Edimburgo

El castillo de Edimburgo se alza imponente sobre la oscura roca de un volcán extinto. A sus pies, la Old Town y la New Town se arrodillan ante la fortaleza que dio origen a la ciudad. Solo Arthur’s Seat, la verde colina situada al otro lado del castillo, osa desafiar su protagonismo, batiéndose en un silencioso duelo contra el gran símbolo de la capital escocesa.

Capital histórica y literaria

Cuna de filósofos y poetas, hogar de reinas y héroes históricos, Edimburgo lleva más de 600 años siendo la capital de Escocia. Actualmente se enorgullece de poseer el festival de artes escénicas más grande del mundo, el Edinburgh Festival Fringe, y de formar parte de la lista de Ciudades de la Literatura de la Unesco. Su célebre carácter cultural se remonta al siglo XVIII, cuando la ciudad alumbró la Ilustración escocesa y la Universidad de Edimburgo se consolidó como uno de los centros educativos más relevantes de Europa. El legado de aquella época de progreso científico, artístico e intelectual se respira en sus museos, jardines y monumentos a escritores. 

Pero no todo han sido luces en la ciudad. El suelo adoquinado de la Royal Mile y las torres góticas ennegrecidas por el tiempo aún recuerdan los gritos de lasmujeres acusadas de brujería que ardieron frente al castillo, los sigilosos pasos de los profanadores de tumbas del siglo XIX y la cínica sonrisa de Deacon Brodie, el ladrón que inspiró a Robert Louis Stevenson a escribir El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde.

El atractivo de Edimburgo reside precisamente en esa mezcla de pulcritud y decadencia, de historias honorables y leyendas fantasmagóricas. «Es el sueño de un dios loco», dijo el poeta Hugh MacDiarmid. Una «ciudad mágica» con siete colinas como telón de fondo, rebatió Emily Brontë. Un destino que se queda impregnado en la piel, como la bruma que envuelve el castillo al despertar el día.

Castillo de Edimburgo
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El castillo de Edimburgo

El sonido de una gaita atraviesa la Royal Mile, sorprendiendo a los visitantes que salen del Castillo de Edimburgo. A sus espaldas queda la fortaleza construida a finales del siglo XII alrededor de la cual florecieron las primeras casas de la ciudad. De ahí que, como capítulo inicial de su historia, merezca ser el punto de partida de este viaje.

En el interior de sus robustas murallas está la Capilla de Santa Catalina, el edificio más antiguo de Edimburgo, y el Cañón de la Una en Punto (One o’clock Gun), que desde 1861 suena a esa hora todos los días menos los domingos. Uno de los edificios custodia los Honores de Escocia, las joyas de la corona escocesa, y la Piedra del Destino, un símbolo ancestral sobre el que se coronaba a los reyes de Escocia. También ahí se encuentra la diminuta estancia de madera en la que María Estuardo, reina de Escocia, dio a luz al rey Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia, que unificó ambas coronas después de que falleciera Isabel I, reina de Inglaterra y prima de su madre.

Royal Mile Edimburgo
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Royal Mile, eje de la old town

Desde las puertas del Castillo se contempla la Royal Mile, arteria principal de Old Town, que abarca 1,8 km –una milla escocesa– hasta llegar al Palacio de Holyrood. A ambos lados, las tiendas de recuerdos y las entradas a los closes, callejones encaminados colina abajo desde la avenida, se disputan la atención de los transeúntes. Algunos se detienen frente a los escaparates en los que lucen las típicas faldas de tartán; otros se adentran en los húmedos y sombríos closes, que esconden lugares como el Writer’s Museum, dedicado a tres grandes escritores escoceses: Walter Scott, Robert Burns y Robert Louis Stevenson.

Victoria Street Edimburgo
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Lugares que inspiraron Harry Potter

La melodía celta de la gaita se desvanece al bajar por Victoria Street, la calle más colorida y concurrida de Edimburgo, donde la multitud se acumula frente a la roja puerta de The Elephant House, la cafetería en la que J.K. Rowling escribió parte de los libros de la saga Harry Potter. Hay quienes aseguran que la autora se basó en esta pintoresca calle para inventar el famoso Callejón Diagon del mundo de los magos.

