Entre los 400 km de costa y las altas cumbres de la cordillera Cantábrica, los pueblos de Asturias narran una historia marcada por la proximidad entre el mar y las montañas y tradiciones arraigadas al territorio. Hórreos, yacimientos de hierro y las casas de piedra del interior contrastan con villas pesqueras que fueron parte de rutas imperiales y donde los dinosaurios dejaron sus huellas hasta día de hoy. El conjunto de opciones y alternativas es tal que da para un viaje infinito, pero siempre disfrutón.
Fuente: National Geographic Viajes
CUDILLERO: LISTA PARA VOLVER A EMPEZAR SIEMPRE
Rumbo al norte y a unos 70 kilómetros de Bandujo, Cudillero hace bandera de la Asturias más marítima. Escondido tanto desde el mar como desde la tierra, este pueblo descubre una estampa de casas de colores que le ha valido ser uno de los pueblos más bonitos de España. Cudillero presume de sus tradiciones pesqueras, de un puerto digno de un Óscar (allí se rodó Volver a empezar de José Luis Garci) y del Versalles asturiano, apodo con el que se conoce el Palacio la Quinta de Selgas del siglo XIX que da la bienvenida al visitante que entra por el interior.
Junto a este monumento palaciego, también merecen una visita las casas indianas de El Pito. Ya en la costa, la localidad ofrece unas vistas espectaculares desde el faro y la atalaya gracias a su peculiar orografía.
LLANES: LA PERLA DEL ORIENTE ASTURIANO
Sería injusto reducir a Llanes como un conjunto de casas desplegadas en las orillas de su serpenteante puerto. Sí, aquí el urbanismo está marcado por los caprichos de la naturaleza, pero esta localidad ha sabido llenarlo con numerosos monumentos y rincones que merecen ser descubiertos. Entre ellos, su Torreón y sus murallas medievales, la Basílica de Santa María del Concejo y un sorprendente inventario de edificios indianos que le aportan una dosis de color a sus retorcidas calles.
El colofón a tanta belleza es su frente marítimo, donde las barcas meciéndose en el mar comparten protagonismo con los cubos pintados del artista Agustín Ibarrola que demuestran que el land art es una oportunidad para ensalzar la naturaleza.
LASTRES: UN INESPERADO MUNDO JURÁSICO
Bordeando la costa y también encajonado entre el mar y la montaña, se asoma Lastres, un pueblo pesquero de casas colgadas que encuentra su mayor tesoro en el puerto. Allí permanece la actividad pesquera, la famosa subasta y una variedad de restaurantes y sidrerías que hacen honor a la cocina lastrina. A su lado, la playa se convierte en el escenario perfecto para darse un baño o practicar deportes acuáticos, pero también para viajar a la prehistoria.
Lastres cuenta con huellas de dinosaurio y un Museo del Jurásico. En su interior, asoman la Torre del Reloj de 1715 que fue reconstruida gracias al esfuerzo de las mujeres del pueblo, la Iglesia de Santa María de Sábada y las ermitas de San José, el Buen Suceso y San Roque, así como casonas y palacios del siglo XVIII.
LUARCA: Y SU CEMENTERIO CON VISTAS
La esencia marinera y las mareas del Cantábrico han marcado desde siempre la vida de este puerto inmaculado emplazado entre acantilados y playas vírgenes. Su conexión con el mar es inevitable, de ahí que aquí todo mire a las olas, desde su frente marítimo hasta su cementerio, uno de los más fotogénicos de España.
Sin embargo, aquí no se acaban los rincones con encanto, ya que perderse por las callejuelas alrededor del Río Negro es dar barrios de pescadores y casonas cuyas ventanas buscan el horizonte marítimo. Y como guinda, un enorme jardín, el de Fonte Baxa, que ejemplifica los alardes de un millonario que quiso crear un bosque con especies de todo el mundo y con pequeños monumentos que, además de ser un pastiche, es un mirador perfecto.
