Muchas veces respondemos con un ataque ante determinadas personas que nos hieren, agreden o rechazan. La psicóloga Inés Dates precisa que, para evitarlo, es necesario saber cómo trasmitir lo que se quiere decir.
«La idea no es que digas todo lo que te pasa en el momento, cada vez que te pasa. Los sentimientos, para ser elaborados (y comunicados eficientemente), requieren una pausa. Poder bajarlos a tierra, para evaluar qué te comunican, qué tienen para decirte y cómo incluirlos en tus diálogos con la vida. Y una vez que creas que lo mejor es compartirlos con el otro, sí poder encontrar la manera de transmitirlos», recomienda.
Entre otros tips, la profesional recomendó: que nada se «pudra» adentro de vos; sentirte escuchada, vista y reconocida por vos y por el otro; guiar al otro respecto de lo que sos y necesitás; y mantener con tu entorno afectivo vínculos sanos, libres de rencores y de ocultamientos.
«Me incomoda expresar mis emociones»
No te hallás hablando de lo que te pasa, te imaginás la situación «charla de café» en la que «te desnudás» y te parece casi imposible de llevar a la práctica: te ponés nerviosa y pateás el tema porque nunca encontrás el momento ni la manera de plantearlo. Es entendible, manifestar un enojo, pedir perdón, no son emociones cómodas.
Estrategia: mostrar nuestra vulnerabilidad puede ser riesgoso, y por eso se necesita una fuerza interior que te sostenga. Si no sentís esa fuerza, seguro vas a esconder tu debilidad; y si esto se hace costumbre, podés transformarte en una de esas personas que no se sienten con derechos y que hasta ni saben lo que desean, sometidas a los deseos de otros. El mayor riesgo acá es dejar de registrar tus propias emociones, por eso tu dispositivo en este caso tiene que ayudarte, en primer lugar, a reconectarte con vos. Huir agranda el miedo, por lo que el próximo paso es buscar tu propia fuerza, esa que te permite mostrarte vulnerable. Tu cuerpo te puede dar señales de ella. Al pararte sintiendo el apoyo de tus pies sobre el piso, podés sentirte firme. Lo llaman grounding, y se trata de eso: de sentirse plantada. Después, volvé con tu imaginación a la situación que viviste y cambiá el final: en TU obra, el que te lastimó puede ser alguien confuso que no supo comprender lo que pasaba o una persona asustada y controladora; y vos, la que actuó bien.
Resultado: esto no es una evaluación objetiva de lo que ocurrió, pero tampoco lo era la situación que tus emociones dibujaban.
«Tengo miedo a la reacción del otro»
No decimos porque sabemos al otro conflictivo y nos vamos a ligar una agresión como contraataque. Imaginamos su reacción y tenemos miedo de terminar más heridas aún o incluso peleadas con esa persona.
Estrategia: puede que lo que ocurra en este caso es que sí estés conectada con tus emociones y las registres, sí sientas fuerza para mostrar tu vulnerabilidad, pero te sientas incapaz de enfrentar al otro por miedo a las consecuencias. ¿El otro puede enojarse? Sí. Pero eso no puede hacerte quedar pegada a tu dolor ni a tu enojo. En este tipo de situaciones, la pausa que te da el dispositivo puede servirte para pensar cómo comunicarlo. Una buena estrategia es manejar el recurso de la empatía, yendo al plano de lo subjetivo. No pienses la charla como una pelea o como que vas a tirarle un tsunami por la cabeza, sino como un intercambio.
Para lograr que el otro empatice con tu sentimiento y desarticular el supuesto enojo que te imaginás que va a tener, qué mejor que arrancar la charla teniendo en cuenta sus emociones y empezando por lo bueno. En lugar de comenzar con un reclamo, podés empezar diciéndole: «¿Vos estás enojada conmigo? ¿Te pasa algo? Porque vos solés ser un sostén para mí, y noto que en el último tiempo no me diste mucha bola, por ahí es porque te pasa algo». En ese momento el otro se va sentir interpelado, pero no desde un lugar de reclamo sino desde la preocupación, y es mucho más probable que tu «mensaje» llegue a destino. La idea no es hacerlo sentir «en falta», sino que pueda entender cómo viviste vos la situación.
Resultado: puede ocurrir que inevitablemente el otro se enoje, e incluso puede llegar a ser sano: una pausa en una relación puede ayudar a resetear un vínculo que tenía que resignificarse.
«Justifico al otro»
En este caso, el otro hizo algo que te duele o te molesta, pero te armás miles de explicaciones en tu cabeza por las cuales justificás su actitud. Focalizás en los motivos que pueden haberlo llevado a actuar de una determinada manera, y eso te permite «entenderlo» de antemano, intentar no enojarte y dejarlo pasar.
