El periodista Juan Cruz Revello editó recientemente “La lengua universal”, un compendio de testimonios de fanáticos de los Rolling Stones que recogió de distintas latitudes del globo, y que le permitió conocer cómo piensan y actúan los seguidores de la banda británica.
Publicado por Gourmet Musical, en el título del relato se espejan dos cuestiones: “La música de los Stones como lenguaje único que une a personas con idiomas diferentes y el logo, que está dentro de los más populares de imaginario colectivo mundial”, manifiesta el periodista en entrevista con Télam.
El prólogo del libro que reúne más de 150 testimonios de 33 países, está escrito por el británico John Pasche, creador del logotipo de la banda que apareció por primera vez en 1971 en el interior del álbum “Sticky fingers” y que estuvo inspirado en Kali, una de las principales diosas del Hinduismo.
“Creo que es difícil encontrar diferencias entre las nacionalidades de los fans ya que -el fenómeno- parece tratarse más sobre individuos y sobre lo mucho que aman a los Stones”, escribió el diseñador gráfico en el prólogo, sin embargo parece que sí hay algo que los vincula y que ya no pertenece al patrimonio exclusivo ni siquiera del rock.
La idea de “La lengua universal” surgió en 2015 cuando Revello viajó a Orlando a cubrir un recital de los Stones y realizó crónicas del show para todos los medios excepto para uno, que le pidió que describa cómo las personas de distintos lugares se encontraban para ver a una banda de más de 50 años: ese fue el puntapié inicial.¿Qué fue lo que más te llamó la atención cuando dimensionaste todo el material que tenías?
Juan Cruz Revello: Las entrevistas fueron llevando los relatos hacia lugares inesperados porque los Stones son masivos en todos los puntos del planeta, pero el impulso fue encontrarme con realidades socio culturales muy disimiles, lo mismo que edades y economías. Desde un principio eso fue lo primero que me llamó la atención. ¿Por qué ocurre eso? El desafío era que los relatos dieran cuenta de eso. En el medio fueron sucediendo testimonios que despertaron otras atenciones, sobre todo, sorpresa al ver que mucha gente es capaz de realizar cosas imposibles por ellos.
– Como melómano y seguidor de los Stones desde muy chico, ¿te escuchaste en alguna historia?
JCR: En muchas oportunidades elegí correrme del foco para que no me ganen las emociones ni se me haga difícil contar lo que tenía intenciones de mostrar. En uno de los viajes se dio algo muy gracioso: estábamos en el hotel Gore (Londres) donde los Stones presentaron “Beggars Banquet” (1968). No es tan fácil acceder al lugar donde se realizó la sesión de fotos pero nos dejaron pasar, y el espacio estaba tal cuál en las tomas. Y una de las personas del grupo con el que estaba, se me acercó y me dijo “a vos no te importa nada de esto, ¿no?” (risas) bueno, no, estaba muy emocionado y metido en la situación, pero traté de no estar en el ojo del huracán. Fui parte de las historias que cuento, observando, y hay muchas de las que no fui parte. Pero como el trabajo me permitió conocer cómo piensan y actúan los fanáticos, es que esta todo contado en primera persona. Muchas de esas personas insisten en que soy uno más. Y puede ser, no lo sé (risas).
– ¿Qué diferencias encontraste entre las distintas nacionalidades?
JCR: En cuanto a la pasión, ninguna. No existe un “fanómetro”, una capacidad de medida para pasiones, y si así ocurriese sería un horror. Es cierto que la mayoría coincide en que Tokio y Buenos Aires son dos de los lugares donde no podes dejar de vivir esa experiencia. Pero también hay testimonios de gente que no los vio nunca, o muchas veces y no tiene discos, o que solo fue una vez y hace mucho tiempo. Nada de eso los diferencia de otras historias con cientos de shows encima, o una colección interminable de objetos.
– Durante los 90 ser rollinga en la Argentina fue una tendencia, ¿había una forma particular de serlo o era algo universal?
-JCR: A todas las personas involucradas les consulté si en sus países parte de los fans tenían una denominación especial o una estética particular y todos respondieron que no, pero estaban enterados de que acá sí pasa; es un fenómeno local. Tanto que en los shows del 2016 se vendieron remeras que decían “rollinga” en los puestos oficiales. Entiendo que ahora es una estética que traspasó la barrera exclusiva de los Rolling Stones y del rock en general. Y el concepto que se tiene afuera no es sobre el rollinga en particular, sino de lo apasionados que somos los argentinos y argentinas. No distinguen como nosotros entre unos u otros, y me parece sano.