Las referencias literarias continúan en el Cementerio de Greyfriars. Muchos visitan este hermoso jardín de lápidas grises y árboles frondosos en busca de las sepulturas de Thomas Riddell, William McGonagall y otros difuntos cuyos nombres utilizó J. K. Rowling en el universo de Potter. También para observar, a través de las vallas que lo separan del cementerio, el colegio George Heriot’s School, considerado el Hogwarts original. Una guía, disfrazada con una larga capa negra y acompañada de curiosos con atuendos similares, explica: «El colegio tiene cuatro torres, una para cada casa: Raeburn, la casa roja; Castle, la casa azul; Greyfriars, la casa blanca; y Lauriston, la casa verde».

Museo Nacional de Escocia
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Un museo infinito

Al salir del cementerio, los visitantes tocan la nariz de la escultura del perro Bobby, la mascota más querida de Edimburgo, como augurio de buena suerte. Después, cruzan para entrar en el Museo Nacional de Escocia. Este fascinante edificio alberga más de 10.000 objetos que recorren la historia escocesa hasta la actualidad. Uno de los tesoros más preciados del museo son las once piezas de Lewis Chessmen, parte del mayor conjunto de piezas de ajedrez antiguas jamás encontrado.

De regreso a la Royal Mile por Victoria Street se puede parar en Grassmarket para tomar algo en sus animados pubs. En esta plaza tenía lugar antiguamente el mercado de ganado, así como las ejecuciones públicas. Los nombres de los bares que la rodean hacen memoria de ello: Half Hangit Maggie, The Last Drop o The White Heart Inn, donde acudían William Burke y William Hare, dos ladrones de cadáveres y asesinos del Edimburgo del siglo XIX.

Saint Giles
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La joya gótica de Edimburgo

Nuevamente en la calle principal, la silueta gótica de la Catedral de Saint Giles, fundada en el siglo XIV, cautiva todas las miradas. En su interior se despliega un bosque de columnas de piedra, suelo de mármol y granito, bancos de roble escocés, techo azul colmado de detalles, ángeles tallados con gaitas y unas asombrosas vidrieras de colores que tiñen la luz que alumbra el espacio. Destaca la Thistle Chapel, una impresionante capilla de madera de estilo neogótico construida a inicios del siglo XX para los Caballeros de la Orden del Cardo, la orden de caballería más distinguida de Escocia.

Edimburgo. Acantilado, se puede ver el campanario de la Iglesia Libre de Escocia de San Columba
Foto: Getty Images

De Holyrood a Arthur’s Seat

La Royal Mile concluye en el Palacio de Holyrood, donde se trasladaron los monarcas escoceses en el siglo XVI, dejando atrás el ventoso y frío Castillo de Edimburgo. Este deslumbrante palacio es hoy la residencia oficial de la Casa Real Británica en Escocia. Cuenta además con un museo que permite descubrir las estancias de los personajes ilustres que vivieron allí.  A su lado se encuentra la Abadía de Holyrood, fundada en el siglo XII por el rey David I de Escocia, cuyas románticas ruinas recuerdan al cuadro El soñador de Gaspar David Friedrich.

La cima volcánica de Arthur’s Seat se vislumbra desde los jardines. Subiendo por los senderos pedregosos del monte se alcanza su pico de 251 m de altitud, desde donde se contempla una panorámica hermosa de los alrededores de Edimburgo: el manto verde de colinas que la rodea y, a lo lejos, el fiordo de Forth que delimita la ciudad por el norte.

Edimburgo. Monumentos en Calton Hill
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Calton hill y la new town

Calton Hill, la pequeña colina situada al este de New Town, es la alternativa perfecta para tener una vista panorámica de Edimburgo sin subir a la cumbre de Arthur’s Seat. De hecho, la poca altura de la colina brinda unas vistas mucho más detalladas de la ciudad. Desde ahí se distinguen perfectamente la caótica y puntiaguda Old Town y, en paralelo a esta, la ordenada y amplia New Town.

Este barrio se construyó en el siglo XVIII para solventar el problema de sobrepoblación que sufría Edimburgo. El encargado de llevar a cabo el proyecto fue James Craig, un joven arquitecto de 22 años que, en 1766, ganó el concurso para liderar la ampliación de la capital escocesa. Inspirándose en el racionalismo de la Ilustración, Craig diseñó un plano ortogonal con calles principales como George Street, Princes Street y Queen Street –paralelas a la Royal Mile–, conectadas a través de otras calles perpendiculares, donde también había espacio para plazas y jardines.

