A pocas horas de conmemorarse los 47 años del golpe cívico militar en Argentina, Taty Almeida, referente de las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, reafirma en su visita a Télam el compromiso de su organización desde abril de 1977 y por más de cuatro décadas: «La única lucha que se pierde es la que se abandona».
Taty no estará en el país el 24 de marzo porque sus compromisos internacionales la llevan a España, donde dará tres charlas en distintos ámbitos, y compartirá panel con el exvicepresidente español, el periodista y referente de Podemos Pablo Iglesias. Pero, antes de emprender su nuevo viaje, resalta la vigencia de su lucha y la de sus compañeras: «A pesar de los bastones y las sillas de ruedas, las ‘locas’ seguimos de pie porque no estamos solas».

  • -Quería preguntarte por tu nombre, todos te conocemos por Taty, sin embargo, cuando uno va a tu nombre completo resulta difícil de recordar porque es muy extenso.
  • Taty Almeida (TA): Exacto.
  • -Ese nombre Lidia Stella Mercedes Miy Uranga significa una parte de tu historia y el Taty Almeida otra.
  • -Antes que nada, Bernarda, te quiero agradecer porque sabés lo que para mí significa estar en Télam. Alejandro, mi hijo detenido desaparecido, trabajó en Télam… Y ahí estamos con esa la placa que está acá (NdR: el homenaje a Almeida, junto al de sus compañeros Héctor Jesús Ferreiros y Célica Gómez está ubicado en los ingresos de las sedes Bolívar y Belgrano de esta agencia). Así que me emociona muchísimo estar acá y te agradezco a vos y a todas y todos los que hicieron posible esta entrevista.
    Efectivamente, soy Lidia Estela Mercedes, como se usaba antes, por los nombres de la abuela, por la tía. Pero bueno, te voy a contar por qué me dicen Taty. En mi familia éramos tres mujeres y un varón. Mi hermana mayor me llevaba un año y pico y nuestros padres nos contaban que a una de las hijas de un matrimonio muy amigo que tenían le decían Taty. Ella jugaba con nosotras. Entonces a mi hermana le encantó el nombre y me empezó a llamar Taty. Como vos comentabas antes, nadie sabe mi verdadero nombre. Además, es gracioso porque cuando viajo a algún lado y me tienen que sacar un pasaje o lo que sea, se sorprenden y me preguntan cómo es mi nombre.
    -Claro.
    -Mi familia Uranga es de Paraná y una vez me invitaron a dar una charla allá. Y se dio el colmo que voy a Aeroparque, entrego mis documentos y mi nombre no aparecía. Y entonces le pregunté si por casualidad no estaba como Taty Almeida, y así fue.
    Todas las Madres tenemos una historia de vida y si no hubiera sido por la desaparición de nuestros hijos, yo pienso que no nos hubiéramos conocido porque cada cual tenía su familia y sus amistades. Es muy importante que se conozca la historia de vida de las Madres, porque nosotras no nacimos militantes. La mayoría de las Madres eran amas de casa. Yo, como otras, tenía una profesión. Como yo también «caí» en la escuela pública, soy docente. Por supuesto, querida, estoy jubilada y jamás me imaginé que después de tantos años iba a seguir haciendo docencia por la vida con un pañuelo blanco en la cabeza.
    Si soy una Madre de Plaza de Mayo es porque a mí también me arrebataron lo más preciado que tiene una mujer: un hijo. Alejandro Martín Almeida. Ale tenía 20 años cuando lo detienen y desaparecen. Estaba cursando el primer año de Medicina y trabajaba en el Instituto Geográfico Militar, hoy Nacional. Antes que nada, era un militante político. Vos sabes que nunca falta un trasnochado que diga que por algo será que se los habían llevado. Y nosotras, las Madres y las Abuelas, con mucho orgullo decimos que por supuesto fue por algo. No fue ni por estúpidos ni por perejiles. Fue porque eran militantes políticos. Pero de esa militancia de Alejandro yo me enteré muchísimo después.
