Diferentes matices y estrategias políticas atraviesan al interbloque de Juntos por el Cambio de la Cámara de Diputados, con variadas posturas al interior de las propias bancadas, en la relación entre los socios del espacio y, definitivamente, en el posicionamiento para con el oficialismo.
A más de siete meses de andar y con la excepcionalidad en la metodología de trabajo y en la propia agenda que marcó la emergencia por el coronavirus, los bloques opositores aún buscan sus perfiles dentro de un escenario atípico.
Esta dinámica parlamentaria llevó a que desde el 10 de diciembre hasta hoy la oposición haya tenido pocas posibilidades de expresar sus posiciones en cuanto a proyectos de ley -como emergencia, moratoria o teletrabajo-; y que terminara haciéndolo en cuestiones relacionadas a la metodología de trabajo, como las sesiones virtuales, el modo de participación en visitas de funcionarios o la alteración del temario para debatir un DNU.
Los matices y contrapuntos dentro de la oposición también quedaron marcados en los temas anunciados por el oficialismo como parte de la agenda parlamentaria, pero que no ingresaron formalmente a la Cámara, como el impuesto a las grandes fortunas, la expropiación de la cerealera Vicentin o la reforma judicial.
Dentro de Juntos por el Cambio, el PRO es el bloque que tiene mayor ‘ruido’ interno: dialoguistas encabezados por el jefe de la bancada, Cristian Ritondo, y donde se integran los que siguen los liderazgos de Maria Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta son mayoría en el espacio parlamentario integrado por 53 miembros.
Sin embargo, sus voces «muchas veces son superadas por quienes llevan adelante posiciones más confrontativas para con el oficialismo, como Fernando Iglesias, Waldo Wolff u Omar De Marchi», según reconocieron desde la propia bancada.
Ante este panorama, desde el sector dialoguista, en los últimos días se fijaron como objetivo que sus diputados «ganen en presencia mediática y en redes para, al menos, equiparar ambos discursos», según confiaron a Télam fuentes de la bancada ‘amarilla’.
Un tercer sector lo integran la docena de diputados referenciada en el ex presidente la Cámara, Emilio Monzó, y en el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, que en varios temas apareció con posiciones intermedias, y que no abandona su idea de alejarse del bloque.
El sub-bloque monzoísta tuvo incidencia a fin de abril para que la posibilidad de realizar sesiones virtuales ganara cuerpo, mientras algunos diputados del PRO, encabezados por Iglesias, se negaban rotundamente a aceptarlas.
En la votación del proyecto de teletrabajo se abstuvieron, a diferencia del sector dialoguista que lo hizo a favor en general; aunque, en cambio, en el tema Vicentin, fueron los que más se acercaron al gobierno, con la presentación de la demandada ‘propuesta alternativa’.
En el bloque radical el escenario aparece con menos fricciones: el presidente Mario Negri, con Miguel Bazze y diputados jujeños o correntinos expresan mayor predisposición al diálogo con el gobierno; en tanto que el titular del partido Alfredo Cornejo, el también mendocino Luis Petri o el porteño Alvaro de Lamadrid llevan la postura contraria.
Aquí es el sector de Martín Lousteau, integrado por tres o cuatro diputados, el que marca una tercera posición: en su momento acompañaron la propuesta de Cornejo para presidente de bloque y perdieron ante los que apoyaban a Negri, aunque meses después también dejan en evidencia diferencias con el mendocino.
La Coalición Cívica, en tanto, aún intenta reconfigurarse internamente tras el alejamiento de Elisa Carrió, en marzo pasado, y como consecuencia de la centralidad que tenía la líder del espacio en la relación con sus legisladores.
En cuanto a la relación entre socios, en el radicalismo todavía recelan del apoyo del PRO al Frente de Todos para la presentación del proyecto de ley de donación de plasma, donde «la UCR había sido la primera en proponer el tema y terminó como ‘convidada de piedra'», según admitieron fuentes del bloque.
En el corto andar que los ex Cambiemos transitan como oposición parlamentaria unida en un interbloque, la Coalición Cívica también marcó sus diferencias con los socios mayoritarios.
Se ausentó de la última reunión de los líderes parlamentarios del espacio con el presidente Alberto Fernández, hace dos semanas, por entender que no se trataba de un «diálogo sincero».
Además, también puso reparos sobre la forma en que se dio trámite del consensuado proyecto de ley de donación de plasma.
En la relación con el oficialismo, Juntos por el Cambio apoyó el proyecto para declarar prioritario para el interés del país la restauración de la sostenibilidad de la deuda pública emitida bajo ley extranjera; la ley de teletrabajo; la de educación a distancia y la de Economía del Conocimiento, entre otras.
En cambio, las diferencias con el Frente de Todos quedaron expresadas en la ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva, donde se abroqueló por el rechazo; y en el intento por derogar un DNU del Poder Ejecutivo, donde ni con la ayuda de un puñado de aliados pudo lograr la mayoría especial para introducir el asunto en el temario, primero, y para habilitar una sesión especial, después.
Las dilaciones para la implementación del protocolo de sesiones remotas, en abril y mayo, y su posterior prórroga, en junio, también fueron parte de las diferencias entre el oficialismo y la principal bancada opositora por las desconfianzas que generaba la posible utilización de ese sistema para temas sin consenso.
Las cuestiones de forma también se hicieron sentir en febrero, cuando el ministro Economía Martín Guzman fue al recinto a explicar el canje de deuda y Juntos por el Cambio decidió permanecer en silencio durante la sesión por no estar de acuerdo con el tiempo que le habían asignado para preguntar.
Con estos antecedentes y la situación actual, la principal bancada opositora encarará la última parte de un año marcado por los tiempos y las demandas generados por la pandemia, y tendrá que apurar las definiciones de cara al 2021, un año cruzado por la contienda electoral de medio término.