New Town
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Antes de bajar a explorar la animada New Town, conviene dar un paseo por Calton Hill para descubrir algunos de los monumentos que coronan este enclave. Destacan cuatro: el Monumento Nacional de Escocia, formado por doce columnas al estilo del Partenón de Atenas; el Monumento a Nelson, una torre de 32 m de altura; el Monumento a Dugald Stewart, inspirado en el pequeño templo ateniense conocido como Linterna de Lisícrates; o el Observatorio de la Ciudad, antiguamente regentado por Thomas Short, cuya hija, Maria Theresa Short, inventó la primera Cámara Oscura de Gran Bretaña.

El conjunto de Calton Hill –declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco– se suma al legado arquitectónico y literario de una ciudad apodada en el siglo XVIII como «la Atenas del Norte».

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Foto: Aitana Palomar S.

Para amantes de los libros

Colina abajo se llega a Blenheim Place, un paseo que conduce a dos de las librerías más especiales de la ciudad. Por un lado está Topping & Company Booksellers, un templo literario repleto de estanterías dedicadas a todo tipo de géneros y temáticas. El primer piso es diáfano; el segundo, en cambio, está compuesto por estancias que se suceden creando una suerte de laberinto que atrapa a los letraheridos. Unos pasos más allá se halla la pequeña e independiente Typewronger Books, epicentro de una apasionante escena de escritores, lectores y músicos, cuyos fanzines asoman entre libros y máquinas de escribir.

Scottish National Gallery
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Arte nacional

Avanzando por York Place, pronto aparece el rojizo edificio neogótico de la Scottish Portrait Gallery, museo que narra la historia de Escocia a través de los retratos de sus personajes más ilustres. El interior del edificio, de clara inspiración veneciana, ofrece un espectáculo artístico de frisos y murales que dialogan con los cuadros y esculturas de la exposición.

Otra de las joyas museísticas de New Town es la Scottish National Gallery, situada en la calle que divide los jardines de Princes Street. Esta pinacoteca alberga una exquisita colección de arte de los grandes maestros europeos, desde el renacimiento hasta el postimpresionismo, y obras esenciales del arte escocés. Entre ellas están los cuadros de Phoebe Anna Traquair, una de las líderes del movimiento Arts and Crafts en Escocia, las obras shakesperianas de sir Joseph Noel Paton, muestras de los Glasgow Boys, del simbolismo y del renacimiento celta, así como grandes lienzos protagonizados por Edimburgo y las Highlands.

Scott Monument
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Un gran monumento literario

Frente al museo se alza el Monumento a Scott, una aguja neogótica erigida en 1846 para celebrar a sir Walter Scott que, con 61 m de altura, es la mayor obra pública construida en honor a un escritor. A sus pies se extienden los Jardines de Princes Street, el parque más importante de la ciudad, colmado de árboles centenarios y altos rosales entre los que es fácil sentirse como Alicia en el País de las Maravillas.

Este paseo por New Town termina frente al edificio de Johnnie Walker, en Princes Street, situado junto al parque. Tras descubrir la historia del whisky, la bebida insignia de Escocia, y probar las distintas variedades en una degustación guiada, vale la pena subir al restaurante 1820 Rooftop Bar situado en la última planta: un lugar idóneo para contemplar el atardecer con las mejores vistas del Castillo dominando el skyline de Edimburgo. 

Dean Village
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Dean Village, una aldea en la ciudad

En el siglo VII, los monjes de la Abadía de Holyrood fundaron una pequeña aldea junto al curso del Water of Leith. Durante más de 800 años, este rincón –anexionado a Edimburgo en el siglo XIX– fue un lugar próspero con una decena de fábricas que funcionaban gracias a los molinos que había junto al río. Sin embargo, en los años 60, las fábricas cerraron y Dean Village quedó abandonada. Una década más tarde, los vecinos rehabilitaron la zona con la intención de recuperar este tranquilo y pintoresco enclave, que actualmente es uno de los barrios residenciales preferidos de la capital escocesa.

