Conocido por la serie de los Biocosmos de la década de 1960 y la experiencia de salir desde el dibujo al espacio que lo llevaron durante la última dictadura cívico militar a representar cuerpos humanos, el artista mendocino Emilio Renart tiene su espacio de memoria en la muestra “Alienígena”, la primera retrospectiva sobre su obra que a más de tres décadas de su fallecimiento puede visitarse hasta julio en la Colección Amalita
La exposición reúne 174 obras del maestro que abordó la creatividad como filosofía de vida, provenientes de más de 60 colecciones públicas y privadas, constituyendo una oportunidad única de ver reunidos los distintos ciclos de su producción de quien fuera definido como “artista social” y creador del “ejercicio de convivencia”.
Bajo el título “Alienígena. Emilio Renart y su práctica artística y social”, la exposición se centra en la práctica artística y pedagógica del artista nacido en Mendoza en 1925 y fallecido en 1991 en Buenos Aires.
Renart es considerado por los especialistas como un maestro del arte del objeto, la instalación, el dibujo y la nueva escultura. El título de la exposición con el término “Alienígena” sobrevuela la común asociación dada al extraterrestre o a quien viene de fuera de la Tierra, pero vela también por ese otro sentido, del que viene de otro territorio. Así, en ese juego dispuesto, la muestra invita a vislumbrar un contraste entre el año de su fallecimiento en los 90 y “una Argentina de 2024 tan distinta”, según indica el curador Sebastián Vidal Mackinson, un apasionado de la obra del artista.
La muestra
¿Cuál es la importancia de exponer a Renart en este momento? “El contexto es muy importante, porque hay algo de esta ecuación arte y educación, arte y práctica social sin perder una extenuación de la práctica artística que me resulta súper interesante para traer la mirada de un tipo muy lúcido en su momento, justamente en este contexto de post-pandemia, en este contexto económico y político, de discursos políticos que reflotan fuertemente”, reflexiona el curador en diálogo con Somos Télam.
La retrospectiva despliega varias secciones en el espacio de Puerto Madero: obras más tempranas de Renart desde 1958, año en que comienza a exponer, para llegar a 1989 y una última muestra individual realizada en la Galería Ruth Benzacar.
En el recorrido dispuesto en el primer piso del museo, se invita a transitar desde una sección de cierta intimidad y luz aminorada por dibujos, “cuadros escultóricos” y los Biocosmos con esa noción de “integralismo” que profesa Renart y lo cristaliza como artista, hacia una apertura lumínica que incluye el único autorretrato de Renart, de 1980, prestado por el Museo Eduardo Sívori, para adentrarse en 99 de las 120 pequeñas esculturas tipo “tótem” realizadas en poliuretano expandido, de la última muestra del artista.
“Como operación curatorial me interesaba que la primera parte de la exposición tenga un clima un poco más denso, más maquínico, íntimo, para abrirse a una instancia más abierta y relacionada con lo social y otro tipo de prácticas que va realizando”, reflexiona Vidal Mackinson.
Así, en la primera sección recupera tres de los cinco Biocosmos de Renart, la serie creada entre 1962 y 1967 del cual se conserva completo -aunque de delicado traslado- el primero de ellos que pertenece a la colección del Museo Moderno de Buenos Aires. Entonces, el curador pone los dos primeros, llamados “monstruos” en su momento, “como una presencia de registro fantasmagórico” desplegada en gigantografías junto a algún boceto dibujado y cuadros de paisajes lunares como “Proyección cósmica” (1961), hechos de pintura, arena y barniz.
A su vez, estas obras dialogan con el cuerpo central de “Integralismo, Bio-Cosmos Nro. 3” (1963) del Museo Emilio Pettoruti de La Plata, extendido en una imagen total de la instalación que da cuenta de los 9 metros de largo de la obra original “compuesta de una estructura de aluminio, lienzo, pinturas, arena tamizada, yeso, cola vinílica, tul, aserrín y resina poliéster”, detalla.
En cambio, en el segundo sector instala dibujos de los 60 realizados sobre papel de empapelar, que también forman parte de la serie de los Biocosmos, en sintonía una época donde la carrera espacial y la idea del hombre llegando al Cosmos disparaba profusas imaginaciones y posibilidades, de gran actualidad hoy día. “Lo que vemos es ese trabajo muy intenso y lúcido en configurar imágenes extrañas, en algún sentido, pero también el trabajo con la materialidad”, indica Vidal Mackinson.
“Muchas veces hacía máquinas para ayudarlo a seguir dibujando, dicho por el propio Renart en una entrevista: si hay 100 lápices y necesito 101, lo voy a hacer porque lo necesito y mi práctica me lo está demandando”, recuerda el curador.
En estos dibujos se destaca su formación como grabador donde la superposición de capas define los materiales y lo harán experimentar hasta llegar a una instancia donde el dibujo se proyecta en el espacio: “hay tintas, grafito, rotring, distintos materiales con los que sigue trabajando. Son imágenes que podrían ser células o un gran cosmos, donde la célula participa de un orden de la individualidad, nos define, y se enlaza con el macrocosmos”, apunta sobre el artista que llegó a firmar sus obras con su propia huella digital.
