La escritora Graciela Repún y su marido y escritor Enrique Melantoni escribieron a cuatro manos «Urbanas. Leyendas de ciudades», una serie de relatos locales narrada para chicos con el fin de que conozcan historias que transitaron los tiempos de boca en boca y que hacen al ideario colectivo.
«De iglesias y de amores», que relata la vida y muerte de Felicitas Guerrero, «De depósitos bancarios y de otros depósitos», la leyenda de los fantasmas del Banco Nación, y «De hamacas y periodistas», el caso de la hamaca que se movía sola en una plaza del pueblo de Firmat, en Santa Fe, son algunas de las historias que rescataron los autores para trasladarlas a un vocabulario ágil y entretenido.
-¿Cuál es la necesidad de contar leyendas para chicos?
– Graciela Repún: Las leyendas están ligadas a elementos precisos de la comunidad e integran nuestra memoria colectiva porque se refieren a ciertas personas en particular, a sucesos o tiempos determinados ubicados en zonas reconocibles. Así que, en principio nos dan, a grandes y a chicos, un sentido de pertenencia. Además, al haber sido transmitidas a través de generaciones en forma oral, donde cada narrador añadió, quitó o modificó a su estilo la historia original, las leyendas, sin perder el trasfondo folklórico, están en permanente y vitalísima recomposición.
-¿Por qué urbanas?
– G.R.: Porque hay que reconocer que es inquietante y a veces hasta pavoroso, que nos cuenten un hecho que sucedió o está sucediendo cerca de nosotros. Sin importar que sepamos que esas mismas leyendas reaparecen en otras fronteras y culturas también contadas como si fueran propias. El miedo sigue siendo el mismo. Además, las leyendas urbanas son historias contemporáneas, historias que provocan tanta fascinación, extrañeza o rechazo que meternos en el tema fue un placer y un desafío, especialmente porque sabemos que se comparten a través de muchísimas páginas de Internet y redes sociales, tanto como en la escuela o, entre los más grandes, en reuniones y en salidas.
-¿Cómo fue la selección de las historias?
– G.R.: En principio elegimos las que pensamos que podían transmitir una atmósfera especial, así fuera desconcierto, intriga o melancolía. Nos interesó, por ejemplo, el misterio que envolvió la muerte y luego el pase a la devoción popular, del tucumano Andrés Bazán Frías. En otros casos, buscamos recrear la frescura de la oralidad, como en la de Felicitas que parece narrada por un vendedor ambulante que ofrece -como si vendiera un tónico que lo cura todo la posibilidad de encontrar un amor o de ver un fantasma. O como en la payada, que además nos gustó mucho por el tipo de poesía y porque muestra a Juan de la Cruz Cuello, un experto en armas, caballos, amores y payadas, y cómo fue acusado de enemigo público por Juan Manuel de Rosas al no haber aceptado ser parte de la Mazorca.
-¿Es fácil adaptar las historias de colectivo imaginario para que la comprenda y entretenga a los chicos?
– G.R.: Aunque la mayor parte de lo que escribimos es para chicos y la leyenda no tiene complicación argumental porque se compone de una secuencia corta de motivos, cada instancia del trabajo llevó su tiempo y dificultades. En principio, se encuentran muchísimas versiones de una misma historia y eso nos impulsa a investigar, a comparar, a ahondar. Si las leyendas estaban basadas en personajes o lugares reales, buscamos los datos históricos, arquitectónicos, paisajísticos, lo que fuera, porque siempre necesitamos saber y entender todo lo que podamos aunque luego no lo incluyamos en la historia. Eso le suma textura a la narración, le da contexto. Leemos mucho y aprendemos más, pero tratamos de que quede solo lo esencial, lo que sentimos que nos conmueve y puede conmover a otros. Después o paralelamente a la selección de los temas, elegimos el modo de contarlo.
-¿Alguna de las historias te atrapó más? ¿Cuál dejaste de lado porque no te terminaba de cerrar?
– G.R.: Quedó afuera, entre otras, la de Delfina Cambaceres, que nos atrapaba, por lo trágica y porque escribimos una versión diferente a las conocidas. Pero era demasiado opresiva. También nos gustó mucho hacer la del Golem del Once. Pero se nos transformó en un cuento tierno y representativo, demasiado largo para este libro.
-¿Cómo ves el género LIJ en la actualidad?
– G.R.: A los escritores, muy bien. A las editoriales, preocupadas, varias en crisis. Y eso nos preocupa a todos. Nos preocupan las políticas culturales. No sabemos si se reanudará el Plan Nacional de Lectura que permitía un acceso parejo a los libros en las escuelas. En la feria, encontramos bibliotecarias estaban preocupadas por el presupuesto de la CONABIP. ¿Cómo puede desarrollarse el género si hay menos editoriales o publicaciones? ¿Qué lectores podremos tener si no les llegan nuestros libros?
-Hay una movida grande de chicos que recomiendan libros por las redes. ¿Cómo ves ese fenómeno?
– G.R: Me interesa mucho la comunicación interactiva que se produce en la red y lo que sucede con las narrativas transmedia. Pero además, entiendo la necesidad de que los lectores se recomienden entre pares, tanto en espacios virtuales como presenciales.
-¿Qué libros recomendás para comenzar con la aventura de la lectura?
– G.R: Hay libros para todas las edades y todos los lectores. Esa aventura comienza cuando un adulto le acerca un libro a un bebé. Mi recomendación entonces no es un libro en particular, es facilitarle el acceso a los libros a cada chico, para que se apropien de ellos desde muy temprana edad.