La isla de Capri, legendaria y decadente, formó parte una vez de tierra firme. Desgajada del continente, el poeta Virgilio, en La Eneida, escribe que Capri había sido poblada por los griegos de Telebos, provenientes del archipiélago jónico. Y Homero, en La Odisea, habla de la isla de las sirenas en el Mediterráneo, de aquellas oceánidas que intentaban seducir a Ulises con su canto. Aunque no sepamos si se trata de Capri con total seguridad, sí es probable, ya que la descripción de la isla de Homero se asemeja mucho a nuestro pequeño peñón amalfitano. En este artículo te contamos qué ver y qué hacer en la Isla de Capri durante un día.
Qué ver en Capri
Hoy Capri es una isla fundamentalmente turística. La primera sensación al llegar a la Marina Grande, el puerto, es la de haber viajado en el tiempo, pues la mayoría de la isla está exactamente igual que como uno la recuerda en la película de Melville Shavelson (y que en español, también se llama Capri). La Marina Grande está preparada para natación deportiva y desde allí parte el funicular que nos llevará hasta la cima, donde parece que el tiempo no ha transcurrido porque la estética de construcciones circulares, que constituyen un sinfín de intrincados laberintos de callejuelillas, sigue tal cual. Luego es cierto que algunos edificios te sacan del ensueño, porque fueron abandonados en aquellos años de esplendor y ahora están en ruinas. Pero para eso hay que alejarse un poco de la Piazzetta, el centro neurálgico del municipio.
La famosa Piazzeta es como una especie de distribuidor, rodeada de restaurantes selectos, hoteles de alta gama y lujosísimas tiendas de las marcas más prestigiosas. Pero no te dejes engañar por los precios, porque no muy lejos también hay tiendas normales. La isla de Capri no tiene más de 6 kilómetros de largo por casi 3 kilómetros de ancho. Siguiendo la calle que baja desde la Piazzeta se llega a los Jardines de Augusto, desde los que sale la Vía Krupp (el industrial alemán famoso por sus cañones en la I Guerra Mundial). Esta vía se construyó en 1902 y es una bajada en zigzag que lleva hasta la Marina Piccola.
Lugares de interés en la isla de Capri
Culturalmente hablando, Capri cuenta con la parroquia barroca de San Stefano del siglo XVII, edificada sobre las ruinas de una catedral anterior. La famosísima Villa Jovis, conocida también como el palacio de Tiberio, una villa romana excelentemente conservada, que data de los años del imperio. Y para los deportistas que prefieran subir a pie desde la Marina Grande, en el trayecto encontrarán la iglesia de San Constanzo, del siglo XI; o la escala fenicia, una escalera criminalmente escarpada, pero por la que se llega al Castello Barbarosa, que debe su nombre al pirata sarraceno (el terror de esos mares) “Kair el Din”: Barbarroja. Esta escalera fue, durante años, la única vía de unión entre Capri y Anacapri.
Otras excursiones interesantes son la del Palazzo a Mare o el Bagno di Tiberio, también restos romanos de la época del imperio. El Belvedere de Tragara, desde el que se observan los Faraglioni y la Marina Piccola, donde se encuentra el balneario. También desde el Belvedere se puede continuar hasta el Arco Natural y hasta la Gruta de Matermania, lugar sagrado dedicado a la diosa Cibeles y uno de los mayores atractivos de la isla. Por último la Cartuja de San Giacomo, con más de 300 años y sus famosos claustros de los siglos XV y XVI.
Anacapri y la naturaleza más exuberante
En la parte occidental de la isla está la otra Capri, la más pobre, la tradicional, la de la gente hospitalaria y sutil: Anacapri, cuyo nombre significa “la que está encima de Capri”. Su paisaje lo constituye un puñado de casitas blancas, de estilo oriental, rodeadas de olivos y viñedos, de un sorprendente color verde intenso, que le dan un toque de exuberancia muy llamativo. También cuenta con grandes y renombradas manifestaciones artísticas, como la iglesia de San Michele y la medieval de Santa Sofía, la famosísima villa San Michel, construida por el médico sueco Axel Munthe sobre las ruinas de una villa romana, un lugar realmente interesante. El castillo de Barbarroja, a unos 400 metros sobre el nivel del mar, es un mirador excepcional. Fue construido en el siglo XI y saqueado por el pirata en el siglo XV, actualmente queda poco que ver, pero en su núcleo hay un centro de investigación y un observatorio ornitológico.
Al Monte Solaro se puede subir en telesilla desde la plaza Vittori, y las vistas a casi 600 metros de altura son extraordinarias. Si se sube a pie, el camino atraviesa la antigua calzada romana y la vía se conoce como la Migliera. Va desde Capodimonte, atraviesa Anacapri y llega hasta el mirador sobre las calas de Tuoro y del Limmo, terminando en la Punta Carena y el Faro, uno de los emblemas de la isla. Cerca también está la Fortezza di Bruto, una fortificación que data de 1809, construida por los ingleses sobre unas ruinas medievales. Y cerca de Punta Carena están las ruinas del Castello di Materita, que no son más que ruinas. Y la Torre de Dameguta, construida en la Edad Media para defenderse o prepararse cuando los piratas atacaban. Junto a la plaza Vittori, donde se toma el telesilla, está Il Parco Filosofico, un recorrido entre pequeños senderos naturales, adornado por sesenta inscripciones con citas filosóficas de los grandes pensadores de la historia.
