», dice.
«Su figura siempre fue recuperada por su carácter disruptor, pero es interesante pensar también que ella tenía otras posibilidades que no tenían otras mujeres de otros sectores sociales de la época», advierte González, que además es historiadora.
«Victoria era la primogénita de una familia de elite compuesta por mujeres: sus padres deseaban –como lo muestra ella en sus escritos- un varón que nunca llegó, y Victoria, en cierto sentido, encarnó ese lugar vacante. Su padre se opuso a que se dedicara a su primera vocación, el teatro, y a su labor cultural», recuerda.
«Recién luego de la muerte del padre, ella incursionó en el campo cultural en el cual ya había empezado a participar desde los veinte, con una impronta mayor en Sur que fundó en 1931», explica González.
El costado más discutido de Victoria, «fue el de su profundo rechazo hacia lo masivo y lo popular, que se vio más notoriamente frente al peronismo. Ella pertenecía a una elite que se autopercibió como desplazada y afrentada identitariamente por el peronismo, este es quizás su costado más tenso y controvertido más allá de su indudable valor cultural», señala González.
Otro punto abordado por la historiadora fue la identificación de Victoria Ocampo con el feminismo: «Victoria recuperó a Virginia Woolf, fue su referente. Tuvo una fuerte participación política en la lucha por los derechos civiles de las mujeres y también políticos, luego no apoyó la aprobación del sufragio femenino en nuestro país, porque lo enlazó al peronismo, y ella era marcadamente antiperonista».
Para la investigadora «esto hay que ponerlo en contexto» ya que «buena parte del arco intelectual se nucleó en el antifascismo y veía al peronismo como la encarnación del fascismo en nuestro país. Recién hacia los años 70, la revista Sur publicó un número dedicado enteramente a la mujer, donde publicaron, entre otras, Indira Gandhi, María Rosa Oliver, Alicia Moreau de Justo y Alicia Jurado».
En ese número, «Victoria publica La trastienda de la Historia y recupera al sufragismo, a su referente Virginia Woolf y menciona la obra de Robin Morgan y Betty Friedan. También se posiciona a favor del aborto».
Para González, el aporte más grande que hizo Victoria Ocampo fue Sur, y ligado a este el de una «traducción de culturas», un punto marcado por María Teresa Gramuglio, reconocida estudiosa de diversos autores de la literatura argentina.