Como un electrocardiograma, el vínculo del presidente Javier Milei con Mauricio Macri y el PRO durante su primer año de gestión muestra un recorrido zigzagueante.
El apoyo del fundador del partido amarillo de cara al balotaje, después del estrepitoso fracaso electoral de Juntos por el Cambio, fue fundamental para que se desplazara el voto antikirchnerista al polo de La Libertad Avanza.
Milei agradeció tanto a Patricia Bullrich como al ex presidente por “la generosidad” política, pero nunca tuvo intenciones de ofrecer un cogobierno ni de darle al PRO un lugar de influencia en el sistema de decisiones de la gestión.
Con todo, el bloque presidido por Cristian Ritondo en la Cámara de Diputados fue el principal aliado de La Libertad Avanza en el Congreso durante todo el año.
La lectura es que la gestión de Milei garantizaba «el rumbo correcto», y que era una obligación moral colaborar sin especulaciones para dar volumen político a un oficialismo minoritario e inexperto, así como evitar desviaciones antirrepublicanas.
El PRO no fue el único socio en este derrotero, pero sí el que aportó mayor cantidad de voluntades para engrosar la aritmética legislativa del oficialismo.
La lealtad de la bancada amarilla hacia el Gobierno se dobló en pocos momentos y la mancomunión alcanzó su clímax en la Ley Bases.
El PRO se sometió dócilmente a la estrategia del oficialismo durante casi todo el año, y lo acompañó en incluso en temas con los que no estaban de acuerdo, como los vetos a las leyes de movilidad jubilatoria y de financiamiento universitario.
El compromiso con la causa llegó tan lejos que los macristas dejaron sin quorum la sesión que la oposición había pergeñado para limitar la capacidad de Milei de gobernar vía DNU, pese a que el PRO tenía presentados varios proyectos que iban en ese sentido.
Por eso, el hecho de que el Gobierno haya operado fuerte para dejar sin quórum la sesión sobre Ficha Limpia -un proyecto impulsado históricamente por el PRO- se sintió en las filas macristas como una estocada por la espalda.
Hasta deslizaron la tesis de un pacto espurio de impunidad con “los corruptos”, con la intención de dejar viva la opción de una candidatura de Cristina Kirchner.
Según esta teoría, que en el oficialismo rechazan de plano, el Gobierno necesita en el ring a la ex presidenta para polarizar y así licuar el capital político del resto de las fuerzas antikirchneristas.
Dilemas electorales
En este marco de fricciones y desconfianzas cada vez más profundas, el PRO y LLA dudan si es conveniente confluir en una misma alianza electoral, un escenario que hasta hace semanas se daba casi por sentado.
Si el PRO acepta competir en la arena del oficialismo, las reglas de la alianza las fijará el Gobierno, que tiene los resortes de poder para imponer condiciones y quedarse con los lugares más importantes de las listas.
Ahora bien, si el partido de Mauricio Macri resuelve competir por afuera, dividirá la oferta antikirchnerista y podría regalarle un triunfo al peronismo en la madre de todas las batallas, la provincia de Buenos Aires.
El mismo dilema tienen el PRO y LLA en la Ciudad, donde Leandro Santoro y Martín Lousteau amenazan con dar un batacazo. En el resto de los distritos, es más probable que haya una confluencia natural.
Mientras Milei busca aspirar la base electoral histórica del PRO, con Patricia Bullrich como punta de lanza para esa cooptación, Macri lidera la resistencia y busca preservar la identidad de su partido a toda costa, aún cuando varios de su partido, como Diego Santilli, le aconsejan que deje de tensar la cuerda.
Este trasfondo explica por qué el vínculo entre la Casa Rosada y el macrismo está atravesando su fase más crítica tras el boicot a la sesión por Ficha Limpia y el proyecto del Poder Ejecutivo para derogar las PASO.
Cronología de una relación sinuosa
Si bien la brecha nunca había sido tan pronunciada como en la actual coyuntura, la alianza entre el Gobierno ya había tenido sus turbulencias y contratiempos.
El primer conflicto fue por la unción de Martín Menem como titular de la Cámara de Diputados.
Macri pretendía que ese papel lo interpretase Ritondo para que el PRO tuviera más protagonismo en la estrategia parlamentaria.
Al final pesó más la opinión de la secretaria general de Presidencia, Karina Milei, para que la conducción de la Cámara no se tercerice, lo cual enfureció a Macri.
En general, Ritondo mantuvo con Menem una cercana relación política, pero no estuvo exenta de reparos y advertencias.
Por ejemplo, el bonaerense fue el encargado de transmitir el malestar de su fuerza política por la forma en que Menem manejó el escándalo de la visita de un grupo de diputados libertarios a militares genocidas presos en el penal de Ezeiza.
Hubo también otros temas en los que el macrismo marcó diferencias con Milei, como con la publicación del decreto reglamentario que fijó nuevos límites al acceso a la información pública, y con el nombramiento del juez Ariel Lijo para ocupar una vacante en la Corte Suprema.
Además, el PRO aportó en Diputados sus votos para que por primera vez en la historia el Congreso nacional rechazara un decreto de necesidad y urgencia: el DNU que ampliaba en 100 mil millones de pesos las partidas presupuestarias para la SIDE.
Luego sus senadores votaron a favor de la reforma jubilatoria opositora, con un resultado mayor a los dos tercios.
Después llegaría el comunicado de Macri despegándose del voto de sus senadores, pero para entonces el PRO ya había tenido éxito en exhibirle al Gobierno su poder de daño.
Además del contrapunto por Ficha Limpia, generó suspicacias la suspensión a último momento del encuentro que Milei iba a tener con los senadores del PRO, encabezados por Luis Juez.
El partido presidido por Macri ya había marcado diferencias poco antes cuando cuestionó duramente que Argentina haya sido el único país en el mundo en votar en contra del convenio de la ONU para prevenir y eliminar todas las formas de violencia contra la mujer y las niñas.
La última disputa abierta entre Milei y el PRO se centra en la discusión por la permanencia o discontinuidad de las PASO.
El Poder Ejecutivo presentó un proyecto para derogarlas y en el macrismo no quieren saber nada. El PRO necesita las PASO para dirimir sus diferencias internas en distintas provincias, y no están dispuestos a sacrificar esa herramienta por más ahorro fiscal que ello suponga.