Un equipo de científicos del Laboratorio de Investigación en Productos Agroindustriales (LIPA), de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la Universidad Nacional de La Plata avanzó hacia una solución para mejorar la conservación de la rúcula con sustancias bioestimulantes y prolongar su vida útil para el consumo.
En los últimos años, la rúcula ganó popularidad por su sabor distintivo, sus beneficios nutricionales, y la simpleza de su preparación: en ensaladas, como ingrediente para pizzas, y hasta como acompañante de platos gourmet, encontró un lugar protagónico en la mesa de los argentinos, gracias a los compuestos azufrados que le confieren ese característico toque entre amargo y picante.


No obstante, hay un enemigo contra el que la rúcula no puede luchar: el paso del tiempo. Es que la hortaliza posee una limitada vida útil incluso bajo condiciones óptimas de refrigeración dado que, una vez cosechada, en muy pocos días pierde su esplendor, se marchita, el verde oscuro de sus hojas carece de intensidad, y su sabor comienza a desmejorar.
En un esfuerzo por mejorar la conservación poscosecha, los investigadores exploraron el uso de una sustancia bioestimulante como alternativa a los efectos del paso de tiempo.
Magalí Darré y Ariel Vicente, quienes llevan adelante el trabajo, explicaron: “los tratamientos con sustancias bioestimulantes demostraron potencial para mejorar la respuesta de los vegetales al estrés. Sin embargo, hasta ahora, la mayoría de los estudios sobre estos compuestos se centró en la etapa de cultivo, con una escasa investigación en la fase poscosecha”.


En este contexto, los silicatos emergieron como una categoría de bioestimulantes con la capacidad de reducir enfermedades poscosecha y retrasar la senescencia en algunas frutas y hortalizas.
A pesar de estos avances, no se habían realizado estudios específicos sobre su efectividad en hortalizas de hoja como la rúcula.
“El objetivo del reciente trabajo fue evaluar el impacto del m-silicato de sodio en la extensión de la vida poscosecha de la rúcula”, expresó Vicente.
En el primer ensayo, las plantas de rúcula fueron tratadas con soluciones de agua y m-silicato de sodio en concentraciones del 0,1% y 1,0%, respectivamente, y luego se almacenaron en bandejas plásticas cubiertas con film de PVC perforado a 5 ºC durante 9 días.
Los resultados mostraron que los tratamientos con silicato redujeron significativamente la carga microbiana, con una reducción notable en los recuentos de bacterias aerobias mesófilas y mohos y levaduras. El tratamiento con SIL al 1,0% mostró la mayor eficacia.
En un segundo experimento, las rúculas tratadas con m-silicato de sodio al 1,0% y las muestras de control fueron almacenadas a 2 ºC durante diferentes períodos (0, 4, 8 y 12 días). Se evaluaron varios parámetros, incluidos el color, la pérdida de peso, la respiración, el contenido de clorofila, los antioxidantes y otros compuestos de interés.


Los resultados indicaron que el tratamiento con silicato retrasó significativamente el amarillamiento y la degradación de clorofila. Además, las hojas tratadas experimentaron una menor pérdida de peso y mantuvieron un mayor nivel de antioxidantes en comparación con el control.
«La acumulación de prolina, un metabolito clave en la adaptación al estrés, también se incrementó notablemente en las hojas tratadas», se indicó.
Los resultados sugieren que el uso de m-silicato de sodio al 1,0% puede ser una estrategia eficaz para mejorar la conservación de la rúcula poscosecha, complementando los beneficios de la refrigeración y prolongando la vida útil de esta popular hortaliza.