Estrategia: este es, en realidad, otro tipo de huida, que tiene que ver con el «run run» mental que nos armamos para evitar al otro (y es muy parecido a hablar con otros de lo que te molestó y no con la persona en cuestión: son evasivas). Y esto no está bueno por varias cuestiones: primero, porque si te adelantás a entender qué siente o piensa el otro, en realidad lo estás asumiendo, sin tener mucha idea de si efectivamente es eso u otra cosa. En segundo lugar, porque esa pose protectora, más que al otro, te está protegiendo a vos: te está evitando enfrentar el conflicto. Y por último, porque probablemente lo que te molestó se convierta en una bomba de tiempo que arrastres hasta que, un día, explote.
En estos casos, lo ideal es simplificar la ecuación para reducir el drama: menos es más. De hecho, existen incluso enojos muy eficientes, tan agudos y filosos que transmiten perfectamente el mensaje. Lo mejor es ir a lo genuino, eso previo al enojo: tu dolor, tu desilusión. Tratá al otro como a un igual, como a un adulto que puede perfectamente lidiar con reclamos, emociones ajenas y las consecuencias de sus actos. No lo subestimes. Intentá ver la persona que hay detrás de sus ojos. Como dice el psicólogo y escritor norteamericano Rick Hanson, solemos interactuar de máscara a máscara, pero lo más interesante es lograr ver a la persona detrás de la máscara.
Resultado: en el fondo, todos anhelamos ser reconocidos en nuestra esencia más genuina.
Conectate con vos: como dice Hanson, usamos una máscara de «persona» que esconde nuestros más profundos sentimientos y pensamientos. El desafío es poder conectarte con la persona detrás de la máscara. Para eso, es fundamental que estés en sintonía con tus propias emociones. Conocerte, saber qué te pasa y registrar por qué te pasa te va a brindar la capacidad de conectarte con los demás.
Hacé una pausa: creá en vos el delay propio del streaming, no actúes impulsivamente, tomate un tiempo. Las emociones que suelen dolernos o perturbarnos son intensas, por eso es que su química tarda en irse de nuestro cuerpo. La idea es que puedas dejar pasar un día o dos, pensar y estar en otra cosa por un lapso de tiempo corto, para después retomarlas con otra cabeza. No te confundas, esto lejos está de ser una huida, es más bien una retirada estratégica, que te va a permitir un espacio de aire y reflexión para que puedas enfrentarte mejor con la situación.
Descentrate: poné en práctica una atención no focalizada, para transitar lugares que te brinden otro punto de vista. Salite de la emoción, que no te encierre. Y, echando mano a la llamada inteligencia emocional, permití que distintas emociones aparezcan y te den distintas perspectivas sobre el tema.
Elegí las batallas: la idea es que puedas detectar qué dejar pasar y qué no. Y esto es absolutamente personal, implica conocerte de tal manera que sepas diferenciar aquellas emociones que pueden ser dolores o enojos pasajeros, de aquellas que surgen de algo de mucho peso para vos. No se puede defender todo, solo lo importante.
Creá el momento: para armar esta instancia en la que vas a decirle al otro lo que te pasa, es importante que escuches también lo que el otro tiene para decirte. No para desviarte de tu objetivo, sino para que sea un verdadero diálogo, y que tu streaming no se transforme en una transmisión unidireccional. El otro tiene para aportarte su punto de vista, su experiencia, y para que sea escuchada es importante saber escuchar.
El enojo y la huida son reacciones que todos podemos tener, y eso no está mal. Lo que no está bueno es que construyamos vínculos a largo plazo basados en estas reacciones. Acá, nuestro trabajo es convertir el enojo en aviso de un problema y la huida en retirada estratégica. Y ojo, que lo estratégico no quite lo genuino. La conexión con tus emociones debe ser real, pero eso no quiere decir que no requiera cierta destreza. El streaming tiene un delay, usalo a tu favor.
Por último, no dejes de cuidar la forma, el timing. No lo hagas «de pasada» para sacártelo de encima ni a las apuradas. Honrá el momento, tené en cuenta que es importante, proponete hacerlo bien. Pero más allá de todo esto, sabé que puede fallar. Que tu manera de transmitir va a ser indefectiblemente imperfecta. Bancate el riesgo, la tragedia, y en esa inclusión del ruido hasta podés presupuestar el costo: teniendo en mente que las fallas técnicas son inherentes a todo streaming. Lo importante es el crecimiento que implica escucharnos y poder transmitir. .