Se acababa el partido y Argentina no podía ganarle a Nigeria. Estaban 1-1 y el reloj marcaba los 42 minutos. En San Petersburgo, en La Plata y en cualquier rincón del país había una decepción gigante. Se respiraba nerviosismo y decepción. No había caso. El final de una generación, ahora sí, estaba escrito. Pero el destino, como luego de los tropiezos en la última Eliminatoria y el milagroso triunfo de los africanos ante Islandia, metió otro capítulo: desborde por la derecha de Gabriel Mercado, centro al punto del penal y aparición de Marcos Rojo, cual delantero de cualquier equipo grande Europa, le metió tremendo derechazo al balón para hacer el gol que más se gritó en la Argentina en los últimos años.
La Selección se metió en octavos de final de Rusia 2018. Su próximo rival será Francia, subcampeón de Europa, con un plantel joven que promete. Que llegó para ser campeón y lo quiere demostrar. Pero ahora hay un gigante que se acaba de despertar. Ya todos los saben. Los galos, también.
El partido fue tan cambiante como este grupo D para Argentina y Nigeria. En los primeros minutos los nuestros jugaron mejor, con una tenencia de la pelota, una buena distribución de Ever Banega y con Lionel Messi comprometido en el juego. También estuvo activo y picante Ángel Di María por la izquierda.
Luego de un par de aproximaciones, Banega le metió terrible asistencia frontal a la Pulga, que corrió por la derecha y definió de manera brillante al segundo palo del arquero. Sexto gol en mundiales y el tercero en tres diferentes (Alemania 2006, Brasil 2014 y Rusia 2018).
Después siguió manejando el partido la Argentina, con una línea de cuatro en el fondo que presionó arriba, un mediocampo combativo y algunas corridas de Messi. Volvió a ser un equipo un tanto lento de mitad de cancha para adelante, pero -sin esforzarse- le ganaba bien a un rival muy pobre.
Pero todo empezó a cambiar en el complemento. La dupla Banega-Javier Mascherano perdió el equilibrio, Di María se cansó y Messi se tomó un descanso peligroso. Con poco (y nada) Nigeria llegó al arco de Franco Armani y tras una desatención defensiva el árbitro turco Cüneyt Çakircobró penal de Mascherano a León Balogun que no existió. Mosses decretó el empate a los 6 minutos y todos los fantasmas sacaron boleto para ver la peor versión de la Argentina.
La Selección, con un Jorge Sampaoli cada vez más desdibujado, no tuvo reacción. Pipita Higuaín desperdició una chance inmejorable (y van), Messi no fue el líder que necesita todo equipo y Marcos Rojo casi comete un penal en su afán por despejar un pelota dentro del área. Otra vez bajo presión el equipo no supo salir bien parado.
Pero este equipo tiene jugadores con coraje y amor propio. Uno de ellos es Marcos Rojo, el chico de El Triunfo en las afueras de La Plata que le aportó El Triunfo a la Argentina con un derechazo letal tras centro de Gabriel Mercado. Tantas veces ensayado por Alejandro Sabella en Estudiantes y probado en la Selección, tuvo su punto alto en San Petersburgo. Al punto que Lionel Messi le pidió permiso para subirse a su cuerpo para un festejo que cruzó el Atlántico.
Argentina, con el corazón en la mano y otra cosa en la garganta, se metió en el lote de las mejores 16 selecciones del Mundial. Ahora lo espera Francia y todo puede pasar, más allá de no ser favorito.