Para llegar hasta el pueblo más deseado de la Costa Brava hay que atravesar una serpenteante carretera con más de 15 kilómetros de curvas y es así, arrinconado entre montañas, que este pequeño pueblo de pescadores aparece en el paisaje, resistiendo al turismo de masas, conservando su espíritu libre y bohemio que le ha hecho único y deseado por artistas como Dalí y Lorca entre muchos otros.
Fuente: National Geographic Viajes
CUÁNDO VISITAR CADAQUÉS
Y a pesar de haberse resistido a la construcción masiva, y de que en ocasiones resulta hasta complicado encontrar alojamiento, el verano en Cadaqués es muy ajetreado. Junio, hasta que llega San Juan, que es el pistoletazo de salida vacacional oficial, y septiembre son menos concurridos, mientras que el destino comienza a dormitar a partir de mediados de octubre.
Playas Costa Brava
LA HUELLA DE DALÍ EN PORTLLIGAT Y CADAQUÉS
Aunque la actividad en Cadaqués no sea incesante, siempre hay algo que brilla. Puede que sea el destello del legado de Dalí, que posicionó en el mapa turístico mundial a esta pequeña localidad catalana al adquirir, allá por 1930, un par de antiguas casas de pescadores junto al mar de Portlligat “porque él aún no era famoso y fue para lo único que le llegaban los ahorros”, cuentan desde esa misma casa, hoy convertida en (surrealista) museo.
“La casa sufrió varias ampliaciones y aquí vivió con Gala durante más de 40 años, hasta que ella murió y él abandonó el lugar para siempre porque encerraba demasiados recuerdos”. Gracias a Dalí y a otros coetáneos, como su amigo Federico García Lorca, Cadaqués atrajo a una multitud de celebridades, y todavía lo hace. Y aunque el artista surrealista no nació aquí, sino que lo hizo en Figueras, siempre permaneció vinculado a la localidad, defendiendo y protegiendo su increíble carisma. Menudo tándem.
MARITIM BAR: PARTE DE LA HISTORIA DE CADAQUÉS
Lo mejor que se puede hacer en Cadaqués es no hacer nada, o más bien poco. Por eso los pequeños placeres aquí se encuentran en el día a día y en las costumbres que se han mantenido a lo largo de los años. Buena muestra de esto son los desayunos del Maritim Bar que, situado frente a la playa municipal, o literalmente encima de ella, es uno de los lugares con más historia del destino; 86 años son los que lleva gobernando las mañanas, el ritmo y la vida del pueblo, desde que se inaugurara en 1935. Gastronómicamente es un lugar normal, pero institucionalmente este chiringuito es único.
IGLESIA DE SANTA MARÍA: EL MIRADOR MÁS FAMOSO DE CADAQUÉS
Y si el Maritim es una institución a ras de suelo, la iglesia de Santa María (de estilo gótico tardío, se construyó en el siglo XVII, después de que la originaria fuera destruida por el pirata Barbarroja en 1543) lo es arañando casi el cielo porque, ubicada en el corazón medieval de Cadaqués, posee una espectacular vista del propio pueblo y de toda la bahía. Eso sí, para llegar hasta ella tocará hacer piernas y subir las empinadas escaleras de Cadaqués.
CASCO ANTIGUO DE CADAQUÉS
Es de origen medieval y está repleto de callejuelas empedradas, casas encaladas con contraventanas típicamente pintadas de azul y verde, y buganvillas por doquier que hacen de él un cúmulo de espacios de lo más bellos. Desde la iglesia se puede trazar una ruta por las callejuelas empedradas de Cadaqués, como el fotogénico Carrer des Call, con su típico pavimento, llamado rastell. Otras calles imperdibles son la de Santa María y la de Doctor Callís, donde hay algunas de las tiendas de recuerdos más originales del pueblo. Además, si lo que se busca es arte, es una buena idea subir por la Calle Unió, que concentra varias galerías, aunque hay muchas más repartidas por todo el pueblo. De la antigua muralla no queda casi nada, solo es Baluard, la torre de vigía que hoy aloja al ayuntamiento, pero el trazado medieval con sus pequeñas calles irregulares sigue ahí, entre subidas y bajadas.
