Hay libros que se escriben para ser leídos, y otros que nacen destinados a ser vendidos. En ese territorio intermedio, donde conviven la buena literatura y el fenómeno comercial, se gesta la alquimia del best seller. En el mundo hispanohablante, esta fórmula no es mágica pero tampoco predecible. Se trata de una combinación eficaz de ritmo narrativo, temáticas universales y una empatía profunda con el lector.

Lejos de la idea de que los superventas responden sólo a un marketing bien orquestado, lo cierto es que los títulos que lideran las listas en español suelen conectar con una pulsión social. La historia puede ser policial, histórica o romántica, pero lo que no puede fallar es la emoción. De eso saben autores como María Dueñas, Javier Castillo o Dolores Redondo, quienes han logrado masividad sin renunciar al oficio.

Los editores coinciden en que hay elementos infalibles: una trama envolvente desde el inicio, personajes con los que se pueda establecer una relación emocional y un lenguaje accesible pero no simplista. Lo importante es que el lector no quiera —ni pueda— soltar el libro. La fidelidad del público, que muchas veces llega por recomendaciones en redes o clubs de lectura, es la clave del sostenimiento.

Un fenómeno reciente es la aparición de influencers literarios que marcan agenda. Booktok y Bookstagram son nuevos espacios donde la conversación literaria sucede, y los editores están atentos. No es casual que muchos éxitos actuales hayan tenido una primera vida digital, donde el boca a boca se mide en likes.

Algunos critican la fórmula por sacrificar profundidad, pero muchos de estos libros han permitido el acceso a la lectura a públicos que no frecuentan librerías. Y eso, en tiempos de hiperconexión y dispersión, es un mérito.