Legisladores, prensa y marcas se reunieron días atrás en la ONU con líderes artesanos de todo el mundo para debatir sobre su actividad, una de las menos reconocidas de la industria de la moda.
El debate se dio en el marco de la Tercera Cumbre Anual de Liderazgo Artesano de Nest (una asociación sin fines de lucro) en el que los especialistas buscaron sentar las bases de una Nueva Economía de Trabajadores Manuales, consignó un artículo de sitio especializado Fashionista.
Esta cumbre no llega porque sí a la ONU: según Nest, la artesanía es el segundo empleador más grande de mujeres en las economías en desarrollo y representa 300 millones de trabajadores en todo el mundo.
Nest calcula que hasta un 60 por ciento de la ropa se produce en entornos artesanales, en lugar de fabriles, con lo que la moda es el ámbito que más trabajo manual requiere y consume.
Su directora y fundadora, Rebecca van Bergen, reclamó que la artesanía sea reconocida como «una fuerza económica que necesita una inversión masiva».
En ese sentido, Roxana Amarilla, directora del Matra (Mercado Nacional de Artesanías Tradicionales de la Argentina) y una de las artífices del Renatra (Registro Nacional de Artesanos Textiles de la República Argentina), ambos dependientes del Ministerio de Cultura de la Nación, celebró que este tipo de debates llegue a las Naciones Unidas y adhirió al pedido de Van Bergen.
«Hace falta una legislación integral con un mecanismo de participación de los artesanos. Hay estándares de calidad que se deben socializar con ellos y con su participación», aseguró en diálogo con Télam Tendencias.
Si bien en la Argentina no hay un registro de artesanos, una estimación citada por el Consejo Federal de Inversiones en 2016 daba cuenta de que en 1997 había unos 200.000 en el país y unos 25 millones en América Latina.
Para Verna Eggleston, directora de desarrollo económico de las mujeres en Bloomberg Philanthropies, la creación de empleos a través de la economía artesanal es una de las mejores formas de ayudar a familias enteras a superar la pobreza.
Al igual que pasa en el resto del mundo, en la Argentina hay una política de derechos que deberían ser accesibles a los artesanos, como por ejemplo, el precio justo y el reconocimiento de la autoría, para lo que es clave inversión.
«Tiene que haber condiciones y circuitos de venta y se debe invertir en ese tipo de información y ordenamiento. Se debe invertir fuertemente en las políticas de venta del producto», enfatiza Amarilla.
De hecho -recalca- «no hay catálogos de artesanos en el país y si bien, podemos conocer algo, como que el chaguar es de las wichi, no conocemos los nombres de las maestras».
«Nos falta mucho como país y sociedad consumidora para poder encontrarnos con este mundo de producción de objetos que son tan importantes culturalmente y una alternativa económica mundial», enfatiza la experta.
Además del papel que los artesanos tienen en la moda y en la economía mundial, y de la responsabilidad de las marcas hacia ellos, en la ONU también se debatió sobre el papel que juegan los medios de comunicación.
Andrew Morgan, autor del documental «The True Cost», sostuvo que «la economía del trabajo hecho a mano sigue siendo una de las historias más grandes e incalculables» y opinó que a «medida que los consumidores continúen despertando su interés en las historias artesanales, los medios responderán».
En cambio, Bandana Tewari, editora de Vogue India y colaboradora de Business of Fashion, fue menos optimista.
«A veces me siento abrumada por el nivel de invisibilidad de las personas que hacen las cosas que amamos», aseguró.
Amarilla considera «clave» ese enfoque y afirma que los medios deben difundir, promover y hacer circular esas historias.
«Yo me entero de que hacer un poncho requiere de 15 operaciones por boca de los artesanos y no por la sistematización de los técnicos. Es esa la voz que falta», reclama.
Amarilla explica que eso ocurre porque el artesano es considerado «un proveedor estratégico de la moda» pero no es visto como un autor.
«Lo que debería existir es el trabajo colaborativo y no que el artesano sea considerado un insumo de la moda. Mientras en la industria se calculan ganancias infinitas, la comunidad artesana sigue luchando para garantizar derechos básicos», explica a TT.
Para la directora del Matra, desconocer la autoría «es parte de esa inequidad ya que un nombre y un apellido da cuenta de la necesidad de reconocimiento de derechos».
Amarilla advierte que la falta de catálogos y directorios en las ferias o la ausencia de etiquetado en las prendas, que incluyan los datos de manera ordenada, también contribuye a invisibilizar la autoría de los trabajos artesanales.
Hoy en la Argentina existen muchos programas que trabajan de manera más articulada y trasversal, con algunos acuerdos y hay un protagonismo creciente de organizaciones y un movimiento de artesanos interesante.
En esa línea, Amarilla sostiene que «lo más importante es que el mundo artesanal sabe que dispone de calidad y de una diversidad interesante».
«El país es el potencial. Faltaría tomar decisiones que ayuden a este potencial, como por ejemplo una estructura para que los artesanos puedan acceder libremente a derechos de autoría, a precio justo, sustentabilidad, accesibilidad y materia prima garantizada», puntualiza.