Un equipo de especialistas del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) capacitará a cooperativistas del Programa Argentina Trabaja para que puedan montar, operar y mantener plantas modulares para remover el arsénico del agua para consumo, y los prototipos resultantes serán los primeros creados en el país.
«Este desarrollo no solo le va a mejorar la calidad de vida a la población, sino que además generará trabajo porque las plantas necesitan ser mantenidas y operadas», explicó a Télam Gonzalo Difeo, integrante del equipo INTI-Química.
Los primeros prototipos de esta aplicación serán construidos en los próximos meses en el Polo Productivo Ezeiza, ubicado en la provincia de Buenos Aires, donde el Ministerio de Desarrollo de la Nación -del que depende Argentina Trabaja- cuenta con talleres de herrería, carpintería y electricidad.
Difeo, ingeniero químico, precisó que cada planta es capaz de proveer agua libre de arsénico a poblaciones de alrededor de 500 habitantes y permitirá procesar cinco litros diarios por persona, destinada a la ingesta y la preparación de alimentos.
Tras la capacitación se definirá el territorio donde se buscará la fuente que se adapte a la tecnología.
«Hace un año entramos en contacto con el Ministerio de Desarrollo Social del cual surgió la capacitación que brindaremos en los próximos meses a los cooperativistas del programa Argentina Trabaja», orientado a personas sin ningún ingreso formal ni programa social, indicó.
De esta forma, los argentinos que sean parte de ese programa no solo adquirirán los conocimientos de construcción y armado, sino que también tendrán la posibilidad de obtener un trabajo ya que la planta requiere de un operario que haga la operación y el mantenimiento.
«Ahora estamos en la etapa de compra de componentes, los cuales se pueden conseguir fácilmente en el mercado local, con un costo aproximado de 100.000 pesos a lo que hay que sumar la fuerza de trabajo en la construcción», señaló el ingeniero, quien junto a profesionales y técnicos del Centro INTI-Química estuvieron a cargo del diseño nacional del prototipo.
Cada una de estas plantas móviles funciona a partir de energía eléctrica y es semiautomática, en tanto que la tecnología que utiliza para el tratamiento del agua se denomina «coagulación- filtración».
«Si bien lleva ese nombre, son varias las etapas que confluyen en este método que además cuenta con bajo consumo eléctrico y genera menos residuos que otros», destacó el químico.
«Estimamos que una vez instaladas en sus lugares definitivos, la puesta en marcha de las plantas demorará aproximadamente 15 días, con tres meses de monitoreo intensivo debido a que debemos lograr que la calidad esté dentro de los parámetros permitidos por el Código Alimentario Argentino (CAA)», agregó.
Difeo explicó que si bien existen diversas tecnologías para remover el arsénico del agua, siempre debe hacerse un estudio previo de la fuente, que en este caso es subterránea.
De esta forma, y luego de realizar análisis de laboratorio, pueden obtener con mayor certeza la movilidad del arsénico y la capacidad de extracción de agua desde el acuífero.
El objetivo del proyecto -continuó el químico- es hacerlo extensivo, y replicar el modelo en aquellos municipios que lo requieran: «Las plantas que se construyan deben contar con el aval del INTI en lo que refiere a su construcción y, además, debemos asegurar que la calidad del agua sea la adecuada para el correcto funcionamiento de esta tecnología”.
Argentina encabeza la lista de países con altos niveles de arsénico en reservas subterráneas, junto con Bangladesh, Chile, China, India, México y Estados Unidos, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La principal fuente de exposición es a través de la ingesta directa de agua con alto contenido de arsénico, cuyos efectos sobre la salud pueden ser muy variados.
El problema más representativo -informó el INTI- es el Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico (Hacre), una enfermedad que se caracteriza por presentar lesiones en la piel y alteraciones sistémicas cancerosas y no cancerosas, luego de un período variable de exposición a concentraciones mayores de 0,01 mg/L en agua de consumo diario.