TAZONES: UNA BIENVENIDA IMPERIAL
En 1517, Carlos V entró a la Península por primera vez por el puerto de Tazones, que en la actualidad puede presumir de ser el único de la zona que forma parte de las rutas imperiales de Carlos V en Europa.
Cada mes de agosto, los vecinos recrean este acontecimiento histórico, declarado Bien de Interés Turístico. Entre las antiguas casas de pescadores de los barrios de San Miguel y de San Roque, se encuentra la Casa de las Conchas, que se ha convertido en un reclamo turístico por excelencia. En la costa, Tazones cuenta con un yacimiento de huellas de dinosaurio, visibles sobre todo con la marea baja, junto a la zona del faro.
CANGAS DE ONÍS: MUCHO MÁS QUE LA PUERTA A LOS LAGOS DE COVADONGA
A Cangas de Onís le ha perjudicado, en ciertas ocasiones, ser la puerta más concurrida a los lagos de Covadonga y los Picos de Europa. Esta ubicación excepcional ha traído consigo lo bueno y lo malo del turismo, con grandes infraestructuras y, en ocasiones, cierto turismo masivo que ha ignorado su belleza rural. Y sin embargo, Cangas consigue atraer las miradas y frenar a los excursionistas con un monumento, su puente romano (aunque ojo, es realmente es románico) y su ermita prerrománica levantada sobre un dolmen del 3.000 a.C.
Una vez este monumento ha obligado a aparcar el coche, esta localidad sorprende con un ajetreado mercado dominical que sigue manteniendo la esencia de Asturias, y algún que otro rincón apetecible como la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y el entorno de la calle San Pelayo.
TARAMUNDI: EN EL FILO DE LA NAVAJA
Una navaja de Récord Guinness y una Ruta del Agua sirven para comprender Taramundi. ¿Por qué? Porque este pueblo del interior de Asturias es famoso por su cuchillería, una práctica que se remonta a sus yacimientos de hierro, a la abundancia de agua y a la riqueza forestal de la zona, y que encuentra su mayor representación en La Casa Museo de la Cuchillería Tradicional de Taramundi.
Pero Taramundi también es conocido por sus cascadas, riachuelos y lagunas, que lo convierten en un destino perfecto para desconectar. Ya inmerso en el pueblo, uno puede visitar edificios históricos como la iglesia parroquial y su campanario o La Rectoral, antigua casa del cura que a día de hoy se ha transformado en un hotel rural, de esos que prometen tranquilidad y de los que hay muchos en Taramundi.
BANDUJO: UN VIAJE A LA EDAD MEDIA
Bandujo significa regresar a la Edad Media sin darse cuenta. Esta localidad de Proaza puede presumir de ser uno de los pueblos mejor conservados del entorno rural asturiano y de estar enclavado en un paraje excepcional: el Valle del Oso, que alberga una de las últimas poblaciones de Oso Pardo de España.
Tras cruzar este paraje natural, Bandujo se recoge entre castañales, prados, peñas y albañales y, una vez en su interior, la Torre de Tuñón, la iglesia de Santa María y el Palacio son los narradores incansable de su historia, como también lo son los barrios de La Molina, el Palacio, Entelaiglesia, la Reguera, el Campal y el Tora, que atesoran hórreos antiguos, un viejo lavadero y casas de piedra que conviven con el desnivel característico del pueblo, encaramado en una cresta en forma de herradura.
BULNES Y SU NARANJO
Eclipsado, como es en parte lógico, por el famoso Naranjo de Bulnes, el pueblecito que le presta el nombre es toda una sorpresa de la Asturias más montañosa. Más que una sorpresa, un secreto, ya que llegar hasta este lugar es toda una aventura.
Los que lo hacen por carretera, tienen en el puente La Jaya un preludio de este paraíso de piedra y agua, ya que aquí está el desvío que sube hasta este pueblo. Los que optan por el transporte público tienen un funicular que lo conecta con Poncebos. Al llegar, lo que espera es una aldea donde la montaña se confunde con los tejados, donde el turismo rural ha revitalizado las casas y les ha dotado de magnificencia y donde el río Texu dibuja estampas idílicas en sus orillas.