Técnicas de resolución de crímenes aplicadas a un manuscrito medieval iluminado en París podrían haber resuelto un enigma centenario: la verdadera identidad de un destacado pintor bizantino que inyectó humanidad en la rigidez sacra del arte religioso ortodoxo.

Contemporáneo de Giotto, considerado el padre de la pintura occidental, el artista conocido popularmente como Manuel Panselinos fue igual de influyente en una tradición totalmente distinta que en Occidente suele pasarse por alto.

Pero no se conoce nada de su vida, y los académicos creen ahora que Panselinos era solo un apodo que llegó a sustituir el nombre real del hombre para quien fue acuñado, probablemente Ioannis Astrapas, de Tesalónica, una ciudad del norte de Grecia.

El arte de Bizancio, que decora iglesias en Grecia, Serbia y otros países ortodoxos, destaca por el formalismo austero de sus santos alargados y ceñudos, sus montañas cuasi-cubistas y sus Madonnas de ojos saltones.

Las obras atribuidas a Panselinos, de finales del siglo XIII y principios del XIV, están consideradas como las mejor producidas en un imperio que abarcaba Europa y Asia y perduró desde la caída de Roma hasta la captura de la capital imperial, Constantinopla, por los turcos otomanos en 1453.

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Los historiadores del arte sospechaban desde hacía tiempo que el nombre —“luna llena” en griego— podría haber surgido como apodo para algún miembro de la llamada Escuela de Pintura Macedónica, con sede en Tesalónica.

Investigaciones recientes de un monje griego y una erudita en lingüística vincularon a “Panselinos” con Astrapas, que pertenecía a esa escuela. Ahora, la experta en grafología judicial Christina Sotirakoglou ha cotejado la letra de un manuscrito atribuido provisionalmente a Astrapas con los caracteres presentes en una pintura de una iglesia en el norte de Grecia, considerada desde hace mucho como la mejor obra de Panselinos.

El padre Cosmas Simonopetritis, antiguo administrador del Monte Athos, la comunidad monástica semiautónoma donde se encuentra la iglesia de Protato, afirma que las investigaciones de Sotirakoglou y las suyas “prueban claramente” la verdadera identidad de Panselinos.

“Panselinos era una persona real, y (el nombre) era solo el apodo por el cual se conocía a Ioannis Astrapas”, contó a The Associated Press.

Constantinos Vafiadis, un profesor de arte bizantino en Atenas que no participó en los estudios, dijo que encontraba fundamentos en la teoría del apodo y el vínculo con Astrapas, aunque parecía que más de un pintor había acometido el proyecto de Protato.

“Estoy de acuerdo con atribuir parte de las pinturas a Ioannis Astrapas”, dijo. “Pero aún queda mucho terreno para futuras investigaciones sobre esa persona, porque otros monumentos del Monte Athos del mismo período aún no han sido publicados suficientemente”.

“Panselinos” —un modelo a seguir para generaciones de pintores— y sus contemporáneos están vinculados al renacimiento de cierto tipo en el arte ortodoxo que revivió formas y técnicas heredadas de la antigüedad. Las expresiones faciales adquirieron una humanidad más profunda y se prestó mayor atención a la proporción y a la profundidad de campo en la composición.

El padre Cosmas apuntó que Astrapas era un “pintor extremadamente talentoso… con vasto conocimiento que combinaba armónicamente el mundo clásico antiguo con la espiritualidad bizantina ortodoxa”.

“Y eso… hace que su obra sea única en todo el mundo”, agregó. En aquella época no era habitual que los artistas firmasen sus obras, aunque se conservan algunas de miembros de la familia Astrapas. No hay ninguna de “Panselinos”.

La pista comenzó con investigaciones anteriores que vinculaban a Astrapas con el artista y erudito que escribió e ilustró el Códice Marciano GR 516, un texto griego manuscrito de principios del siglo XIV que trata temas desde la astronomía hasta la teoría musical. Entre las ilustraciones había una luna llena. “Para mí… esa fue la prueba principal”, dijo Cosmas.

Una vez encontrado el nombre de la mano responsable del manuscrito, el siguiente paso fue verificar su estilo frente a los escritos en la pintura de Protato, tradicionalmente vinculada con “Panselinos”. “La señora Sotirakoglou, que es experta en grafología, llenó ese vacío”, agregó el religioso. Pero había un problema: las mujeres tienen prohibido entrar en el Monte Athos desde hace más de 1.000 años.

“Me vi obligada a estudiar las pinturas de Protato basándome en fotografías”, dijo Sotirakoglou, quien trabaja como consultora judicial en la identificación o autenticación de escritura en casos criminales, a The Associated Press.

“(El trabajo) fue muy difícil, porque la escritura en las pinturas murales está en letras mayúsculas, y los pintores suavizaron su escritura personal para ajustarse” al formato tradicional, explicó —algo así como los intentos de los escritores de cartas anónimas por disfrazar su verdadero estilo. “El códice Marciano está escrito en letras minúsculas muy pequeñas”.

La primera pista vino de la letra griega Phi, la F en español. “Es una Phi que destaca, y es similar” en ambos, el manuscrito y la pintura de Protato, dijo. “También hubo coincidencias con otras letras: la T, con sus proporciones, que es más grande, cubriendo las otras letras y está rematada con una curva, las proporciones de la K”.

“Pero cuando se reveló la Phi, se descifró el código de la escritura y el trabajo se hizo mucho más fácil”, añadió. El padre Cosmas indicó que durante sus funciones administrativas en el Monte Athos asistía a misa en la iglesia de Protato a diario. “Ahí nació mi deseo… de explorar el misterio en torno al nombre y la identidad de Panselinos”, afirmó apuntando que cree que el artista “ha adquirido ahora su verdadera identidad”.

Fuente: AP