Sin un Goliat al acecho ni el escenario florentino de marco o los Medici en el poder, el David de Miguel Ángel -o, más estrictamente, un gemelo suyo del siglo XXI- se yergue enorme y majestuoso en el norte argentino.
En un espacio público, donde el arte campa en la conocida como ‘Ciudad de las Esculturas’, se levanta con más de cinco metros de altura e idéntico al original de mármol que se puede contemplar en la Academia de Florencia, el David de Resistencia, capital de la provincia de Chaco.
Con cerca de 700 esculturas distribuidas en calles, parques, plazas y demás paseos, la ciudad hacía gala de su arte, pero anhelaba gozar, sin tener que cruzar el océano, de una de las obras de arte universales más icónicas.
La de Resistencia “es una historia de amor de la gente con la escultura que tiene más de 60 años”, expresa a EFE José Eidman, presidente de la Fundación Urunday, organizadora de la Bienal Internacional de Esculturas de Resistencia, que promovió el trabajoso empeño de instalar un David chaqueño en el Domo del Centenario de esa ciudad.
Este amor comenzó por una iniciativa, la de los fundadores del Fogón de los Arrieros, el más célebre de los espacios culturales de Resistencia, quienes décadas atrás decidieron instalar obras de arte en las calles para “embellecer los espacios públicos”.
Esa tradición se replica hoy en el aporte permanente de obras, que tras las bienales internacionales de escultura a cielo abierto, como la que se celebrará del 13 al 21 de julio próximos, pasan a conformar el patrimonio de Resistencia.
La gesta del David propio
“Ese sueño que parecía un poco un imposible empezó a gestarse en el 2020”, manifiesta Eidman.
Un David propio fue el desvelo del prestigioso escultor chaqueño Fabriciano Gómez (1944-2021), impulsor del primer concurso nacional de esculturas a cielo abierto de la ciudad y miembro original de la Fundación Urunday.
“Fabriciano soñaba con que esta ciudad, reconocida y respetada en el mundo del arte y la cultura, tuviera enclavado en su espacio público, una de las obras que consideraba de las más importantes del mundo del arte”, expresa.
En el marco de los festejos por el Centenario de la Independencia de Argentina (1910), llega al país un calco de primera colada (réplica directa del original) del David, que hoy se preserva en el Museo de Calcos y Escultura Comparada Ernesto de la Cárcova, en Buenos Aires.
“Había un desafío enorme por delante, poder hacer a partir de ese calco, considerado de primera colada, una reproducción para traer a Resistencia”, afirma.
La Universidad Nacional de las Artes, de la que depende el museo, no autorizaba el empleo de una técnica tradicional, pues implicaba aplicar materiales y peso sobre la obra. Por ello, el desafío central consistía en encontrar una técnica no invasiva.
La solución: “Investigamos y encontramos un equipo fabuloso que maneja tecnología de alta precisión tridimensional”.
“Lo primero que dijimos es: ‘¡Sí!’”, manifiesta entusiasmada la escultora Gisela Kraisman, quien, junto con Denise Di Federico, concretó la obra: “Sabíamos que lo podíamos hacer, pero no lo habíamos hecho. Creíamos que era posible, pero tenía que venir la oportunidad”.
Tras obtener los permisos, se efectuó el escaneo digital de alta definición, luego del cual confeccionaron los moldes: “Así se obtuvo el gemelo digital del David de Miguel Ángel, y a partir de ese gemelo pudimos tomar los moldes (…) el paso siguiente fue imprimirlo”, detalla la artista.
“Hicimos una colada tradicional dentro de los moldes impresos en 3D”, comenta sobre ese paso en el que emplearon resinas náuticas, fibras y carbonato de calcio, “materiales que endurecen y lucen como una piedra, pero pesan tres veces menos y resisten a la intemperie”.
Luego fueron 158 taceles (fragmentos de la réplica) que debieron encastrar sobre un esqueleto metálico calculado por ingenieros de la Universidad Nacional del Nordeste: “El proceso de confección demandó unos cinco meses, fue muy intenso; le dedicamos 24/7, nuestra alma, nuestro amor y nuestro cuerpo”, manifiesta Di Federico.
“Un trabajo de esta envergadura no los podés hacer si alguien no lo desea mucho, y esta ciudad lo deseaba mucho. Es increíble, le pusieron garra y sobre todo confianza. Yo diría que están un poco locos… Así se llega”, concluye Kraisman.