Los homenajes que se le rinden en todo el mundo al artista español Pablo Picasso (1881-1973), a 50 años de su muerte, suman a la Argentina con la inauguración en el Museo Nacional de Bellas Artes de la muestra «Picasso en el patrimonio del Museo», que incluye más de 30 obras del malagueño entre grabados, dibujos y cerámicas que pertenecen al acervo artístico de la institución y recorren las principales temáticas de su carrera como las mujeres, la tauromaquia o la guerra.
Además del óleo de gran formato «Mujer acostada», de 1931, que forma parte de la colección permanente del museo, se expone un conjunto de obras que se despliegan en el primer piso del museo -en la sala 33- y recorren desde sus primeras etapas artísticas hasta casi el final, ya que la adquisición se realizó a fines de los años 50, cuando Picasso aún vivía, por una gestión del exdirector Jorge Romero Brest, tal como muestra la documentación de cartas detrás de una vitrina.
Las obras en exhibición, que van de 1905 a 1959, abarcan desde su etapa de juventud en Montmartre, los retratos de las mujeres que fueron importantes para el artista, las escenas en su taller, su interés por la situación política de entreguerras y la representación de animales fantásticos, con los que se identificó y que hoy son símbolos picassianos universales.
Ni bien ingresar a la sala aparece -en uno de los primeros núcleos temáticos bautizado «Primer tiempo. De la figuración al cubismo»- la figura de su primera pareja, Fernande Olivier («Mujer desnuda de espalda»), que en esa época solía posar para él y lo hizo también para una de las más famosas obras de Picasso, «Las señoritas de Avignon». Ella es una de las mujeres representadas que baila en ronda en esta famosa pieza cubista.
«El grabado era la técnica primordial del artista que comenzó a pintar a los 9 años y que era muy prolífico, llegó a realizar más de una obra por día. El período rosa es del mayor simbolismo, donde pinta por ejemplo mujeres bañándose, arlequines o personajes de circo, del cual era fanático. Pero como él quería estar a la vanguardia del arte moderno intenta cambiar el estilo y ahí aparece el cubismo», cuenta a Télam la curadora de la exposición, Paola Melgarejo.
En este mismo núcleo se incluyen las ilustraciones que Picasso realizó para una edición de «La obra maestra desconocida» (1931), del francés Honoré de Balzac, el relato sobre un viejo pintor que se propone crear la obra de arte perfecta como culminación a todos sus esfuerzos, un cuadro al que dedica largas horas y que se niega a exhibir. «Era la imagen del artista incomprendido con la que Picasso se sentía identificado», señala Melgarejo, investigadora del museo. La «musa» de estos grabados fue su amante de 17 años Marie-Thérèse Walter, aunque él está entonces casado con la bailarina rusa Olga Khokhlova.
En el segundo eje de la muestra, «En el atelier. El artista y su modelo», aparecen representados el artista y las mujeres cercanas a él, como su joven amante Marie-Thérèse Walter, que posó para pinturas y grabados en las décadas del 20 y del 30.
«A lo largo de su vida, Picasso buscó dominar el grabado desde diferentes medios, como aguatinta, aguafuerte, punta seca, linograbado y litografía, hasta transformarse en un verdadero referente. Desde la década de 1940 -detalla la curadora-, también se especializó en la cerámica, a la que consideró una técnica artística consagrada, y por treinta años experimentó con diversas soluciones en las formas y en los colores, representando sobre la arcilla los temas que lo apasionaron».
El tercer conjunto, bautizado «Femmes. Retratos de mujeres», alberga imágenes de algunas de las mujeres que marcaron su vida: Fernande Olivier, Olga Khokhlova, Marie-Thérèse Walter y Dora Maar primero y Françoise Gilot y Jacqueline Roque luego, y que en el texto de sala reza: «Estas mujeres conocieron las luces y sombras del artista, su desmesura en todos los sentidos, las situaciones tormentosas y los engaños, la pasión incondicional por su arte y la deslumbrante vida social que llevaba».
