Más de 12 mil alumnos bonaerenses de jardín, primaria y secundaria participan del Programa Coros y Orquestas que se dicta en toda la provincia con el objetivo de lograr la democratización de la cultura, favorecer la inclusión, revinculación, permanencia y egreso de la escolarización en niñas, niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad socioeducativa a través de actividades musicales.
De acuerdo a la Dirección General de Cultura y Educación, el plan de enseñanza musical tiene como propósito garantizar el ejercicio del derecho social a la educación, fortaleciendo las trayectorias de chicas y chicos con propuestas pedagógicas integrales.
Así, a través del canto o del uso de instrumentos como la guitarra, el charango, el violín, la viola, el chelo, el bajo, la flauta, el oboe, el clarinete, el fagot, la trompeta, el arpa o el bandoneón los estudiantes realizan actividades musicales en 89 sedes de todo el territorio los sábados y días de semana a contraturno.
El programa contempla repertorios variados que van desde la música académica hasta popular. Para que los niños, niñas y adolescentes se sumen a los coros y orquestas, a comienzos de cada año se abre la inscripción y se realizan muestras o conciertos públicos en actos escolares, teatros o plazas con el propósito de que los posibles aspirantes vean en primera persona de qué se trata.
En declaraciones formuladas a Télam, la Directora de Políticas Socioeducativas, Natalia Bragagnolo, explicó que con ese proyecto, que existe en territorio bonaerense desde el año 2005, se busca «fortalecer las trayectorias educativas y la inclusión» y analizó que se trata de dispositivos que «transforman y generan nuevas posibilidades».
«Nuestros pibes en los barrios sueñan todo el tiempo. Esta propuesta genera aprendizaje, pero también inclusión, revinculación, permanencia y egreso escolar», dijo e indicó que el programa musical «busca la democratización de la cultura».
Sostuvo que los coros y orquestas del programa «son espacios inclusivos y abiertos a toda la comunidad, en los que se valora la diversidad, se trabaja con los distintos modos y tiempos de aprendizaje y participación de cada integrante».
La funcionaria manifestó que «es un programa que propone más escuela, otra manera de enseñar y de aprender. Incluye a chicos y chicas en situación de vulnerabilidad para que tengan otros horizontes culturales, adquieran nuevos saberes y aprendizajes» y razonó que «no sólo fortalece trayectorias educativas sino que genera nuevas condiciones de vida porque hay chicos que a partir de su participación en la orquesta, aprendieron a leer y escribir, además de tocar instrumentos».
«El programa funciona desde hace 17 años. Muchos exalumnos ya son músicos profesionales o docentes», graficó la profesional.
Es el caso de Agustín Andrade, quien se formó en la Orquesta Escuela de Chascomús -la primera de la provincia- es hoy el coordinador del Programa. «Allí descubrí mi vocación y mi profesión y es donde hoy trabajo», contó a esta agencia.
El docente explicó que las sedes de Programa suelen abrirse en las escuelas «ubicadas en las zonas de mayor vulnerabilidad», apuntó que se trabaja «en conjunto con los municipios y las universidades locales porque la idea es que toda la comunidad se apropie de la propuesta».
«Después, los profesores pasan aula por aula en la escuela elegida y van mostrando en los salones los instrumentos, que los provee el Estado, y ahí invitamos a los chicos a sumarse», dijo y subrayó que «el objetivo del programa es acompañar las trayectorias educativas y democratizar la cultura, dándole la posibilidad de producción cultural a todas y a todos porque nadie se levanta diciendo ‘quiero estudiar fagot'».
Indicó Andrade que «los chicos trabajan en cuatro materias: instrumento, con las herramientas técnicas para tocar con seguimiento individual; taller de fila, donde se juntan las familias de instrumentos a trabajar en grupo; lenguaje musical, en la que aprenden a leer partituras; y ensayo de orquesta, donde practican».
«La misma dinámica es en coro: en la semana tienen técnica vocal y lenguaje musical, a contraturno; y los sábados ensayo de coro», añadió y resaltó que «todos los docentes son músicos».
Con el tiempo, se programan conciertos. «No es una muestra o un resultado final, sino parte de un proceso de aprendizaje y formación», aseveró el profesor y puso de relieve la importancia del reconocimiento a través del aplauso tras cada presentación, lo que «levanta la autoestima de los chicos y chicas».
«Los conciertos generan además de lo cognitivo, una posibilidad del desarrollo de un proyecto de vida. El paso por el coro o la orquesta marca al individuo», opinó Andrade.
«En las orquesta uno aprende no sólo contenidos musicales, sino cosas que queremos que apliquen en la vida, en la familia y en la sociedad: ponerse metas, trabajar en quipo, escuchar al otro, saber cuando se debe liderar y cuando seguir a alguien, cuando hacer silencio y cuando tocar mas fuerte», cerró.
