Degustar una copa de vino ya no es un privilegio de los que viven cerca de Mendoza, San Juan o la Patagonia debido a que, a pocos kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, la ruta del vino bonaerense se instala con un novedoso circuito que propone la degustación de variadas cepas, y también el disfrute una escapada turística.
En la sierra, en el campo o en el mar, el vasto territorio de la provincia de Buenos Aires y la diversidad de su suelo permite cultivar varios tipos de uvas para la elaboración de vinos cada uno de ellos con el sello distintivo.
Se trata de circuitos de enoturismo, -aquel enfocado a las zonas de producción vitivinícolas-, en los que las bodegas bonaerenses dan a conocer el proceso de elaboración en un combo que incluye visitas guiadas, catas dirigidas, charlas técnicas, recorridos por las fincas y gastronomía.
«Es difícil decir por qué es diferente el vino bonaerense, la diversidad dentro de la provincia es enorme, nosotros estamos en la pampa húmeda, otros en las sierras, otros en el sur y otros en la Costa», explicó Mariano Tessone, de Finca Las Antípodas, ubicada en Junín, en el noroeste bonaerense.
El empresario, que inició esta labor por hobby y está asociado con tres amigos, aseguró que pese a esa diversidad los bonaerenses se destacan por ser vinos livianos, diferentes a los que «la gente en general está acostumbrada a tomar en Mendoza o San Juan».
Buenos Aires fue hasta principios del siglo XX una de las mayores productoras de vino nacional hasta que en 1934, mediante la ley nacional 12.137, se prohibió la vitivinicultura en este territorio y otras regiones. Este hecho truncó el desarrollo de la industria del vino, detalló la Subsecretaría de Turismo provincial.
Pero en el siglo pasado, a mediados de la década del noventa, la restricción quedó sin efecto y emprendedores impulsaron la actividad hasta llegar a la actualidad: hoy son 34 las localidades bonaerenses que poseen proyectos vitivinícolas con diferentes etapas de progreso.
La industria tomó más fuerza en el último tiempo ya que en 2023 se promulgó la ley provincial que brinda beneficios a los productores de vino del territorio y que busca acrecentar la actividad en los municipios.
Según datos estadísticos del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) del año pasado, la superficie de vid implantada en la provincia de Buenos Aires registró un crecimiento de cerca del 200% entre 2011 y 2021, mientras que el número de viñedos creció un 420%, pasando de 10 a 52 en ese mismo período.
El mapa de las bodegas bonaerenses se extiende desde el sudeste con viñedos en Tornquist, Villarino, Saavedra, Coronel Suárez, y Coronel Pringles, al centro o zonas más cercanas al mar, en puntos como Chapadmalal, pasando por Berisso con el denominado «vino de la Costa». También llega a sitios serranos como Tandil, o Ventania, y tomaron fuerza las bodegas ubicadas en el norte y en los llamados pueblos turísticos.
«Tenemos un viñedo que tiene 3.000 plantas y plantaremos 1.000 más, estamos haciendo malbec y petit verdot. El fuerte nuestro es el petit verdot es la uva que más nos representa», comentó Tessone quien inició el proyecto en 2012.
La Finca Las Antípodas, emplazada a 260 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, se puede visitar para hacer degustaciones los fines de semana y también ofrece alojamiento, lo que lo convierte en un destino ideal para una escapada dentro de la provincia.
El valor agregado es que esta ruta del vino ofrece en cada bodega un poco del lugar y la zona en la que se encuentra.
Ejemplo de esto son las situadas en Villarino, Tornquist y Tandil de la región serrana, que propone cabalgatas por su entorno natural con puestas de sol y manjares artesanales. Aquí la variedad de uvas predominantes son carmenere, cabernet franc, merlot, syrah, pinot noir, chardonnay, sauvignon blanc y semillón.
«Nuestra zona se caracteriza por la amplitud térmica, noches muy frescas, abundante sol, bajas precipitaciones y viento constante. Es una zona fría, por lo tanto, las características de los vinos en principio se ajustan a esa primera imagen que tenemos de los vinos de zonas frías: predominio del bouquet, menor carga tánica lo que se traduce en una textura más suave y estructura algo más ligera, muy frescos, con buena acidez natural», explicó Manuela Parra, de Bodega Saldungaray, situada a minutos de Sierra de la Ventana.
El proyecto, que comenzó con la adquisición de un campo en 2000, se concretó con la implantación de un viñedo con ocho variedades de vid en el 2003. En el 2007, con la bodega terminada, tuvieron la primera vendimia, en la cual elaboraron los primeros 10.000 litros de vino. Actualmente producen unos 40.000 litros anuales.
«Es una bodega familiar, que surgió con la motivación de mis padres, ambos agrónomos, observando la climatología del lugar y advirtiendo su potencial como zona vitivinícola», explicó Parra.
El desarrollo fue llevado adelante por los cinco hijos y desde el inicio supieron que, además de elaborar vinos, se volcarían al enoturismo como estrategia de comercialización.
En cuanto a los del centro o cercanos al mar, una de las bodegas que mejor representa esta influencia oceánica es Trapiche Costa&Pampa, a 6 kilómetros del mar, en el partido de General Pueyrredón.
El clima de la costa hace el lugar único para el desarrollo de este tipo de vino. «Chapadmalal cuenta con un intenso régimen pluvial, un clima frío y húmedo, y una menor amplitud térmica, entregando vinos más frescos y delicados, de gran complejidad aromática y buen volumen», explicaron desde Trapiche.
En el norte y noroeste, se destacan las bodegas de Junín, Cañuelas, y Campana. Un ejemplo de eso, es la finca Don Atilio funciona en Uribelarrea, Cañuelas, y es una opción ideal para visitar durante los fines de semana.
También otra finca cercana a Ciudad de Buenoa Aires es Casa Gamboa Viñas&Bodega, ubicada a menos de 70 kilómetros, en Campana. Son cuatro hectáreas de uvas cabernet franc, pinot noir, malbec, pinot gris y cinco cepas adicionales.
Los emprendedores coinciden en que los vinos bonaerenses son diversos según la región, pero rescatan su diferencia con el resto de los vinos. «Quizás esa es la característica; que no tiene tanta graduación alcohólica, que son más livianos», opinó Tessone.
Para Parra, los vinos tienen muy buena recepción y aseguró que «para los menos experimentados resulta un vino amable y fácil de beber, y para los más conocedores, resulta en una grata sorpresa por hallar un vino con personalidad».