Con el pretexto de analizar el fenómeno que derivó en la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, en su libro «Trumplandia» la periodista Marina Aizen analiza los vaivenes de la sociedad estadounidense en torno a la disputa de clases, la fascinación por la portación de armas, la precarización del empleo y el odio al inmigrante, entre otras variables que resultaron decisivas para catapultar al excéntrico magnate.
Después de la perplejidad inicial que circunscribió la mayoría de las interpretaciones sobre la victoria de Trump a la idea de un votante enajenado o maleable, llegó el tiempo de lecturas menos simplistas que proponen hacerle justicia a las mutaciones que ha sufrido la nación en las últimas décadas y que generaron una drástica transición desde el optimismo a la bronca masiva.
En su doble condición de periodista y residente en territorio estadounidense entre 1991 y 2003, Aizen fue testigo del recrudecimiento de ese paisaje social que incluso pasó inadvertido para un sector de los norteamericanos, quienes descubrieron durante la campaña presidencial que tenían un país menos homogéneo de lo que pensaban, «sobre todo las élites que viven en su burbuja de corrección política y estupidez».
En «Trumplandia» (Ediciones B) las extravagancias del flamante presidente son el anzuelo para sumergir al lector en una indagación sobre el imaginario de una sociedad que llegó a tener once millones de indocumentados, que ama las armas tanto como las hamburguesas y que con la elección de Trump amenaza con resignar sus principales conquistas sociales en nombre de un recetario que alza banderas como la persecución a inmigrantes y el retorno de políticas proteccionistas.
«La nación eficiente que tanto admiran desde el exterior tiene costos sociales altísimos y un grado de codicia sin igual», sostiene Aizen en el libro, cuyas formulaciones prolonga ahora en una entrevista con Télam.
-¿Cómo fue que un candidato inicialmente visto como un delirante terminó convirtiéndose en presidente de los Estados Unidos?
– Marina Aizen: Pasaron dos cosas. Una, que los medios empezaron a cubrir a Trump como algo divertido, en vez de algo peligroso. Decía disparates como que todos los mexicanos eran violadores o criminales y la televisión no se escandalizaba. Le daba más aire al espectáculo. Cada vez que Trump abría la boca, lo cubrían en vivo mientras que al resto de los candidatos republicanos no. Así se fue volviendo invulnerable. La segunda es que Hillary Clinton no pudo responder con altura a los ataques de la campaña electoral y se confió que iba a tener el voto automático de los estados de Winsconsin, Ohio y Michigan, donde no puso un pie y es por donde terminó perdiendo. Y también se creó una suerte de psicosis respecto de su posición moral, porque cuando fue secretaria de Estado mantuvo una dirección privada de correo electrónico. Como producto de esto a la gente no le gustaba ningún candidato. Ganó, entonces, la voz anti establishment.
-¿La embestida de Trump para imprimirle un sesgo proteccionista a la economía puede provocar el desplazamiento de los Estados Unidos como núcleo económico y la consolidación de China?
-M.A: Se verá en el tiempo. Pero si Estados Unidos se aísla, perderá su lugar en el mundo. Ese país se hizo enorme y poderoso porque pudo captar la «inteligencia» mundial. Eso tiene un correlato económico. Y si es verdad que le pone barreras arancelarias a los productos importados, va a crear una situación imposible. Por ejemplo: hay productos que se manufacturan de ambos lados de la frontera entre México y los Estados Unidos, y que antes de llegar al mercado cruzan 14 veces la línea demarcatoria. ¿Cómo arancelás eso? En la economía global, nada se fabrica en un solo lado.
-Ante fenómenos como el ascenso del Partido Nacional en Francia y el triunfo de Trump con un discurso cargado de xenofobia ¿Se podría pensar que el odio se ha transformado en una herramienta política que la derecha capitaliza muy bien?
-M.A: Todo eso no solo pasa ahora. Está en la historia. Pienso en los pogroms contra los judíos, y luego en el Holocausto. Parece que el ser humano está destinado a ver enemigos para resolver sus propias frustraciones. Me da esperanza que la sociedad norteamericana está reaccionando muy fuertemente contra todo el discurso trumpista. Por otro lado la derecha alternativa, también llamada alt-right, no es muy organizada. Se trata de elementos sueltos, pero que tienen acceso al presidente de los Estados Unidos. Son todos peligrosos.
-Sugerís una proximidad entre la destrucción de la clase media en los Estados Unidos y la Argentina pero remarcás que si bien ambos países vivieron un proceso de pauperización, los instrumentos de política económica aplicados fueron diferentes ¿Cuáles son las diferencias?
-M.A.: Creo que en la Argentina, el antes y el después de la clase media es el año 1976, aunque la sostenida inflación a lo largo de tiempo la fue deshilachando y descomponiendo. En los Estados Unidos el año clave es 1980, con Ronald Reagan. Instrumentaron un gigantesco recorte de impuestos que favoreció a los ricos y fue empobreciendo al resto. Y, además, se destruyó el poder de los sindicatos, que era un elemento fundamental para garantizar la distribución del ingreso. Hoy, en los Estados Unidos, toda la nueva creación de riqueza se la queda el uno por ciento más rico.
-¿Qué mecanismos explican esta afición de los estadounidenses por portar rifles? ¿Por qué no han obrado como factores disuasivos la cantidad de atentados que han tenido lugar en colegios, discotecas o centros comerciales?
-M.A: En los Estados Unidos hay una mezcla explosiva entre el culto a las armas y el individualismo, la soledad y la locura. Y una extrema ideologización respecto de las armas, que los personajes de derecha asocian a la libertad misma. Para muchos no tener armas es como no tener derecho a expresarse. Y justifican las masacres colectivas diciendo que es el «precio» que hay que pagar por seguir teniendo esa libertad. Además, le confieren un carácter casi sagrado porque está en la segunda enmienda de la Constitución, un documento que muchos equiparan con la Biblia.
-¿Una probable y sostenida reacción popular contra las políticas de Trump puede ser contraproducente en tanto parece un sujeto caprichoso y revanchista?
-M.A: La resistencia anti-Trump es un hecho. Y es emocionante porque es un fenómeno que se está dando en todo el país. Trump podrá ser revanchista y caprichoso pero tiene el límite que le pone la Constitución. En los Estados Unidos se está escribiendo un nuevo capítulo desconocido de su historia. Y los resultados son inquietantes.