  • -¿Cómo era ese entorno familiar en el que creció Alejandro? ¿Cuál era la relación de aquel militante con vos, su madre?
  • -Toda mi familia era militar: mi padre era teniente coronel de caballería, retirado, y murió en 1961; mi hermano, coronel; mis dos hermanas, casadas con dos oficiales de aeronáutica; los hermanos de mi exmarido, oficiales del ejército. Los Uranga de Paraná eran radicales, en fin, anti antiperonistas totales, gorilas. ¡Y yo ni te cuento! Era una gorila… Me salían los pelos por todos lados, pero bueno ya me afeité. Y Alejandro vivía conmigo y jamás me dijo de su militancia. Él me cuidaba, me preservaba. Tantas veces salía con su metro ochenta, me abrazaba y me decía «esta gorilita de mierda, sin embargo, la quiero». Y yo no entendía nada, con decirte que una vez veo una estrella en una tabla de planchar, escrita con birome y le pregunto a Ale si era la estrella judía. Y ahí me dice que era la del ERP. Ale militaba en el ERP, pero para mí era chino, ¿viste?
    Todo ocurrió un 17 de junio de 1975, tengamos memoria, antes del golpe cívico militar clerical. Soy católica, pero que le caiga el sayo a quien le caiga. Recuerdo que llegó de la calle y me dijo «mirá mamá, mañana no voy a trabajar porque tengo un parcial, esperate que ya vengo». Fueron las últimas palabras que escuché de Alejandro. Cuando él no venía a dormir, siempre me avisaba. Al día siguiente me levanté y no encontré nada. Y en un mueble encuentro una agenda de teléfono y en las últimas 24 hojas, 24 poesías… Tampoco sabía que Alejandro escribía poesía. Ahí las leí, ¿te imaginás? Empecé a conocer, de a poco, la otra faceta de Alejandro. Y hay una poesía, Dios mío, que me dejó a mí, que es una despedida. Sabía que lo iban a matar.
  • -Me imagino el impacto que habrás sentido al descubrir todo esto. ¿Cómo hiciste para convertir aquel dolor en este compromiso?
  • -Empecé a conocer a Alejandro, por mi cuenta, en el ´75. Yo tenía 45 años, no saquen la cuenta, tengo 92. Fueron 45 años que viví en una burbuja, ¿viste? Me acuerdo de que alguien, ya ni me acuerdo quién, me dijo: «Taty, tenés que ir a la Liga, ahí te pueden decir algo, te van a ayudar». Y yo lo primero que pensé fue en la Liga de Amas de Casa, porque no tenía idea de la Liga por los Derechos del Hombre.
    Yo empecé sola. Siempre acompañada por mi familia, que no compartía para nada, pero me acompañaban ¿Y a quién empecé a consultar? Fui a ver a mis conocidos en general, el general Harguindeguy, de Caballería, había sido oficial de mi padre y era el jefe de Policía en el año ’75, con uno de mis cuñados que fue el director de Télam en el año 72, un teniente coronel retirado, era el padrino de Alejandro. Entonces lo vamos a ver a Albano Harguindeguy y le digo «no sé si usted puede hacer algo, porque uno de mis chicos hace días que no viene, no tengo idea qué puede ser». Y me dice: «Señora, no podemos hacer nada. Los únicos culpables, los peronistas».
    -¿Culpables de qué, te decía? ¿Vos qué pensabas que había pasado en ese momento?
