A 30 años de su fallecimiento, Silvina Ocampo (1903-1993) vuelve a las librerías con la reedición de «Y así sucesivamente», un libro publicado por primera vez en España en 1987 compuesto por relatos que abordan desde la transformación de una mujer en un automóvil hasta un jardinero que comienza a generar raíces en la tierra, completando así el rescate de una obra que comenzó a reimprimir el sello Lumen este 2023 cuando también se cumplieron 120 años de su nacimiento.
Nacida el 28 de julio de 1903 en Buenos Aires, la hermana menor de una familia patricia y aristocrática argentina escribió cuentos como «La soga», «Las fotografías», «Carta bajo la cama», «Cielo de claraboyas», «El vestido de terciopelo», «El pecado mortal», «El diario de Porfiria Bernal» o «Autobiografía de Irene» que la convirtieron en una figura clave de la cultura argentina con un sello original en el género fantástico y en la búsqueda de literatura escrita por mujeres.
Educada con institutrices inglesas y francesas en su propia casa, por lo que aprendió primero a hablar y a escribir en estos idiomas, antes que en castellano, la infancia de Ocampo se desarrolló entre el caserón de la ciudad, la mansión Villa Ocampo en el partido bonaerense de San Isidro, los campos familiares de Pergamino en la provincia de Buenos Aires y la estancia Villa Allende en la provincia de Córdoba.
Su vínculo con el arte comenzó a través de la pintura cuando tenía 26 años y se fue a estudiar dibujo y pintura a Francia. Allí se unió al Grupo de París, compuesto por artistas plásticos argentinos que se habían ido a establecer allí durante la segunda década del siglo XX, entre los que estaban Norah Borges, Raquel Forner, Lino Spilimbergo, Horacio Butler y Xul Solar.
De regreso a Buenos Aires, se casó con el escritor Adolfo Bioy Casares y se fueron a vivir a la estancia Rincón Viejo, en la localidad de Pardo, partido de Las Flores, en la provincia de Buenos Aires, donde los solía visitar Jorge Luis Borges. Con él construyó una amistad que duró hasta la muerte del autor de «El Aleph».
La obra que comenzó a reeditar el sello Lumen, perteneciente a la editorial Penguin Random House, comenzó con el libro de cuentos «Viaje olvidado» (1937), siguió en 1942 con el poemario «Enumeración de la patria», y luego con otro de versos «Espacios métricos» en 1945. Le siguieron las publicaciones «Poemas de amor desesperado» (1949), «Los nombres» (1953) y «Pequeña antología» (1954).
La biblioteca armada este año permite que vuelvan a circular libros como «Las repeticiones», 24 relatos escritos entre 1930 y 1980 que no llegaron a publicarse a lo largo de su vida; «La furia», publicado por primera vez en 1959 con cuentos sobre campos de pruebas y laboratorio del destino de sus personajes como eje central; o «Ejércitos de la oscuridad», que reúne fragmentos narrativos, aforismos y destellos poéticos.
También en este proceso fueron reeditados «La promesa», la ficción más extensa de Silvina Ocampo y a la que se dedicó, con intermitencias, durante unos 25 años; los cuentos de «Autobiografía de Irene», cinco cuentos que transcurren en escenarios tan diversos como la Roma antigua, una ciudad de China o el campo de la provincia de Buenos Aires; y «La torre sin fin», un relato -publicado casi secretamente en España en 1986 y desconocido en nuestro país hasta su primera reedición en 2007- atravesado por la la sutileza y la captación psicológica.
Si bien Sudamericana había publicado hace más de 10 años estos títulos, esta reedición en formato de biblioteca con toda la obra tiene tapas con imágenes de Silvina Ocampo, algunas del archivo de los herederos de la autora y otras tomadas por grandes
fotógrafos argentinos como Aldo Sessa, Pepe Fernández, Daniel Merle y Antonio Capria. Fue pensada como una posibilidad de recirculación de una producción que, como señala Juan Boido, director editorial en Penguin Random House, da visibilidad a «una obra constantemente revalorizada».
«Su literatura tiene una potencia y una vigencia a través del cruce entre el rescate del género fantástico y la intimidad que hoy cobra más potencia con la literatura que se está leyendo e irradia a literatura escrita por hombres», sostiene Boido sobre «una autora que permanece redescubierta y revalorizada».