En cambio, en otra sección separada por las imágenes de los Biocosmos 4 y 5, presenta esculturas como alguna de sus “anverso-reverso” -de formas bulbosas concebido con un frente lleno y dorso vacío-, sus manos impresas o un cuerpo contorsionado dentro de un cubo de “Anverso – Reverso” (1977), de resina poliéster. Una forma que se acompaña de dibujos donde se señala el pasaje hacia lo figurativo, en tiempo de desapariciones de la última dictadura.
Una figuración, que aparece en una producción donde “el límite entre figuración y abstracción hace aparecer el cuerpo” en piezas expuestas en 1978 y que ubican a Renart como “alguien muy consciente del ciclo político que estaba viviendo”.
En la centralidad del espacio compartimentado de la larga sala, se dispone un lugar destinado a las activaciones, así como un pasillo que lleva al autorretrato que parece cobrar volumen y habilita el paso a los estudios escultóricos en serie.
En esta última sala “emulamos el dispositivo de exhibición de la última muestra individual que hizo en 1989, que se llamó “Multiimágenes”, y da nombre a la serie trabajada por el artista desde 1979, donde pequeñas esculturas de unos 25 centímetros de altura, de poliuretano expandido, son dispuestas sobre bases blancas, anticipándose. tal vez, a obras y juegos compositivos pensados para espacios y dimensiones más generosos.
Se trata de una serie cuyas formas se cuelan desde el pasaje del sueño a la vigilia, y se relacionan con “una práctica pedagógica de la creatividad como mecanismo de conciencia de la percepción individual que cada uno posee como ser racional”, apunta el curador acerca del concepto “que Renart pensó, investigó y teorizó incansablemente desde 1962”.
El artista
Renart realizó pintura en la Asociación Estímulo de Bellas Artes, recibió distintos premios nacionales e internacionales, y participó con sus biocosmos en la IX Bienal de San Pablo (1967) y en el envío argentino de 1971 al Museo de la Solidaridad de Chile, además de haber ejercido la docencia (1969-1976) en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, la Universidad Nacional de San Juan y la Escuela de Bellas Artes de Luján, como parte de su recorrido.
“En la década de 1970 y 1980 realizó otro tipo de obra, y cuando en 1965 gana el primer premio en la categoría dibujo del Premio Braque y viaja a París en 1968, a su regreso dice que abandona la práctica artística por estar cansado de la hipercompetitividad”, señala el curador.
Sin embargo, “nunca abandona la práctica artística, sigue dibujando, produciendo y exponiendo”, pero cuya figura queda cristalizada con los biocosmos, pero “en ese momento se empieza a percibir como un artista social y a desarrollar una teoría muy fructífera que construye también escena”, sostiene.
En la “militancia pedagógica y didáctica desarrolla el taller de la Introducción a la creatividad de una manera muy poderosa” llegando a realizar “el taller por el que pasaron más de 5.000 personas en el contexto de la primavera alfonsinista, en 1985 en el Museo Sívori, de algo “que venía realizando de manera individual con distintos artistas hacia 1982”, relata.
En un “contexto represivo invitaba a buscarse a uno mismo, a instalar el pliegue entre arte y educación de otra manera”, a partir de la idea de “qué tenes vos para traer y cómo lo vas trayendo, cómo lo trabajamos”, y es en definitiva, “un concepto de la creatividad que expande el hacer plástico, y es casi una ética de vida”, reflexiona.
En 1972 Renart trabaja con un ejercicio de integración, ante la muerte temprana de su hija, reuniendo a su familia alrededor de una hoja de papel con la consigna de dibujar y “saturar la superficie” sin interferir en el espacio del otro, con trazos que iban del centro a los extremos como modo de una “integración grupal al servicio de la convivencia gráfica”, describe el curador.
Consultado sobre la pertinencia de esta práctica en el presente, indica que “todos somos seres racionales, estamos en pie de igualdad, tenemos las mismas condiciones, (entonces) juntémonos, trabajemos en comunidad, escuchemonos. Me parece que hay algo de todo ese orden concebido por Renart que es muy importante traer a este momento”.
Por otro lado, dice sobre el artista que “podía estar trabajando 14 horas diarias” y estaba interesado “en el proceso, la calidad y extenuación de la técnica, era muy exquisito, siempre estaba buscando, con una inquietud conceptual que lo llevó a experimentar con materiales y procedimientos”.
En los los últimos años, Renart trazó una “genealogía del ´estilo personal´ en la generación de formas”, una búsqueda que junto con la práctica docente volcó en el libro “Creatividad” de 1987 en donde plasmó sus reflexiones “artístico-científicas” y filosóficas, influido por ciencias naturales como la biología y las ciencias sociales.
El trabajo con la creatividad “apunta a un mejoramiento del individuo”, porque “todos somos creativos por el hecho de ser seres racionales”, y en última instancia “la diferencia estriba en la trascendencia o no de esa creatividad”, asevera en su libro el maestro.
Vidal Mackinson abre la constelación de Renart al mundo en “Alienígena”, que podrá visitarse hasta finales de julio en la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat (Olga Cossettini 141, Puerto Madero, CABA), de jueves a domingos de 12 a 20.