En junio, mes de la literatura gauchesca, la figura de Martín Fierro vuelve a escena como emblema nacional. Su rebeldía, su dolor y su identidad siguen resonando más de 150 años después de su primera publicación. ¿Cómo se lee hoy el poema de José Hernández? ¿Qué representa en las aulas, en las calles y en la historia del país?

En la llanura infinita del siglo XIX argentino, un gaucho se levantaba contra la injusticia. Marginalizado por el poder, forzado al servicio militar, excluido por la ley, pero fiel a su tierra y a su código de honor. Ese gaucho era Martín Fierro, y su voz, escrita por José Hernández, se convirtió en uno de los pilares de la literatura nacional.

Hoy, más de 150 años después de la publicación de El gaucho Martín Fierro (1872) y su segunda parte, La vuelta de Martín Fierro (1879), el poema épico en octosílabos continúa galopando entre aulas, bibliotecas y fogones. Su vigencia es, quizás, la mejor prueba de que el corazón de la literatura gauchesca todavía late. En junio, mes en que se conmemora esa tradición, las preguntas vuelven: ¿quién es hoy Martín Fierro? ¿Qué dice su figura en un país con nuevas marginalidades, nuevas rebeldías y nuevas formas de exclusión?

La voz de los que no tienen voz

El Martín Fierro fue más que un poema: fue una denuncia. José Hernández —periodista, político y escritor— retrató la vida del gaucho perseguido por el sistema, reclutado a la fuerza para la frontera, convertido en paria en su propia tierra. Frente a la visión “civilizadora” de Domingo Faustino Sarmiento, Hernández apostó por una reivindicación del criollo, del hombre de campo, como legítimo sujeto del destino argentino.

En versos como “Aquí me pongo a cantar / al compás de la vigüela / que el hombre que lo desvela / una pena extraordinaria / como el ave solitaria / con el cantar se consuela”, resuena no solo el dolor del protagonista, sino también una estética profundamente popular. El Martín Fierro no fue un poema para elites: fue —y sigue siendo— el libro más leído de la literatura argentina, junto con El Principito.

De las aulas al streaming

Durante décadas, el Martín Fierro fue lectura obligatoria en las escuelas. Memorizado, analizado, discutido, y muchas veces resistido por alumnos que lo sentían lejano. Sin embargo, con el paso del tiempo, nuevas lecturas lo resignificaron. Las comparaciones con los excluidos de hoy —piqueteros, migrantes, trabajadores informales— permiten trazar puentes. Su tono de protesta, su crítica al poder, su lirismo rebelde lo mantienen vigente.

En los últimos años, proyectos educativos, teatrales y audiovisuales lo han acercado a nuevas generaciones. Desde versiones ilustradas para infancias hasta reinterpretaciones musicales y performances escénicas. En 2023, por ejemplo, una obra de teatro en clave de rap gauchesco lo volvió a poner en escena en festivales juveniles. Y no faltan quienes imaginan un Martín Fierro cyborg, urbano o barrial: un nuevo gaucho rebelde, con guitarra eléctrica y celular.

Un símbolo disputado

El Martín Fierro también fue cooptado, adaptado y disputado políticamente. Peronistas y antiperonistas, conservadores y progresistas, todos han querido apropiarse de su figura. Lo cierto es que Fierro puede ser leído tanto como emblema del orden rural tradicional como de la resistencia frente al Estado opresor. Y en esa ambigüedad reside parte de su riqueza.

Incluso la estatuilla del premio Martín Fierro —entregado desde 1959 por APTRA a lo mejor de la radio y la televisión— lo mantiene presente en la cultura pop. Cada vez que alguien lo alza en un escenario, su nombre vuelve a circular. Aunque muchos lo mencionen sin haber leído sus versos, su aura simbólica permanece.

“Los hermanos sean unidos”

Uno de los fragmentos más recordados es su célebre consejo a los hijos: “Los hermanos sean unidos / porque esa es la ley primera / tengan unión verdadera / en cualquier tiempo que sea / porque si entre ellos pelean / los devoran los de afuera.” Esa estrofa, tantas veces citada, se ha convertido en un mantra nacional, repetido en discursos, publicidades y reuniones familiares.

Pero ese llamado a la unidad no es ingenuo. Nace del dolor de un hombre que fue arrastrado por el sistema, que perdió a su familia y que debió reconstruirse al margen. La segunda parte del poema, La vuelta de Martín Fierro, muestra su transformación: ya no es el gaucho que mata por desesperación, sino el que aconseja, reflexiona y busca reconciliarse con su destino.

Literatura, identidad y resistencia

El Martín Fierro no es solo literatura: es identidad. Está en el ADN cultural argentino. Atraviesa el folclore, la política, el cine, la música, la educación. Su impacto es comparable al de Don Quijote en España o Moby Dick en Estados Unidos. No hay argentino o argentina que no haya escuchado su nombre. Y aunque su lenguaje pueda sonar arcaico, su mensaje sigue vivo.

En tiempos de desigualdades, crisis y nuevas formas de exclusión, el viejo gaucho vuelve a interpelar. ¿Qué hacer frente a la injusticia? ¿Cómo defender la dignidad cuando el sistema te margina? ¿Qué significa ser argentino?

Quizás por eso, en cada junio, el Fierro resucita. Porque no es solo un personaje: es una pregunta abierta. Un espejo de quienes fuimos, somos y seremos.