Al publicar todos los títulos juntos, el sello se propuso presentar la obra completa y respetar la unidad de cada libro, es decir, la selección de cuentos tal como estaban presentados y circularon en sus versiones originales para que sean los lectores quienes elijan por qué ejemplar ingresar al universo Ocampo o qué libro releer.
Para 2024, Lumen está trabajando con el albacea de la escritora y poeta, Ernesto Montequin, investigador, ensayista, crítico de arte y director del Centro de Documentación Unesco-Villa Ocampo, en el teatro y la poesía inédita de Ocampo.
Entre sus poemarios están «Lo amargo por lo dulce», que fue definido como uno de sus mejores logros en el género de la lírica, «Poemas de amor desesperado» (1949), «Los nombres» (1953, «Pequeña antología» (1954) y «Amarillo celeste» que en 1972 fue su última publicación en el género poesía.
Este mes, al cumplirse 30 años de su muerte, llega a las librerías «Y así sucesivamente» que incluye dos cuentos publicados en la revista Sur en 1938 (y nunca antes recogidos en volumen) y contiene relatos diversos en los que se puede encontrar la capacidad de la autora para ampliar la percepción de lo cotidiano a través de una estatua ecuestre que ejecuta una venganza o un perro enamorado de un trapo de piso.
Ocampo escribió también junto a Bioy Casares la novela policial «Los que aman odian» (1946 que fue llevada al cine por Alejandro Maci y protagonizada por Guillermo Francella y Luisana Lopilato en 2017.
También fue llevado al cine «Cornelia frente al espejo», de mediados de los años 50, un monólogo a dos voces donde el suicidio y la muerte son temas centrales, al igual que el juego de espejos entre lo que es real y no (somos irreales como las imágenes). Esa ficción llegó al cine en 2012 con Leonardo Sbaraglia entre sus principales actores, y la dirección de Daniel Rosenfeld.
«El más común de los lugares comunes sobre Silvina Ocampo es considerar que quedó a la sombra, oscurecida, empequeñecida por su hermana Victoria, su marido el escritor Adolfo Bioy Casares y el mejor amigo de su marido, Jorge Luis Borges. Que la opacaron. Pero es posible que la posición de Silvina haya sido más compleja. Quienes la admiran fervorosamente decretan que sin duda que fue ella quien eligió ese segundo plano. Dicen que desde allí podía controlar mejor aquello que deseaba controlar. Que nunca le interesó la vida pública sino, más bien, tener una vida privada libre y lo menos escrutada posible. Que, en definitiva, ella inventó su misterio para no tener que dar explicaciones», dice Mariana Enriquez en el libro que le dedica, «La hermana menor».
Sobre ese segundo plano que muchas veces elegía y la hacía por ejemplo, conceder pocas notas, habló en una entrevista con María Moreno publicada en El Cronista Cultural el 13 de septiembre de 1975, en la que la cronista le preguntaba por qué no le gustaban las entrevistas. «Tal vez porque protagonizo en ellas el triunfo del periodismo sobre la literatura», destacaba.
En la misma entrevista, publicada también en el libro «Vida de vivos», Moreno le consultaba también si prefería su poesía o su prosa, ante lo que respondía: «Creo que son tan diferentes que se equilibran entre sí, hasta podrían matarse por contumacia. Pero escribir poesía me produce casi siempre una especie de empalagamiento intolerable, sin paliativo. En cambio, tengo el hábito resignado de la prosa. Con mi prosa puedo hacer reír. ¿Será una ilusión? Nunca, ninguna crítica menciona mi humorismo».
La entrevista contiene varios registros y tonos en los que entrevistadora y entrevistada sostenían esa conversación, ya que por ejemplo al ser consultada por su opinión sobre las feministas, enfatizaba: «Mi opinión es un aplauso que me hace doler las manos».
- ¿Un aplauso que le molesta dispensar?, repreguntaba Moreno y Ocampo respondía: «¡Por qué no se va al diablo!».
Reconocida con el Premio Municipal de Literatura en 1954 y el Premio Nacional de Poesía en 1962, como así también la Beca Guggenheim, Ocampo sigue siendo leída y buscada por una obra que continúa teniendo cosas que decirle al presente.