En los partidos bonaerenses de Carlos Pellegrini y Almirante Brown, pequeñas capillas se alzan entre campos, esquinas dormidas y caminos que no apuran. Son templos sencillos, muchas veces ocultos entre árboles o a la vera de una ruta secundaria, que guardan historias de fe, comunidad y resistencia al paso del tiempo.
Una de ellas es la capilla Santa Marta, ubicada en el paraje Bary, a 15 kilómetros de la localidad de Pellegrini. Su historia se remonta a mayo de 1911, cuando fue bendecida por monseñor Gregorio Romero y apadrinada por Marta De Bary de Vedoya, en una ceremonia que selló el carácter espiritual de una comunidad naciente.
Según registros históricos, en 1910, durante su visita a la Argentina en el marco del Centenario de la Revolución de Mayo, la infanta Isabel de Borbón se alojó en la residencia del fundador del pueblo, Teodoro De Bary. Enterada de la construcción del pequeño templo, obsequió uno de los cinco vía crucis tallados y pintados en madera que existían en su colección, junto con dos cuadros que aún hoy permanecen en el lugar.
«Es un edificio de estilo gótico protestante, emplazado en el medio de un terreno que De Bary había destinado como plaza. En su interior guarda el mobiliario original y una imagen de Santa Marta, patrona de las amas de casa y empleadas domésticas», detallaron desde el área de Turismo local.
La capilla, afectada por el tiempo, el abandono y el vandalismo en distintas épocas, logró mantener su estructura original gracias al esfuerzo de un pequeño grupo de vecinos que impulsaron celebraciones patronales y eventos comunitarios para sostener su restauración y cuidado.
En el sur del conurbano, en el partido de Almirante Brown, se levanta otro espacio de profunda significación religiosa y social: el Pequeño Cottolengo Argentino Don Orione, fundado el 28 de abril de 1935 en la localidad de Claypole.
El templo, nacido por iniciativa de San Luis Orione, se instaló en un predio donado por mujeres terratenientes que cedieron más de 220 hectáreas para su construcción. En el acto inaugural participó el entonces presidente de la Nación, Agustín P. Justo, quien acompañó la colocación de la piedra fundamental de una obra que, con el tiempo, se transformó en símbolo de la caridad organizada.
“El Cottolengo Don Orione es un ejemplo regional de obra caritativa con inclusión social. Se erige como un espacio de amor y cuidado, que alberga a personas con discapacidad y en situación de vulnerabilidad”, explicó la directora de Turismo de Almirante Brown, Morina Sanz.
Allí, las celebraciones religiosas conviven con la asistencia cotidiana. «Es una familia edificada sobre la fe, que vive del fruto de un amor inextinguible. En el Cottolengo se vive alegremente, se reza y se trabaja», destacó la funcionaria.
Estas capillas, más allá de su valor arquitectónico o religioso, funcionan como archivos vivos de la historia comunitaria. Cada grieta, cada banco de madera, cada vela derretida o cinta atada a un picaporte testimonian el paso de generaciones que encontraron en estos espacios consuelo, esperanza y pertenencia.
En los caminos de la provincia que no grita, que guarda en silencio sus plegarias, estas capillas no buscan ser vistas. Pero quienes se detienen a mirarlas, difícilmente las olvidan.