Definido alguna vez como el verdadero himno argentino, el mundo descrito por el tango Cambalache sigue pareciendo actual. La música popular es uno de los símbolos de identidad nacional. Refleja creencias, valores, tradiciones y cambios sociales de una sociedad en diferentes épocas, y eso la convierte en un interesante objeto de estudio. En la UNLP, Sergio Pujol, historiador de formación, investiga desde hace años sobre la música popular argentina, especialmente el tango. En particular, analiza el fenómeno Discépolo.
¿Por qué investigar hoy sobre Discépolo? Varios son los factores que convierten a Discépolo en objeto de estudio de las ciencias sociales. En primer lugar, su indudable vigencia como referencia cultural: sus tangos más conocidos – “Yira…yira…”. “Cambalache”, “Uno” y “Cafetín de Buenos Aires” – son infaltables en el repertorio de los cantores del tango. Pero, además, un sello distintivo marca las letras de Discépolo: “A diferencia de otros autores de su generación, Discépolo introdujo en su poética una serie de planteos y problemáticas de orden filosófico y existencial que no suelen formar parte de las temáticas de la canción popular. Esto lo ha convertido en un creador de alcance masivo y al mismo tiempo “culto” o de perfil intelectual.” expresa Pujol, quien además de ser profesor en la Facultad de Periodismo es investigador independiente de CONICET.
Quién fue
Enrique Santos Discépolo nació en la ciudad de Buenos Aires, el 27 de marzo de 1901, en el seno de una familia italiana donde se respiraba el arte. Su padre era docente de música y compositor, y Armando, hermano mayor de Enrique, se dedicó al teatro. Cuando se inició en el tango, su uso del lunfardo y su “visión desencantada de la vida” recibió el rechazo del público. Recién en 1928 comenzó a cambiar su suerte, llegando a ser un personaje reconocido y valorado en los años 30 y 40. Criado en el pensamiento de izquierda, se acercó al peronismo, dejando clara su postura en un programa de radio “Pienso y digo lo que pienso”, que le dejó tanto valoraciones como sinsabores.
Casado con la cantante española Tania, viajero al extremo, Discépolo falleció el 23 de diciembre de 1951 en la misma ciudad que lo vio nacer.
Fenómeno Discepolín
En las ciencias sociales no hay un único factor al que pueda adjudicarse la explicación, sino que confluyen y se entrelazan varios análisis. Por un lado, Pujol sostiene una suerte de pacto entre autor y público: “La circulación de los tangos de Discépolo en los discursos sociales es más activa que la de piezas de otros autores, en gran medida porque se ha establecido un pacto de lectura entre su obra y el imaginario social argentino. Basta con observar las frecuentes citas y los usos intertextuales de algunos de sus versos en la discursividad política y cultural de la Argentina de las últimas décadas para concluir que su vigencia trasciende la de un autor de tangos. O, mejor dicho, que Discépolo ha hecho del tango un artefacto cultural de fuerte pregnancia a lo largo de la historia argentina.” Así, versiones de sus tangos -especialmente de Cambalache- han sido interpretados por artistas tan variados como Los Piojos, Elena Roger, Nacha Guevara, Aorta, Enrique Bunbury, Cecilia Rossetto, Joan Manuel Serrat, Caetano Veloso, Gilberto Gil, Sumo, Hermética, León Gieco y Andrés Calamaro.
Pujol suma otra perspectiva que refuerza por qué analizar el fenómeno es relevante: “en términos historiográficos, los tangos discepoleanos constituyen una valiosa fuente documental a la hora de abordar los modos con los que ciertas formas de cultura popular interpelaron el país de los años veinte y treinta”.
Tango que me hiciste bien
La música puede ofrecer una clave de análisis sobre cómo evolucionó una cultura a lo largo del tiempo. En una época en que las letras de tantas canciones han envejecido mal, ¿cómo es posible que los principales tangos de Discépolo sigan manteniendo vivo el carácter y la intención originales, a pesar del paso del tiempo?
Aunque suene contradictorio por el clima crítico de la modernidad que sobrevolaba sus letras, Discépolo estaba muy pendiente de la repercusión de sus discos en los medios de comunicación y en el mundo del espectáculo. Según describe Pujol, se lo considera “un artista moderno en el sentido de haber tomado posición en las políticas de lo popular/masivo.”
La dualidad de Discépolo como creador de tangos es otra característica que lo diferencia de otros autores. Según Pujol, “los tangos de Discépolo reúnen virtuosamente letras de ingeniosa causticidad con una fluida elocuencia melódica y rítmica. Mientras en el sistema de producción de tangos se imponía el trabajo de colaboración entre músico y poeta, en Discépolo se fusionaron ambos roles, exceptuando las colaboraciones que emprendió con Juan de Dios Filiberto (´Malevaje´), Alfredo Le Pera (´Carrillón de la Merced´) y Mariano Mores (´Uno´, ´Sin palabras´ y ´Cafetín de Buenos Aires´). En definitiva, estamos frente a un corpus tanguístico de notable originalidad.”
Argentina… no lo entenderías
Pero parece que la mirada crítica de la condición humana que se cuela entre los versos de los tangos de Discépolo – ya no sólo de la del habitante urbano de la primera mitad del siglo XX – aporta otra clave. “Esa mirada lo volvió representativo de una postura desencantada de la vida moderna y, más ajustadamente, de la realidad sociopolítica de la Argentina. La idea de que ´Discépolo tenía razón´, o de que supo advertir en su época sobre la malignidad de los tiempos modernos, está fuertemente instalada en el imaginario social argentino. Esto explica, hasta cierto punto, que su obra siga viva en la Argentina del siglo XXI.”, reflexiona Pujol.
Tan presente como la de Carlos Gardel y sólo un poco menos que la de Juan Domingo Perón: así parece ser, según Sergio Pujol, la memoria de Enrique Discépolo en la cultura argentina. Y todo indica que su popularidad seguirá vigente en el futuro. Estudiar a este profeta del desencanto argentino nos acerca un poco más a comprender ese fenómeno indescriptible que es la argentinidad, y en definitiva, por qué somos como somos.