El sonido de las aguas, las bucólicas viviendas y la flora que crece alrededor del río conforman una postal que parece sacada de las páginas de un cuento. Junto a la corriente serpentea The Water of Leith Walkway, un encantador paseo de unos 20 km que conduce, por un lado, a la Scottish National Gallery of Modern Art (Modern One y Modern Two) y, por el otro, al barrio de Leith, puerto de Edimburgo y escenario en el que se desarrolla gran parte de la novela Trainspotting (1993) de Irvine Welsh.

Modern One y Modern Two
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Museos de arte contemporáneo

Desde Dean Village, son apenas quince minutos a pie hasta llegar a los dos museos hermanos dedicados al arte contemporáneo: Modern One y Modern Two. Ambos poseen pinturas, dibujos, esculturas, instalaciones, grabados y vídeos de los nombres más reputados desde el siglo XX hasta la actualidad. Perderse entre sus amplias salas para acabar frente a un Magritte o un Picasso, habiendo descubierto antes a genios más recientes es un plan perfecto para una mañana libre o una de las inevitables tardes de lluvia de Edimburgo. En dirección opuesta, el sendero The Water of Leith Walkway avanza a través de un fresco y verde túnel formado por las ramas y las hojas de los árboles que crecen en la orilla del río.

Water of Leith Walkway
Foto: Shutterstock

Water of Leith walkway

A lo largo del camino hay un par de puntos en los que merece la pena detenerse. El primero es Dean Bridge, el puente que da nombre a la mencionada aldea, bajo el que desfilan los cisnes y patos que habitan en este entorno. El siguiente, situado un poco más adelante, es St Bernard’s Well, cuya estructura neoclásica que recuerda a un templo circular romano.

El monumento de columnas dóricas, con una cúpula rematada por una piña dorada y una escultura de Higía (la diosa griega de la salud) en el centro, cuenta una de las historias más conocidas de The Water of Leith. Al parecer, tiempo atrás, allí hubo un pozo del que San Bernardo bebió al llegar enfermo a la ciudad. Sus aguas curaron milagrosamente al viajero, dando pie a una leyenda que no ha dejado de contarse desde entonces. En el lugar en el que antaño se encontraba el pozo construyeron, en el siglo XVIII, este templo sobre cuya puerta reza la inscripción en latín «Bibendo Valeris», que significa «bebe y estarás bien».

Subiendo por las escaleras que hay poco después se llega al barrio de Stockbridge, también cruzado por el río que sigue hasta Leith. Predominan las calles empedradas, las casas con aires de cottage y las flores que embellecen las fachadas. Más que un barrio, Stockbridge parece un pequeño pueblo próximo a Dean Village, avivado por los artistas y estudiantes que se instalaron allí en los años 70, dándole el aspecto bohemio del que presume hoy en día.

Invernadero en el Real Jardín Botánico de Edimburgo
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El jardín botánico

Entre galerías y tiendas de artesanía, boutiques y cafés en los que apetece sentarse a disfrutar de un buen libro con una humeante taza de té, se llega al Real Jardín Botánico de Edimburgo. Fundado en 1670 por dos médicos que cultivaban plantas medicinales en la Abadía de Holyrood, el jardín se trasladó a esta localización en 1820, donde actualmente dispone de 28 hectáreas de terreno dedicado a la conservación de la naturaleza y el estudio de las especies que crecen en él.

Flor de dalia de Edimburgo morada y blanca en el jardín de verano
Foto: Adobe Stock

La grandeza del jardín invita a explorarlo durante horas, tal vez días, para descubrir los secretos que aguardan en sus caminos y parterres. Destacan la ladera china, con su laguna y plantas autóctonas del país asiático, y el jardín arbolado, repleto de castaños, secuoyas costeras y el amenazado serbal de Catacol, un árbol endémico de la isla de Arran. También conviene adentrarse en el Jardín Conmemorativo de la Reina Madre, cuyas flores de todo el mundo recuerdan el amor por los viajes de la abuela del actual rey Carlos III.

Y, después de visitar una de las exposiciones temporales, sumergirse en los invernaderos, pequeños palacios de cristal en los que se revela el lado más romántico de un país cuyo símbolo nacional es, precisamente, una flor: el cardo púrpura.

Fuente: Viajes National Geographic