«La última mujer con la que se casó Picasso, Jacqueline tenía 46 años menos. Sus parejas siempre eran mucho más jóvenes que él. El era una figura muy magnética para quienes lo rodeaban, les daba todo: lo bueno y lo malo. Era muy famoso y se codeaba con todos, les permitía acceder a un mundo impresionante y a la vez tenía mucho poder sobre las mujeres», desgrana la curadora al detenerse en este apartado.
Una de las obras cumbre de Picasso, y de las más reconocidas del siglo XX, que simboliza los horrores de la Guerra Civil española y los ataques contra la población vasca de Guernica, también tiene su propio núcleo en «Hacia el Guernica. Arte y compromiso político», que recoge la serie de grabados que, en 1937, en plena Guerra Civil Española, el gobierno republicano le encargó a Picasso para el pabellón del país en la Exposición Internacional de París, junto con el famoso mural. La idea era vender esas viñetas y recaudar fondos para la causa republicana. A estos grabados, que se vendían en la feria, Picasso los llamó «Sueño y mentira de Franco», y componían una sátira al general Francisco Franco, que aparece ejerciendo su acción destructiva, representado como un sapo o con una corona de monarca.
El quinto y último eje expositivo es «Metamorfosis. Entre lo animal y lo humano: faunos, centauros, toros y caballos» y presenta escenas de tauromaquia, espectáculo que lo apasionó desde su niñez, en la serie «Corrida de toros», formada por ocho platos de loza roja realizados en 1959 en la Factoría Madoura.
También se muestran, entre otras obras en papel, la aguatinta «Caballo», creada para ilustrar «Historia Natural», la enciclopedia del naturalista Georges Louis Leclerc, Conde de Buffon; y el plato de loza blanca «Cabeza de Fauno», de 1955.
«Siempre sus obras son autorreferenciales. Picasso dijo que todas sus obras deben ser leídas en un contexto autobiográfico, como las páginas de un diario personal, que refieren a su vida. Y el grabado lo fascinó hasta el final porque le permitía mucha experimentación. Pensá que él nació en 1881 cuando estaba el postimpresionismo y cuando murió en Nueva York estaba Andy Warhol, pero él siempre se mantuvo en los límites de las técnicas tradicionales del arte. El mundo cambió pero él siguió», reflexiona Melgarejo.
La exposición también evoca, a partir de documentación y fotografías del archivo institucional, la Comisión Pro-Picasso del Bellas Artes, formada en 1956, durante la gestión de Jorge Romero Brest como director, con la intención de recaudar fondos para adquirir obras del artista malagueño. Esta comisión donó al acervo 16 piezas, presentadas en 1961 en la muestra «Picasso cumple 80 años».
Por otra parte, se recuerda con diversos documentos «Picasso: Maestro del grabado», la exhibición celebrada en el Museo en 1973, que coincidió con el año del fallecimiento del artista y estuvo integrada por 100 obras provenientes de la colección del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA).
Para el director del Bellas Artes, Andrés Duprat, «hay un antes y un después de Picasso en la historia del arte. A medio siglo de su fallecimiento, y en sintonía con los principales museos del mundo, queríamos sumarnos a este aniversario presentando una serie de piezas de nuestra colección que dan cuenta de su talento, y de sus múltiples intereses y búsquedas a través del dibujo, el grabado y la cerámica».
La muestra «Picasso en el patrimonio del Museo» se podrá visitar hasta el 18 de junio, de martes a viernes de 11 a 20 y los sábados y domingos de 10 a 20, en la sala 33 del Museo Nacional de Bellas Artes (Av. del Libertador 1473), que depende del Ministerio de Cultura de la Nación y cuenta con el apoyo de Amigos del Bellas Artes. La entrada es libre y gratuita.