La isla volcánica ubicada en el golfo de Nápoles se ubica en un entorno idílico de barcos de pesca y pequeños pueblos encaramados en las colinas.

Con una belleza típicamente mediterránea, Prócida es la reina del turismo lento y debe descubrirse con calma dado que ofrece una mezcla perfecta de belleza natural, destellos de una larga historia y playas imperdibles. Puedes visitarla fácilmente a pie, pero también puedes utilizar los autobuses o los taxis.

El territorio de Prócida está dividido en 9 contradas, llamadas grancìe. Son Terra Murata (la más antigua), Corricella (el barrio de los pescadores), Sent’cò (con el puerto comercial de Marina Grande), Semmarezio, San Leonardo, Madonna della Libera (o Santissima Annunziata), Sant’Antuono, Sant’Antonio y Chiaiolella (un puerto turístico). Con 16 kilómetros de longitud, es capaz de impresionar en cada uno de sus rincones, empezando por las numerosas callejuelas que se abren a playas escondidas en las bahías.

Qué ver

El visitante puede disfrutar de una estadía de una jornada o de varios días. La Marina Grande es el punto de llegada, a pasos de la Iglesia de la Piedad, con su inconfundible campanario barroco en la Piazza Sancio Cattolico.

La historia, el arte en sus iglesias y construcciones, sus playas apacibles así como la amabilidad de los isleños invitan a conocer. Los colores de sus casas conforman mosaicos de alegría. Se la puede recorrer a pie, en bici o con transportes público, por tierra.

Son atrayentes los paseos a Terra Murata en el centro de la isla. Una subida rápida, saliendo desde la Piazza dei Martiri llevan hasta la ciudad fortificada, un pueblo medieval en el punto más alto de la isla.

Hay que conocer también Corricella, un pueblito de pescadores, con casas pintadas en colores vibrantes con el típico «vefi», los balcones cubiertos por arcos de origen árabe.

Es el pueblo más antiguo de Procida, se puede llegar a pie, a través de decenas de escalones empinados y regala la típica postal de la isla, inmortalizada por obras artísticas, literarias y cinematográficas. Entre sus casas se encuentran algunos de los hoteles y restaurantes más exclusivos de la isla.

Otro lugar recomendado es Chiaiolella: su nombre significa pequeña playa, desde donde se pueden tomar un barco desde Marina Corricella. Tiene una plaza que da al mar donde se realizan las manifestaciones culturales.

Vivara, un deliciosa isleta vecina que desde 2002 fue declarada Reserva Natural, es otro imperdible. Es un pequeño paraíso terrestre, un pulmón verde de mancha mediterránea constituida en gran parte por encinas y arrayanes.

En cuanto a la gastronomía, los platos típicos de la isla tienen como ingredientes principales pescados, mariscos frescos, pastas hechas a mano y cítricos. Todo acompañado por amables vinos locales.

Después de un día apacible y reparador, es hora de retornar al puerto de Nápoles, con la alegría de haber caminado y recorrido un pequeño gran lugar.