LAS CASAS MODERNISTAS DE CADAQUÉS
Tras callejear por las calles Cadaqués, se puede ir hasta la Plaza des Portitxó, situada en la Riba des Poal -las ribas son los paseos marítimos construidos en 1910 bordeando la bahía de Cadaqués– y presidida por la preciosa casa modernista Casa Blaua, también conocida como Casa de Don Octavio Serinyana, construida a principios del siglo XX. Esta casa, junto con otras construcciones modernistas como la Escuela pública Caritat Serinyana en la Calle Sol de l’Engirol, la Casa Federico y Víctor Rahola en la Plaza de Frederic Rahola, la Casa Pont en la Plaza del Passeig y Torre del Colom o la Casa Ponson, son un catálogo de bellas casas modernistas que fueron edificadas por los emigrantes indianos que hicieron fortuna con sus negocios en América y regresaron a su pueblo natal. La estrella de la corona modernista es la Casa Blaua o Casa Serinyana.
RUMBO AL CAP DE CREUS
Lo bueno de Cadaqués es que todo está cerca, por lo que se puede ir caminando (hay bastantes cuestas, eso sí) a prácticamente cualquier lugar del pueblo. Desde a su casco antiguo hasta el Cap de Creus caminando en un recorrido de 11 kilómetros (también hay otras opciones como coche, moto o bicicleta o hasta un trenecito que va y viene) por el camino antiguo que une al pueblo con el punto más septentrional de la Península. Aquí se encuentra otro de los puntos más fotografiados de la localidad, el faro, que además también se puede visitar. Cuando el calor aprieta, y lo hace con ganas, resulta buena idea sentarse a disfrutar de una bebida bien fría acompañada por un buen pescado local al horno en el restaurante Cap de Creus, que seguro cuenta con las vistas más imponentes de toda la Costa Brava. Su heterogénea carta y su dicharachero servicio hacen el resto. Aquí, como en el propio Cadaqués, todo es muy casual.
LAS CALAS DE CADAQUÉS
Pero como ningún destino es perfecto, a pesar de que pueda parecerlo, una de las mayores objeciones que siempre acompañan a Cadaqués es la que hace referencia a sus escasas y empedradas playas, aunque hay excepciones y Sa Conca es una de ellas: es cómoda, no hay que caminar demasiado y el agua es cristalina.
Se puede seguir el camino de la costa e ir encontrando diferentes calas, aunque todas son de un tamaño tan reducido que puede ser que en verano no quepa ni una toalla más. Una de las apuestas seguras del destino es poder disfrutarlo desde el mar, por eso en su bahía siempre abundan los barcos, es la experiencia de navegar en Cadaqués, y es, generalmente, apta para todos los públicos, ya que hay muchas embarcaciones que se pueden alquilar incluso sin título.
QUÉ COMER EN CADAQUÉS
Si hay un plato tradicional en la Costa Brava es el Suquet de peix, una preparación que tiene su origen en los pescadores de la zona y que concentra todo el sabor marinero de los pueblos de la zona. Suquet significa algo así como caldito o juguito, una salsa que se compone de caldo de pescado y tomate y a la que se le añade toda clase de productos del mar. En el pasado, los marineros utilizaban esas piezas que no se conseguían vender en las lonjas, pero su popularización ha hecho que hoy en día ya vaya al gusto del comensal, con numerosas variaciones. El mero, el rape y la dorada, además de las cigalas, los mejillones, las almejas o los calamares, son algunos de los ingredientes que suelen usarse para este plato, que no puede comerse sin un buen pan a mano para mojar en el caldo.