El papa Francisco realizó un histórico pedido de perdón a los indígenas canadienses por el rol de algunos cristianos en el sistema de internados desplegado por el Estado del país norteamericano en los siglos XIX y XX y no escatimó gestos de cercanía para los nativos locales en una gira de 20.000 kilómetros con la que cruzó dos veces el segundo país más grande del mundo en los seis días de su visita.
En sus nueve discursos en suelo canadiense, el pontífice de 85 años no ahorró adjetivos y calificó como «políticas nefastas» a las 139 escuelas residenciales desplegadas por Canadá por el Estado, de las que unas 40 fueron gestionadas por instituciones cristianas, al tiempo que consideró a la práctica una «experiencia catastrófica» y un «error devastador» que llevó a una «destrucción cultural».
Luego, en el vuelo de regreso a Roma, planteó ante los periodistas de todo el mundo que lo acompañaron a bordo del avión papal, incluido un enviado de Télam, que se trató sin lugar a dudas de un «genocidio», tal como había dispuesto la Comisión Nacional para la Verdad y la Reconciliación del Gobierno canadiense en su informe de 94 puntos de 2015.
La visita del Papa, de hecho, respondió a uno de los puntos del informe, el 58, que exigía una disculpa pontificia en suelo canadiense por el rol de la Iglesia católica, que gestionó sin embargo algo menos de un tercio de las escuelas residenciales que fueron proyectadas y financiadas por el Estado.
Francisco, que continúa con la recuperación de la lesión que arrastra en su rodilla derecha, leyó la importancia y la lectura universal de mostrar la cercanía a los pueblos locales y no solo pidió perdón por el rol de las instituciones católicas sino que lo hizo también por el «mal» que pudieran haber causado los cristianos en general durante el régimen que funcionó entre 1883 y 1996.
«Pido perdón humildemente por el mal que tantos cristianos cometieron contra los pueblos indígenas», dijo Francisco en su primer discurso en Canadá a representantes de los pueblos First Nations, Métis e Inuit frente al sitio en el que se erigió una de las más grandes escuelas que sirvieron de internado a los niños de esas poblaciones, Ermineskin, que funcionó entre 1895 y 1975 en Maskwacis, 100 kilómetros al Sur de Edmonton.
El viaje del Papa, totalmente centrado en la reparación a los indígenas, fue especialmente pensado para que el pontífice pudiera visitar una ciudad característica de cada uno de los pueblos (Edmonton de los First Nations, Quebec de los Métis e Iqaluit de los Inuit), excluyendo de forma deliberada la capital del país, Ottawa, en una decisión poco habitual.
Entre los líderes indígenas, las palabras fueron vistas como «una sensación de esperanza, un primer paso», según dijo a Télam la presidenta de la Nación Métis del Estado de Aberta, Audrey Poitras.
«Hay que seguir las palabras del Papa y es importante trabajar juntos. Hoy fue un excelente nuevo comienzo, escuchamos del Papa las cosas por la que pedimos durante tanto tiempo», planteó.
Además de la condena al régimen de internados que estuvo presente en cada uno de los discursos que dio, el Papa desplegó también una serie de gestos de acercamiento a los nativos que terminaron de completar una visita de empatía y cercanía a los nativos. Así, visitó un cementerio indígena, participó de una ceremonia religiosa en un lago considerado milagroso por los pueblos originarios de Canadá y decidió cerrar la gira en Iqaluit, a solo 300 kilómetros del Polo Sur, para tener un encuentro casi familiar con los poco más de 7.000 habitantes de la ciudad que se convirtió en una de las menos pobladas jamás visitadas por un Papa.
«Me siento parte de su familia», les dijo de hecho el Papa a los indígenas en el último día de la visita, tras reconocer al mundo que el mal hecho por los cristianos a los nativos fue una «herida al cuerpo de Cristo» y de pedirle a la Iglesia local que no se considere una «cultura superior» a los pueblos originarios.
«Llego hasta sus tierras nativas para decirles personalmente que estoy dolido, para implorar a Dios el perdón, la sanación y la reconciliación, para manifestarles mi cercanía, para rezar con ustedes y por ustedes», fueron sus primeras palabras en Canadá tras visitar un cementerio indígena, en donde rezó en soledad sentado en la silla de ruedas con la que se desplaza en algunos tramos de la visita. Luego, repitió el mismo rezo de extremo simbolismo frente al lago Santa Ana, venerado por nativos y católicos por sus supuestas propiedades de sanación.
«La disculpa del Papa fue muy importante porque se notó su empatía y sinceridad», reconoció a Télam la sobreviviente de origen Métis Angie Crerar.
«Fue algo que nos llevó años escuchar y nos permite empezar de nuevo a corazón abierto. Que este sea el primer paso para seguir adelante», añadió Crerar.
Los constantes pedidos de perdón del Papa, sin embargo, no fueron correspondidos por el primer ministro Justin Trudeau, quien en su único discurso durante la visita de Francisco omitió cualquier mea culpa de parte del Estado por haber instituido y financiado el sistema de internados por el que pasaron unos 150.000 niños que fueron separados de sus padres para una política de asimilación forzada que buscaba «occidentalizar» sus costumbres. Trudeau se limitó a plantear que la reconciliación que tiene por delante el país es «responsabilidad de todos».
En ese marco, además de la reparación a los indígenas, la visita del Papa es vista por el Vaticano como la oportunidad para que el Gobierno canadiense devuelva el gesto hecho por el pontífice de 85 años que recorrió 20.000 kilómetros en seis días y designe finalmente a un jefe de misión en su representación ante la Santa Sede, a la que desde hace cuatro años mantiene sin embajador y gestionada por el encargado de negocios.