La peor sequía de la historia de la Selección Argentina acabó este sábado en el Maracaná: la consagración ante Brasil en la definición de la Copa América 2021 marcó el final de una larga noche de 28 años sin títulos.
Pasaron 10.223 días aciagos, cargados de ilusiones que irremediablemente terminaron en frustración, algunas con matices de castigo divino, desde que Oscar Ruggeri levantó la Copa América en el Monumental de Guayaquil, el 4 de julio de 1993.
Imposible de predecir que aquel bicampeonato sudamericano del equipo de Alfio Basile, compuesto también por Sergio Goycoechea, Diego Simeone, Fernando Redondo y Gabriel Batistuta, entre otros, sería el último póster de Argentina campeón.
En coincidencia con la era post Diego Maradona, la Selección ingresó en un infausto período que se fagocitó próceres del fútbol argentino en la dirección técnica y generaciones enteras de jugadores brillantes.
Paradójicamente la sequía se extendió en simultáneo al ciclo histórico más prolífico de los equipos juveniles, que fueron cinco veces campeones del mundo (1995, 1997, 2001, 2005 y 2007) con muchas de las figuras que años después rumiaron el desencanto de la derrota con la mayor.
Tampoco sirvieron los dos títulos olímpicos de la Sub 23, en Atenas 2004 y Beijing 2008, como plataforma de éxitos posteriores. Todos los procesos, los técnicos y los futbolistas terminaron indefectiblemente en blanco, sin que ello anule lo virtuoso del trabajo en algunos casos.
Tras aquel lejano festejo en Guayaquil desfilaron entrenadores de toda la gama: disciplinados, obsesivos, paternales, docentes y «jugadoristas»; ultraofensivos, arriesgados, moderados y conservadores; modernos, actualizados y chapados a la antigua. Siempre con el mismo desenlace amargo.
Quedaron incluidos en ese período adverso Daniel Passarella (1994-98), Marcelo Bielsa (1998-2004), José Pekerman (2004-2006), el propio Basile (2006-2008), Maradona (2008-2010), el «Checho» Sergio Batista (2010-2011), Alejandro Sabella (2011-2014), Gerardo Martino (2014-2016), el «Patón» Edgardo Bauza (2016-2017) y Jorge Sampaoli (2017-2018), antecesor del héroe menos pensado: Lionel Scaloni.
Si de jugadores se trata, fueron generaciones completas de futbolistas de elite, protagonistas en las principales ligas de Europa, las que experimentaron su decepción con la «Albiceleste».
Desde Javier Zanetti, Roberto Ayala, Ariel Ortega, Marcelo Gallardo, Hernán Crespo, Juan Pablo Sorín y Juan Sebastián Verón hasta Walter Samuel, Gabriel Heinze, Esteban Cambiasso, Pablo Aimar, Juan Román Riquelme, Javier Saviola, Andrés D’Alessandro, Maximiliano Rodríguez, Carlos Tevez, Fernando Gago, Éver Banega, Javier Mascherano y Gonzalo Higuaín, por citar los apellidos más rutilantes.
Sólo Lionel Messi, Ángel Di María -goleador esta noche- y el «Kun» Sergio Agüero, miembros del campeón olímpico 2008, lograron traspasar la oscuridad y festejar en el mismo lugar donde se frustró el tercer campeonato del mundo.
La foto de Leo con la Copa América en el Maracaná, tan anhelada y tan necesaria, posterga todas las imágenes tristemente célebres que articularon el tramo más brumoso en la línea de tiempo de la Selección Argentina.
Aquella de la enfermera de la mano de Diego Maradona en el campo de juego del Foxboro de Boston durante el Mundial Estados Unidos ’94, el brazo del brasileño Tulio en la eliminación de la Copa América Uruguay ’95, el cabezazo del «Burrito» Ortega a Edwin Van der Sar en Francia ’98, los tres penales errados por Martín Palermo ante Colombia en Paraguay ’99…
Mucho peor resultó la soledad de un Bielsa en cuclillas, consumada la eliminación en la primera ronda del Mundial Corea-Japón 2002 y la final que se escurrió ante Brasil en la Copa América Perú 2004 por un gol sobre la hora de Adriano que forzó la tanda de penales.
Después llegó la paliza brasileña en la Copa de las Confederaciones 2005 y la despedida en los cuartos de final del Mundial 2006 ante el local Alemania, cuyo arquero Jens Lehmann tenía apuntado en un papelito la forma de patear penales de cada futbolista argentino.
La Copa América Venezuela 2007, afrontada con un equipo de estrellas, acabó en el último partido con un nuevo cachetazo de Brasil (3-0) en Maracaibo, tan soberbio como el que propinó Alemania (4-0) al seleccionado de Diego Maradona en los cuartos de Sudáfrica 2010.
La edición 2011 del torneo sudamericano de selecciones en el país ni siquiera despertó ilusiones como las que sí generó el Mundial Brasil 2014, que terminó con un Messi impotente mirando la Copa del Mundo a centímetros. Tres momentos de aquella tarde del 13 de julio en el Maracaná aún percuten sobre los corazones argentinos: el insólito gol perdido por «Pipita» Higuaín, la fallida definición de Rodrigo Palacio («era por abajo») y el tanto decisivo de un tal Mario Götze, que tras ese instante consagratorio desapareció para siempre de la primera plana del fútbol mundial.
Como si todo eso no fuera suficiente, llegaron las finales perdidas ante Chile en la Copa América de 2015 y 2016. Nuevamente Higuaín como villano en la final de Santiago y luego Messi cuando desvió su penal en la tanda de definición y al rato renunció a la Selección en el vestuario del estadio MetLife en Nueva Jersey, Estados Unidos.
La Copa del Mundo Rusia 2018 estuvo signada por la problemática convivencia de Sampaoli con el plantel y acabó con una inapelable victoria de Francia en octavos. De la anterior Copa América en Brasil, hace dos años, quedó el recuerdo de las protestas de Messi hacia la Conmebol por los polémicos fallos en favor del local, que fue el campeón y verdugo argentino en semifinales.
El derrotero de sufrimientos, el karma que azotó a toda la comunidad futbolística de Argentina durante casi tres décadas, concluyó hoy de la manera más dulce: ante Brasil, en el Maracaná y con Messi de capitán y Di María como goleador. Adiós fantasmas.