La ensayista Beatriz Sarlo, que se destacó en el ámbito de la crítica literaria y cultural con la publicación de decenas de libros, una producción sin igual tanto de ensayos literarios, como en estudios y periodismo cultural y en el campo intelectual nacional, falleció a los 82 años esta madrugada en la Clínica Otamendi, donde estuvo internada tras haber sufrido un accidente cerebrovascular.

Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires, Sarlo marcó durante décadas el pensamiento literario y cultural en América Latina desde su labor en la revista Punto de Vista hasta sus contribuciones académicas en instituciones nacionales e internacionales y su vasta obra que incluye títulos fundamentales como «Una modernidad periférica», «Escenas de la vida posmoderna» y «Tiempo pasado».
Fue una figura clave para comprender las transformaciones del pensamiento crítico en la Argentina contemporánea, desde la década del setenta hasta la actualidad. Su labor en la revista Punto de Vista permitió difundir nuevas corrientes teóricas y establecer un diálogo permanente entre la literatura, la política y la sociología.
Su compromiso con el análisis riguroso la llevó a cruzar fronteras disciplinares, articulando el estudio de la modernidad con las problemáticas sociales y culturales de un país en constante cambio. Allí, junto a otros pensadores como Carlos Altamirano, consolidó un espacio de resistencia intelectual en momentos difíciles, logrando que sus ideas trascendieran y sirvieran como referencia indispensable para generaciones de académicos, escritores y estudiantes.
En el ámbito universitario, Sarlo ejerció la docencia con la misma agudeza y exigencia que aplicaba en sus textos. Durante dos décadas enseñó literatura argentina en la Universidad de Buenos Aires, convirtiéndose en una docente admirada y temida, capaz de desarmar un texto con precisión quirúrgica. Su voz también resonó en prestigiosas universidades internacionales, como Columbia, Cambridge y Berkeley, donde fue invitada a dictar cursos y conferencias. Su mirada sobre autores como Borges y Walter Benjamin -temas que trabajó en obras como «Borges, un escritor en las orillas» y «Siete ensayos sobre Walter Benjamin»- reafirmó su lugar en el ámbito académico como una de las más destacadas críticas literarias del continente.
Además de su incansable labor en la literatura y la academia, la ensayista participó de los debates públicos más relevantes de la historia reciente. Fiel a una ética intelectual que no admitía concesiones, se enfrentó tanto al poder político como a las modas ideológicas del momento. En 2011 protagonizó un célebre intercambio en el programa «6, 7, 8», donde la frase «Conmigo no, Barone» -dirigida al periodista Orlando Barone- se transformó en un símbolo de su firmeza y su independencia frente a los intentos de descalificar su pensamiento crítico. Sin embargo, sus cuestionamientos no estuvieron limitados a un solo gobierno: fue también una voz crítica de la gestión de Mauricio Macri, al que acusó de gobernar en beneficio de los sectores más privilegiados.
El rigor de su pensamiento y su capacidad para incomodar quedaron plasmados en una extensa obra que analizó las contradicciones de la Argentina moderna y posmoderna. En libros como «Tiempo pasado», «La máquina cultural» y» La audacia y el cálculo», Sarlo reflexionó sobre la memoria colectiva, la crisis de las instituciones y el giro subjetivo de la cultura contemporánea, aportando claves para entender los cambios sociales y políticos de las últimas décadas. Su mirada, siempre lúcida y crítica, no solo desmenuzaba los problemas del presente, sino que abría nuevas preguntas y desafíos para el futuro.
La autora recibió a lo largo de su vida numerosos premios y reconocimientos, tanto en Argentina como en el exterior. Entre ellos destacan el Premio Konex de Platino, la Beca Guggenheim y el Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña, otorgado en 2015 por la República Dominicana. Distinciones que reflejan la trascendencia de su obra y la vigencia de su pensamiento más allá de las fronteras del país.
Sarlo enseñó que la crítica no es solo un ejercicio académico, sino una forma de intervenir en el mundo y de luchar por un pensamiento libre y honesto. Su ausencia deja un vacío imposible de llenar, pero su obra seguirá iluminando el camino para quienes se animen a pensar sin ataduras, con la misma valentía que ella supo sostener hasta el final. Con su muerte desaparece una figura imprescindible de la cultura argentina, una voz capaz de desafiar las certezas y de incomodar a quienes preferían el silencio. Su legado queda en sus libros, en las generaciones que formó y en su ejemplo de independencia intelectual.