Los perros saben nadar instintivamente, y algunos, como los labrador o los terranova, no dudan en zambullirse. Eso sí, no todos se defienden bien bajo el agua.
Es poco probable que veamos a un bulldog bucear. Sin embargo, algunos canes se mueven muy bien bajo el agua y aprenden con facilidad a zambullirse y a recoger objetos sumergidos. El perro de agua español, un primo de menor tamaño de la raza homónima portuguesa, es uno de ellos. Este eximio nadador posee unas increíbles capacidades para el buceo y puede llegar a descender a varios metros de profundidad.
En sus orígenes, muchas razas fueron criadas para prestarnos ayuda en entornos acuáticos. Por ejemplo, se han empleado terranovas, unos perros de gran fuerza que rondan los sesenta kilos, en la pesca y a bordo de embarcaciones. También se han utilizado en tareas de rescate. Los labradores, que como los anteriores se desarrollaron en lo que hoy es Canadá, solían ayudar a los pescadores a sacar las redes del agua.
Otros se han usado en la caza en entornos pantanosos, una tarea de la que se hacían cargo los caniches o poodles. En la actualidad, pocos se dedican a esos menesteres, aunque aún disfrutan con un buen chapuzón.
Para saber si un perro puede bucear, primero hay que determinar si le gusta nadar y si es capaz de recoger cosas que floten. Cuando consiga moverse por el agua con destreza y sin experimentar miedo, se puede intentar jugar con él arrojándole pelotas que se hundan, de colores claros, para que las distinga sin problemas. A partir de estos pasos, dos labradores estadounidenses aprendieron incluso a perseguir langostas, una capacidad muy apreciada por su dueño.