La Gruta Azul y el hogar de las sirenas
Por último, la más importante de todas las atracciones de la isla es la famosísima Gruta Azul o Gruta Azzurra: una caverna natural con un diminuto orificio en la superficie que permite el ingreso de los rayos solares… Esto quiere decir que dentro todo se vuelve de un intenso color azul cobalto que deslumbra. Tiene unos 50 metros de largo, poca altura y mucha profundidad, lo que favorece que los reflejos azules alcancen tonalidades muy dispares. Todo un espectáculo. Desde Capri se tarda unos 20 minutos en barca, para más adelante subir en un pequeño bote de remos, porque la entrada es muy pequeña, de apenas 1,30 metros de altura. Y cuesta unos 22 euros. Esta gruta era conocida en la antigüedad, pero fue redescubierta por el poeta August Kopisch y el pintor Ernest Fries, aunque ya el emperador romano Tiberio había construido un muelle en su interior en el año 30 d.C. y también un ninfeo (santuario dedicado a las ninfas marinas). Algunos de estos restos han sido rescatados.
Los piratas sarracenos
Sarraceno es la palabra que se usaba para los pueblos nómadas del desierto, entre Siria y Arabia Saudí. En el siglo VII surgieron de forma repentina y camparon a sus anchas en el Mediterráneo durante siglo y medio.
Las islas del Golfo Napolitano los temían de tal grado que, ante su inminente llegada, eran capaces de colgarse, como colgaban los cadáveres antes de enterrarlos (para secar los cuerpos) y hacerse los muertos para pasar desapercibidos.
La arquitectura de Capri tiene mucho ver con estos ataques. Casitas pequeñas con patios cerrados, algunos contiguos, atravesados por sinuosas callecitas, estrechos callejones empedrados, cubiertos con bóvedas de fácil cerrado, para quedar lo más protegidos posible. Así es el barrio de La Boffe.
Consejos para disfrutar Capri
Si lo que buscas son playas, Capri no destaca por tener las mejores del mundo, pero sí tiene unas cuantas que valen la pena: la Marina Piccola y la Torre Sarracena son las mejores, la Fontelina y Da Luigi ai Faraglioni son además bastante bonitas.
Los Farallones son tres colosos de roca que emergen de las profundidades y que, debido a la erosión de las aguas y el viento han abierto fisuras, cavidades y arcos. Pueden medir más de 100 metros de altura.
En Capri lo más típico es comprar sandalias artesanas, que son una auténtica maravilla, aunque un poco caras. El perfume de la isla, de un olor particular, muy fresco y corales auténticos, aunque todos sabemos que eso no se debe hacer porque los corales están en vías de desaparición y están muy protegidos.
Capri es una isla muy cara, por eso las compras típicas es mejor hacerlas en Anacapri.
Qué comer en Capri
La gastronomía capriota se circunscribe, de forma general a la napolitana con pequeñas excepciones como los raviolis caprese (ricota y parmesano con tomate, mozzarella y albahaca), la torta caprese (como una empanada con tomate, mozzarella y albahaca; aunque en algunos sitios puede ser dulce), la cianfotta (carne, patata, cebolla, guindilla y orégano) y cualquier cosa con la salsa chiumenzana (tomate natural, albahaca y tomates secos) o la famosa ensalada caprese (con los 3 ingredientes omnipresentes en la gastronomía de la isla, queso rayado y aceitunas negras).
El pescado es fresco y parece una buena opción. Es mi deber recalcar que la pasta, alimento italiano por excelencia, en esta zona se prepara muy al dente, es decir, casi cruda. Los entendidos se empeñarán en mantener que la pasta se come así, pero cada uno con sus gustos. Al parecer el conejo también es popular, aunque sea difícil encontrar carne en la isla ya que el rey, lógicamente es el pescado.
Para beber, recomiendo el vino blanco mucho mejor que el tinto y, por supuesto, el Limoncello, tan característico en la isla. Los lugareños jurarán que fue allí donde se inventó esta bebida…
Para los más golosos es imprescindible tomar un helado autóctono. El más solicitado es la Fantasía de Capri, del que todo el mundo habla por su originalidad.
Capri y los famosos
Este islote amalfitano hace las delicias de escritores, pintores, escultores, poetas… e incluso de los actores, políticos e intelectuales de todos los tiempos, unos exiliados y otros enamorados de la isla. Unos fijaron allí su residencia y otros la han visitado temporalmente, como Maríah Carey o Brad Pitt con Angelina Jolie. Maximo Gorki, a quien fue a visitar el mismo Lenin, el escritor Cruzio Malaparte, la gran Margarita Yourcenar, Pablo Neruda, quien escribió allí Los versos del capitán y Las uvas y el viento. Eddi Murphy, Elton John, Jackie Kennedy y Onassis, Michale Caine, Nicolas Cage, Schumacher, Michael Douglas y Katherine Zeta Jones, Giorgio Armani, Plácido Domingo, Favio Cannavaro, Tom Cruise, Valentino… y un largo etcétera son invitados habituales de la isla. Glamour para todos, aunque no a todos les apasionó Capri de la misma manera. Por ejemplo, Goethe dejó caer: “que era un peñasco sin mayor interés”.
“Sitio de predilección para mis trabajos fueron aquellos días de Capri. La isla tiene dos caras bien bruñidas y delineadas. El verano de Capri es turistencial, superpoblado y lleno de lugares de perdición que, desgraciadamente, nunca conocí. No estaban fuera de mi alcance, sino de mis bolsillos. Para el invierno guarda Capri su lado mejor: su cara pobre, de gente trabajadora, hospitalaria y sutil. Además, en invierno, las alturas de Anacapri se tiñen de morado por la tarde. La vegetación, matorrales, yerbajos y gramíneas, salen por todas partes saludando al amigo fiel que se quedó en invierno a vivir con la otra isla, la isla verdadera, piedra sencilla rodeada por la espuma terrenal.” Así describía el poeta Pablo Neruda su paso por la isla italiana.