El tercer domingo de junio vuelve a poner en escena a los padres argentinos. ¿Cómo se construye hoy el rol paterno en medio de los cambios sociales y económicos? ¿Qué lugar ocupan los afectos, los mandatos y el consumo en una fecha que mezcla ternura, nostalgia y expectativas?

Asado, herramientas, corbatas, medias, abrazos, videollamadas, silencios, primeras palabras, ausencias. El Día del Padre en Argentina se celebra cada tercer domingo de junio y, aunque parezca una tradición arraigada y estable, en realidad es un espejo de los cambios que atraviesan a las familias, a los vínculos y a la sociedad.

En 2025, la fecha cae el domingo 15 de junio, en pleno invierno argentino, y como cada año, los comercios preparan promociones, las redes se llenan de posteos y los grupos de WhatsApp familiares empiezan a definir el menú del almuerzo. Pero más allá del marketing, el Día del Padre es también un momento de balances afectivos: ¿cómo es ser padre hoy? ¿Qué esperan los hijos? ¿Qué emociones despierta esta fecha en quienes ya no tienen a su papá? ¿Y en quienes nunca lo conocieron?

Un festejo importado con historia local

Aunque su origen remite a Estados Unidos —donde se celebra desde 1910 en honor a un veterano de guerra que crió solo a sus seis hijos—, en Argentina la fecha tiene una raíz menos conocida: en 1958 se intentó establecer el 24 de agosto, día en que nació Mercedes Tomasa de San Martín y Escalada, única hija del General San Martín. Esa fecha buscaba homenajear al prócer como “padre de la Patria” y como padre biológico.

Sin embargo, el empuje comercial y la adhesión del calendario anglosajón terminó por imponer el modelo actual, alineado con otros países del hemisferio sur. Desde 1966, el tercer domingo de junio se convirtió en costumbre local. Aunque algunos distritos, como Mendoza, todavía realizan actividades escolares en agosto en homenaje a San Martín como papá.

Paternidades en transición

Hoy, hablar del Día del Padre es también hablar de las múltiples formas de ser papá. Desde el modelo clásico proveedor hasta los padres que cuidan, cocinan, acompañan, asisten a las reuniones escolares y atraviesan procesos de crianza igualitarios. La paternidad, como la maternidad, ya no es un mandato único, sino un terreno en disputa.

“El rol paterno se amplió: hay más padres presentes, más implicados emocionalmente. Pero también hay mucha presión sobre cómo ‘debería’ ser un buen padre, lo que puede generar culpa o inseguridad en muchos varones”, explica la psicóloga y docente Marina Olivera, especializada en vínculos familiares.

En ese contexto, el Día del Padre también puede ser incómodo para quienes no tuvieron una figura paterna presente, o para aquellos que enfrentan relaciones conflictivas o distantes. Para muchas personas, la fecha activa recuerdos dolorosos, duelos o ausencias no resueltas.

Padres solos, padres separados, padres adoptivos

En una Argentina donde el 43% de las separaciones involucra hijos menores de edad, según datos oficiales, el rol del padre en los hogares monoparentales o en regímenes de tenencia compartida cobra una relevancia particular. Hay padres que ven a sus hijos solo los fines de semana; otros que batallan judicialmente por su derecho a ejercer la paternidad. También están los que crían sin pareja, los que adoptan, los que acompañan desde una paternidad trans o no binaria.

“Ser padre es mucho más que engendrar. Es estar, sostener, crear lazos. Eso lo vemos cada vez más en contextos diversos, donde lo biológico no siempre define lo vincular”, afirma la socióloga Carla Vázquez, quien investiga formas contemporáneas de crianza.

Lo que se vende (y lo que no)

Como toda efeméride, el Día del Padre es también una oportunidad para el consumo. Los comercios minoristas lanzan descuentos, las grandes cadenas de electrodomésticos ofrecen cuotas y los negocios gastronómicos arman combos “especial papá”. Sin embargo, en un contexto de fuerte caída del poder adquisitivo, este año los regalos se ajustan a los bolsillos: se priorizan opciones artesanales, objetos útiles, experiencias compartidas o simplemente un abrazo.

“La venta bajó mucho en comparación con otros años. Hoy el regalo es más simbólico: un desayuno, una carta, una foto enmarcada. Muchos hijos prefieren compartir un momento antes que gastar en algo caro”, cuenta Carla, dueña de una librería de barrio en La Plata.

La educación sentimental del padre argentino

En las escuelas, el Día del Padre sigue siendo una fecha presente, aunque con matices. Algunos docentes optan por celebraciones inclusivas, que hablen de referentes afectivos sin necesariamente vincularse a la biología. Otros mantienen la tradición del regalo hecho a mano, la poesía, el dibujo.

“Trabajamos con la idea de ‘personas que nos cuidan’, para no dejar afuera a nadie. Hay chicos que no tienen papá o que no lo ven. Lo importante es que se sientan incluidos y que puedan hablar de lo que sienten”, relata Miriam, docente de primaria en una escuela pública bonaerense.

Las huellas del padre

Para muchos adultos, el Día del Padre también es un día de nostalgia. De recordar al que ya no está. De revisar fotos, leer viejos mensajes, sentir el vacío de su voz. O, al contrario, de elegir el silencio frente a una figura ausente o conflictiva. Porque no todas las historias con los padres son historias felices. Y eso también merece ser dicho.

Sin embargo, incluso en esos casos, la fecha puede habilitar una reconciliación interna, una manera de resignificar lo vivido. O de construir nuevas formas de paternidad que rompan con mandatos heredados.

“Ser padre no es un rol fijo, sino una construcción que se va haciendo todos los días”, dice el escritor y padre de tres hijos Lucas Ocampo. “A veces nos sale bien, otras no. Pero siempre hay que estar. Estar, aunque sea para aprender a pedir perdón.”