La provincia de Buenos Aires alberga un vasto y singular patrimonio arquitectónico donde la obra de Francisco Salamone se alza como un legado imponente y audaz.
Este arquitecto italoargentino transformó el paisaje urbano y rural entre 1936 y 1940 y dejó una marca indeleble en el paisaje bonaerense con más de 70 edificaciones distribuidas en 28 localidades.
Su estilo monumental y funcionalista, con toques de art decó y expresionismo, dejó una huella identitaria que cautiva tanto a habitantes locales como a turistas de todo el mundo.
Palacios municipales: íconos de modernidad
Los palacios municipales diseñados por Salamone son verdaderos emblemas de modernización: se destacan por su monumentalidad y detalles que combinan funcionalidad y arte. En Alberti, al noroeste de la provincia de Buenos Aires, el edificio presenta una típica torre de reloj con formas geométricas sobrias que reflejan el carácter tradicional del arquitecto. En Vedia, en el distrito de Leandro N. Alem, el diseño incluye una impresionante torre que sobresale del bloque principal con líneas horizontales.
El municipio de Adolfo Gonzales Chaves, inaugurado en 1939, se caracteriza por su pureza de volúmenes y una torre que apunta al cielo, marcando el horizonte de esta localidad. Mientras tanto, en Pellegrini, al oeste provincial, la estructura culmina en un reloj de media cara, ofreciendo vistas panorámicas desde su torre a través de visitas guiadas. Allí también, el Concejo Deliberante, obra del mismo Salamone, complementa el conjunto urbano.
En tanto, el Palacio Municipal de Guaminí sorprende por su intrincada ornamentación. Desde picaportes temáticos hasta una acústica impecable en el Concejo Deliberante, que permite el diálogo sin necesidad de micrófonos, todo está diseñado al detalle. Su estructura general evoca la forma de un barco, una interpretación simbólica y estética única.
Otro hito es la Municipalidad de Villa Epecuén, declarada Monumento Histórico Nacional. Ese edificio, con su torre de reloj de 40 metros y un zócalo de mármol travertino, combina mampostería y hormigón en un diseño que exuda elegancia y solidez.
Mataderos: funcionalidad y audacia
Los mataderos diseñados por Salamone destacan por su estética imponente y funcionalidad avanzada para la época. En Pellegrini, el matadero conserva su diseño art decó, aunque actualmente se utiliza como corralón municipal. En Tres Lomas, construido en 1937, una torre con láminas atravesadas por una cuchilla vertical rompe con la simetría y añade un sello de originalidad.
El matadero de Salliqueló, una de las obras más pequeñas de Salamone, fue declarado Monumento Histórico Nacional en 2014. A la vez, el de Villa Epecuén, con su torre expresionista y chimenea ladrillera, sobrevivió a las devastadoras inundaciones de 1985, convirtiéndose en un atractivo para producciones audiovisuales.
En Guaminí, el matadero construido en 1937 destaca por sus áreas de faena y carpinterías metálicas, una pieza clave dentro del circuito salamónico.
Plazas: geometría y urbanismo
Las plazas diseñadas por Salamone integran elementos geométricos y funcionales, convirtiéndose en espacios vibrantes para la comunidad. En Pellegrini, la Plaza San Martín resalta por sus senderos coloridos, pérgolas y luminarias. Frente al edificio municipal de Alberti, la Plaza General José Arias ostenta un mástil monumental adornado con formas circulares y luminarias esféricas, otro ejemplo del genio de Salamone en el diseño de espacios públicos.
Cementerios y el enigma del Cristo del Camino
Los cementerios diseñados por Salamone son monumentos de solemnidad y simbolismo. El portal del cementerio de Pellegrini presenta una cruz monumental que domina su entrada, mientras que en Azul, el Cementerio Municipal, inaugurado en 1938, impacta con su fachada monumental adornada con las letras «R.I.P» y una imponente escultura del Ángel de la Muerte sosteniendo una espada. Se trata de obras que transmiten un aura de misterio y recogimiento.
En el Pueblo Turístico Garré, en Guaminí, Salamone regaló una escultura de Cristo al intendente de la época, la cual fue instalada en un boulevard de eucaliptos camino al cementerio. Tras una tormenta, la figura cayó y sufrió daños, desatando una serie de leyendas. Una de las más populares cuenta que, al ser trasladada al corralón municipal, apareció boca arriba, pese a haber sido colocada boca abajo. Este episodio dio origen a mitos que aún persisten. Salamone posteriormente reemplazó la pieza por el Cristo del Camino, que hoy es símbolo de fe y misticismo en la región.
Un legado que trasciende fronteras
El trabajo de Francisco Salamone, declarado patrimonio cultural de la provincia en 2001, ha alcanzado reconocimiento internacional. Su obra es un atractivo turístico que invita a recorrer la provincia de Buenos Aires en busca de estas imponentes estructuras que irrumpen en la vasta llanura pampeana. Con más de ocho décadas de historia, cada una de sus creaciones sigue fascinando, ofreciendo un relato de innovación, arte y misterio que desafía el paso del tiempo.