Es que todos los referentes consultados coincidieron en que se trata de un dispositivo pedagógico «que integra en la diferencia, que refuerza la idea de heterogeneidad y tolerancia» y en que «en la construcción colectiva, se potencian las virtudes de cada uno de los miembros de las orquestas y los coros».
Ezequiel González, coordinador del Coro Grillos Cantores del barrio Las Casitas en Avellaneda, que forma parte del Programa Coros y Orquestas de la Provincia de Buenos Aires, contó que uno de los beneficios de esta actividad es que «aporta a sus trayectorias escolares, pero también a que los pibes no estén tanto en la calle sino haciendo música», mientras que algunos de sus alumnos destacan que enseña «a disfrutar con pasión de las cosas, no hacerlas solo por obligación».
El coro se encuentra «cerca del Puerto de Dock Sud, en una zona vulnerable. Van unos 30 chicos de entre 6 y 13 años del CEM N° 122 y de las escuelas del barrio, les da una dirección al día a día de los chicos. Aporta a sus trayectorias escolares, pero también a que los pibes no estén tanto en la calle sino haciendo música», describió y expresó que «cantan de todo: cumbia, folklore, temas de ahora y de antaño».
«Les mostramos lo más posible porque tratamos de que la música sea un medio para conocer el mundo. Hace poco fuimos a un encuentro de coros en Mar del Plata y la pasamos genial. Algunos pibes no sólo no conocían el mar, sino que nunca se habían subido a un micro», dijo.
Luego González planteó que «la idea es dejarles a los chicos algo expresado en valores por medio de la música» y narró que «esto impacta en sus vidas porque se generan perspectivas y pertenencia, e incluyen otro lenguaje».
«Además, al hacerlo dentro de la escuela los docentes -que no solo tenemos pasión por la música sino amor por las niñeces- les estamos encima para ver cómo les va en las materias o detectar problemas familiares», aseguró.
Luciana Aranda, una de sus alumnas de 9 años, contó a Télam que además de jugar al fútbol, disfruta de asistir al coro dos veces por semana, del que comenzó a participar hace 3: «Los profes tocan el piano y nosotros cantamos canciones que vamos leyendo en una hoja que nos dan, jugamos y tenemos amigos», relató y sostuvo que «lo más lindo fue cuando fuimos a Mar del Plata a un concierto con mis amigas y amigos».
En esa línea la docente integradora del Coro de la Orquesta-Escuela de Florencio Varela, Liliana Córdoba, contó que el espacio del que participan 1.200 personas funciona en ese distrito desde 2005: «Es maravilloso lo que se logra acá. Es algo que convoca porque se sirve realmente», remarcó y apuntó que «apenas empiezan a tocar un instrumento, ya los consideramos parte de la orquesta».
«Hacemos conciertos en distintos lugares y por boca a boca se van sumando pibes. Estamos en barrios vulnerables y todo lo que hacemos les da sentido de pertenencia. La música, ver algo nuevo, los equipos de trabajo y el saber que los esperamos los convoca», puntualizó.
Para Córdoba, la orquesta «funciona como una familia: el chico que sabe le ayuda al otro, le pone el dedo donde va, lo alienta, le dice que va a poder y los profesores son maravillosos».
«No estamos formando músicos sino seres humanos. Hay chicos que habían dejado el colegio o estaban por dejar porque tenían muchas materias previas y nosotros logramos revincularlos con la escuela», añadió y relató que «por ejemplo, una mamá nos agradeció porque su hijo antes nunca hablaba y aquí prendió a desenvolverse de otra manera; dice que ahora es otro chico y tiene otros canales de expresión».
Bianca Zabala, una joven de 15 años que toca el violín en esa orquesta infanto-juvenil, comenzó a estudiar ese instrumento en 2020 y, al poco tiempo, se decretó el aislamiento por la pandemia de coronavirus por lo que debió continuar sus clases por la plataforma Zoom.
«Tuve muchas frustraciones al principio, me costó aprender. No sabía cómo posicionar el instrumento y me ponía mal. De a poco fui avanzando, aprendí la pasada de arco, a posicionar bien el brazo y la afinación de los dedos. Después de todos esos procesos, ya toco. Ahora ensayo de manera presencial martes y jueves de 17 a 21. Pasé de nivel inicial a orquesta infanto, que es intermedio», describió ante Télam.
«Ya hicimos 5 conciertos. La orquesta suena hermosa. Somos más de 100 personas entre filas de violines, flautas y contrabajos», afirmó la joven y destacó que «el grupo humano es hermoso y sonamos muy lindo».
«Cada obra es mágica. La orquesta requiere mucho tiempo y dedicación. Y el violín me enseñó a disfrutar con pasión de las cosas, no hacerlas sólo por obligación. Además, esto me permitió conectar con mi hermana, que toca la guitarra», reconoció Bianca.