El primer año del gobierno de Javier Milei se caracterizó por un fuerte ajuste fiscal y monetario con el objetivo de frenar el proceso inflacionario que se venía acelerando desde la administración de Alberto Fernández y Sergio Massa.

A poco de asumir, el Presidente dispuso de una devaluación que llevó el dólar oficial a $ 600 y el paralelo por encima de los $ 1.000.

La tendencia fue creciente hasta mediados de julio cuando tocó los $ 1.500, momento en que el Gobierno decidió cerrar todas las canillas de emisión monetaria, incluso la que utilizaba para comprar dólares de la exportación.

En ese momento determinó que parte de los dólares que adquiría en el mercado de cambio los vendería luego en el Contado con Liquidación para reabsorber los pesos emitidos.

Esta medida completó el ciclo para mantener la base monetaria sin cambios y desde ese momento la cotización del dólar mantuvo la tendencia bajista.

Así, llegó al piso de $ 1.050 en el mercado paralelo y a $ 1.076 en el MEP y $ 1.085 en el CCL.

De esta forma, la cotización del dólar apunta a cerrar 2024 con una suba del orden de 9%, muy por debajo de la inflación que estará más cerca de 140%.

Este desfasaje es lo que muchos economistas denuncian como “un atraso cambiario” que será perjudicial para el nivel de actividad debido al encarecimiento de los costos en dólares, que complican la exportación y facilitan la importación, a su vez favorecida por una serie de desregulaciones.

Con la devaluación de diciembre de 2023 la inflación se disparó al 25,5% en ese período, que resultó el pico del proceso de posterior caída.

En enero descendió a 20,6%, en febrero a 13,2%, en marzo a 11% y en abril comenzó a ser de un dígito con 8,8%. Ya en mayo se produjo otra fuerte caída a 4,2%, para luego seguir en descenso hasta ubicarse en el orden actual de 3%.

Este proceso de desinflación también estuvo inducido por una fuerte recesión que alcanzó su piso entre marzo y abril, para luego comenzar una tenue recuperación, lejos de la “V” que pronosticaba el gobierno. De todas formas 2024 cerrará con una contracción de 3%.

Esta caída de la actividad también estuvo asociada a la pérdida de poder adquisitivo de jubilaciones y salarios, a causa del proceso inflacionario y la suba de tarifas por quita de subsidios.

Este esquema de dólar en baja y ingresos recortados y freno de la actividad –además de las cuestiones monetarias- fueron la base del programa que le permite al gobierno entrar a 2025 con la expectativa de que la inflación no supere el 18%.

Milei ya anticipó que si la inflación se estabiliza tres meses en 2,5%, reducirá el crawling peg al 1% y buscará de este modo darle el golpe final a la inflación.

Los datos anticipados sugieren que en noviembre y diciembre ese objetivo “estará peleado”.

En materia de deuda pública, el gobierno encaró el saneamiento del Banco Central, transfiriendo sus pasivos al Tesoro Nacional, que comenzaron a ser pagados con superávit fiscal en lugar de con emisión monetaria. Al mismo tiempo forzó una baja en la tasa de interés que acompañe el proceso de desinflación.

De esta forma, la deuda total en cabeza del Tesoro Nacional supera los U$S 460.000 millones.

De este total, cerca de un 10% es la que está en discusión con el FMI. Durante 2025 Argentina deberá afrontar pagos con el organismo por U$S 3.000 millones divididos por partes iguales en ambos semestres.

El gobierno y el FMI negocian por un nuevo acuerdo que refinancie todo el programa a más largo plazos y la posibilidad de la inclusión de fondos frescos para financiar la salida del cepo.

Por el momento, la información disponible es escasa, pero en apariencias el FMI no estaría dispuesto a financiar el levantamiento de las restricciones cambiaria sin una clara decisión del gobierno de dejar flotar libremente el dólar.

En síntesis, no quiere que le suceda lo mismo que en la anterior gestión de Luis Caputo: que los dólares salgan de la Argentina financiado las apuestas especulativas.    

El desafío de 2025 es que los números macro finalmente bajen a la micro.