    -Nada. No tenía idea. A más de una Madre nos costaba aceptar esa palabra que no la conocíamos: desaparecidos. Creíamos que estaban presos, incomunicados en algún lado. Así que cuando Harguindeguy me dijo eso, yo dije «claro, son los peronistas». Te cuento, después de muchos años se acercaba el 24 de marzo y un periodista amigo me estaba haciendo un reportaje y me preguntó qué había sentido, qué había dicho el 24 de marzo del golpe. Y yo le dije «mirá, te voy a contestar lo que en ese momento contesté, antes de sentirme parida por Alejandro». Porque yo estoy feliz de haber parido a mis tres chicos Jorge, Alejandro y Fabiana. Pero Alejandro parió a Taty Almeida. ¿Sabés qué dije?, lo he contado muchas veces: «Al fin se van estos negros de mierda y vienen mis conocidos, y yo lo voy a recuperar a Alejandro». Harguindeguy era conocidísimo. Galtieri, jefe de mi hermano coronel, éramos amigos. Camps, de Paraná. Imaginate, íbamos a pasar las vacaciones a Paraná. Agosti era compañero de uno de mis cuñados y padrino de uno de mis sobrinos. Con eso te quiero decir que en mi cabeza no entraba que mis conocidos eran ya los genocidas. Me costó mucho acercarme a Madres, porque yo me cuestionaba qué iban a pensar con el currículum que tenía, que era una espía.
    Recién en el ´80 me acerqué a Madres. Me acuerdo que fuimos con mi hija Fabiana a la Casa de Madres y al entrar vimos en una pared fotos, fotos y más fotos. Me sorprendió, no era la única. Y me atendió la Madre con mayúscula, la dama digna, María Adela Gard de Antokoletz, quien buscaba a su hijo abogado, desaparecido hasta ahora. María Adela, que falleció lamentablemente, tenía un pelo blanco que imponía y lo único que me preguntó fue lo siguiente: «¿Quién te falta a vos?». Era lo único que se preguntaba a los que se acercaban por primera vez. No importaba la política ni la religión. Y ahí, por fin, hice mi catarsis. Y hablé.
    – Más allá del gorilismo que describiste, seguramente fuiste una madre que le transmitió un montón de valores, que lo llevaron a la militancia. ¿Cómo ves a los jóvenes de hoy en comparación con aquella época? ¿Qué les dirías a los jóvenes de hoy en cuanto al futuro?
    – El que despertó la militancia en los jóvenes en los últimos años fue Néstor Kirchner, porque hasta ese momento andaban ahí y no tenían un líder. Pasó el tiempo, por supuesto, hubo cada vez más jóvenes militantes y llegamos a hoy. Estamos pasando momentos difíciles, muy difíciles, pero tenemos esperanza las Madres. Estamos tranquilas, quedamos muy poquitas, pocas Abuelas, pero estamos tranquilas porque ya le estamos pasando la posta a esa juventud maravillosa, que son militantes. Y al decir jóvenes también me refiero a vos, porque gracias a mis 92 años para mí todos son pendejos. No hay que tenerle miedo a la palabra militancia. Militancia es compromiso, compañerismo y ayudar al otro como lo hizo Alejandro y como lo hicieron los 30.000. Por eso estamos tranquilas, porque esa militancia sigue.
    Estamos pasando por un momento muy delicado, hay mucha desorientación porque desgraciadamente no se cumple lo que había dicho Azucena Villaflor de estar todos unidos porque separados no vamos a lograr nada. Eso hay que demostrarlo con hechos, no con palabras.
    Pero yo les digo a los jóvenes que no pierdan la esperanza, que ellos tienen un compromiso con Alejandro y con los 30.000. Pero la posta es de a poco. Porque a pesar de los bastones y las sillas de ruedas, las «locas» seguimos de pie y lo vamos a seguir estando porque no estamos solas. Están ustedes, están los más jóvenes. Yo voy a muchos colegios primarios, secundarios y universidades. Otras Madres también lo hacen. Es una maravilla ¿Sabés cómo preguntan los chicos? Eso quiere decir que no está todo perdido. Por eso, siempre les digo a los jóvenes que cuando estén caídos, o un poco desorientados, tienen que decir bien fuerte: «Si las Madres pudieron, ¿por qué no nosotros?» No hay que abandonar la lucha. Hagan y digan lo que nosotros hacemos y decimos desde hace 45 años: la única lucha que se pierde es la que se abandona. Así que adelante.